(Artículo escrito el 17.04.2013)
Una historia de permanentes desastres ha sido la de Valparaíso. Recordábamos algunas de las anteriores tragedias en el primer artículo de una serie en que nos hemos referido al magno incendio que se ha denominado el peor siniestro de este primer puerto.
La ciudad suma sismos de gran magnitud y aluviones productos de los fuertes temporales que hoy son sólo un recuerdo. Probablemente la sequía que también impacta a la V Región pueda haberse confabulado para derivar en este drama que viven hoy miles de porteños.
De todos, Valparaíso se ha recuperado y lo hará una vez más. Ayer jueves, cuando la ciudadanía se aprestaba a disfrutar de un largo fin de semana, los damnificados habían ya iniciado su reconstrucción, a sólo 24 horas que oficialmente se anunciara el control del fuego.
Con sus propias manos, aquellos que lo perdieron todo, están despejando sus terrenos de los escombros a que se redujo lo que seguramente representaba el esfuerzo de toda una vida para proceder al levantamiento de una modestísima y precaria vivienda, con las calaminas que quedaron de sus techos.
Estas frágiles viviendas que emergieron en diversos puntos de los cerros que alcanzó el fuego han sido una señal potente de la voluntad del porteño de recuperarse, como lo ha hecho una y otra vez.
El poblador ya dejó atrás, o guardó en un espacio muy íntimo, su dolor, su rabia, su estupor y sus lágrimas. Es la cultura de quienes pertenecemos a ese puerto: vemos en la adversidad que enfrentamos una oportunidad para recobrarnos y rehacernos.
En esta labor están cooperado cientos de anónimos voluntarios de esta misma región y de otras que han llegado a mostrar su solidaridad con un puerto al que, no me cabe la menor duda, cada vez que han llegado han sido acogidos con calidez.
Particularmente, hay que destacar en estas simbólicas viviendas que hoy se levantan, la mano de los jóvenes universitarios, quienes constituyen un valioso activo de esta ciudad.
Y en cuyo germen vale la pena detenerse para también contarlo porque responde a una etapa difícil en la historia de Valparaíso.
Este puerto no sólo ha sido abatido por desastres naturales: enfrentó por décadas una profunda crisis económica, mientras otras ciudades en el país experimentaban el auge propio del Crecimiento.
Debió asumir por los años 80 un fuertísimo desempleo estructural a causa que sus dos más amplios ejes de desarrollo- la actividad portuaria y ferroviaria- enfrentaban una crisis y fueron abatidos por la modernidad.
Los puertos ingresaban en una era tecnológica y mucha mano de obra- particularmente los estibadores- quedaron sin fuente de empleo con el advenimiento de containers y enormes grúas, denominadas “plumas”, que reemplazaron a un importante sector de la fuerza de trabajo porteña.
Conjuntamente, el ferrocarril fue desplazado por potentes buses y vehículos pesados de gran capacidad que unían a Valparaíso con el área Metropolitana en el transporte de carga y de pasajeros.
Sumemos el centralismo, que emergía con gloria y majestad y que aplastó a este puerto, al emigrar gran parte de actividad industrial hacia la capital. La cercanía de Valparaíso con Santiago convirtió al puerto en la primera víctima del centralismo exacerbado que hoy experimentamos en plenitud.
¿Cómo logró la ciudad salir de esta debacle? Tras la indiferencia del nivel centra, tuvo que reinventarse y reconvertir sus actividades económicas y hoy sus principales polos de desarrollo son el Turismo y la Educación Superior. Valparaíso es promovido como Patrimonio de la Humanidad y Ciudad Universitaria.
Allí han convergido importantes centros de estudio que se han sumado a los planteles estatales y tradicionales. De todo ese mosaico universitario- que es amplio- proviene ese centenar de jóvenes que está protagonizando hoy importante aporte en la reconstrucción de los cerros. Aplaudamos a esta nueva generación de futuros profesionales que desde el primer momento se puso al servicio de los pobladores.
Esta reconstrucción no será fácil. No sólo porque es una debacle de proporciones que requerirá de muchos recursos sino que- lamentablemente me atrevo a proyectar- no estará exenta de algunos conflictos.
Los damnificados quedaron a brazos cruzados, perdieron todo, incluida la documentación que les identifica como propietarios de algún terreno. Aquellos que tienen regularizada su situación no tendrán problemas: pueden reconstituir esa documentación. Pero hay muchos pobladores que no han procedido con esa regularización y otros que tenían sus casas producto de ocupaciones a que los llevó la pobreza.
Ese será un punto de conflicto. Una de las fuertes motivaciones para esta prematura instalación de estas precarias viviendas a base de latones, es virtualmente “colonizar” donde estaba instalada una casa. Se inició ya un rumor que se estarían registrando tomas por parte de ajenos a propietarios que tal vez no tengan cómo demostrar que allí estaba instalada su vivienda. Ojalá me equivoque en esta señal de conflicto, que no es menor.
Un segundo conflicto se vincula a las posiciones provenientes de urbanistas y autoridades que aconsejan no refundar en sectores donde puede repetirse la tragedia, particularmente de pobladores que han instalado sus viviendas virtualmente colgadas en una quebrada.
Y difícilmente el porteño cuya vida ha trascurrido encaramado en los cerros, puedan aceptar salir de ahí. Ese será un foco de tensión entre damnificados y gobierno.
Hoy la tragedia se ha transformado en el día después, cuando hay que sentarse a pensar cómo reconstruir. Un nuevo momento difícil, particularmente porque habrá tensión sobre la planificación en cerros, en la azarosa Historia de Valparaíso.
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