¿En qué Mundo viven?
Me refiero a todos- particularmente estudiantes- que se asombraron al constatar que la Gratuidad Universal en materia de pago arancelario en Educación Superior está a años luz y que la consigna nacida en la calle de quienes hoy se sientan en el Parlamento no ha sido sino un espejismo.
Siempre lo hemos sostenido desde nuestras columnas y desde esta página.
Y por una razón muy simple: vivimos en Chile, un país que hoy, aun cuando una vez nos asociaron con los tigres asiáticos, que hemos escalado en menores tasas de pobreza, seguimos siendo una nación tercermundista, con recursos reducidos y acotados a los vaivenes de nuestra mayoritaria condición monoproductora de cobre. La misma que hoy, entre otros factores, nos enfrenta a una crisis económica y que ya tiene efecto sobre el empleo.
Un país que aún no logra despercudirse de campamentos sin servicios básicos, con compatriotas recibiendo pildoritas en consultorios que carecen de otras soluciones a dolencias profundas de los más pobres, con poblaciones guetos, donde los códigos y el idioma son los balazos, la violencia y las drogas, con otros barrios más empingorotados, pero que igual guardan miseria humana.
En definitiva- y no menos preocupante- con una masividad que parece estar tan de espaldas a estas realidades- y que pueden creerse tamaña irrealidad de una formación gratuita para todos los estudiantes terciarios.
Y que ha postulado además que esa gratuidad llegue a los más pudientes, a quienes han profitado del sistema libremercadista, con situaciones de privilegio, versus muchos pobres y clase media en quienes sí hay que enfocar los recursos limitados para abrirles las oportunidades.
Dijimos en un artículo que “Chile no es Dubai”, para resumir la irrealidad de la consigna que siguen pronunciando los estudiantes, ajenos a que éste, el país que hemos retratado, con una multiplicidad de necesidades, con viejos que no fueron a la universidad y sí requieren de asistencialidades diversas, que no se satisfacen desde el sector público y que mueren, por ejemplo, integrando una lista de espera en salud.
Y con niños y jóvenes que carecen de la capacidad de movilización de los universitarios para expresar que ellos están excluidos de esta “Gran” Reforma Educacional.
Porque esta transformación ha tenido desde la clase política la mirada para satisfacer a quienes han vociferado y presionado por cuestiones muy justas como es el leonino Crédito con Aval del Estado y otras tan irreales como la ya referida Gratuidad para todos.
Quedaron afuera del reparto la Educación Parvularia, la Educación Municipal y el diagnóstico para corregir su Calidad, los Institutos Profesionales y los Centros de Formación Técnica, y aquellos miles de trabajadores que ya carecieron de la oportunidad de una mejor educación y merecerían Programas de Capacitación pertinentes, que les permitan avanzar en su activo laboral.
Por lo tanto, no solo la pretendida Gratuidad Universal está a años luz: también la Educación como un proyecto integral para que muchos jóvenes que cumplen la legítima aspiración de llegar a la universidad no concluyan sino en un frustrado sueño que les dejó en el camino.
El sector educacional debe ser el de mayor trascendencia en el desarrollo del país. O el más importante en una mirada global, pero no el único y también reúne una complejidad de niveles, todos los cuales tienen carencias.
Los actores del subsector universitario están decepcionados al conocer que no hay dineros para todos.
Siempre ha sido esa la realidad, y lo irresponsable es que recién ad portas de tramitar el proyecto se sincera desde el sector político, cuya estrategia- a la luz de capturar votos- juega desde las ambigüedades en cuestiones de propuestas
El actual proyecto que seguramente sufrirá modificaciones como consecuencia de presiones, movilizaciones y debate parlamentario, llega al Parlamento, por lo que hoy se sabe, con el mal denominado “trato preferente” para las universidades estatales, y que al parecer significa mantener los aportes basales, a diferencia de las 9 instituciones tradicionales privadas, que ya no lo recibirían, y que sufren la decepción, a pesar de como lo hemos dicho, siempre el Estado ha sido generoso en aportar recursos fiscales a sus estudiantes, y a esas instituciones a través de diversas asignaciones.
Tenemos pendiente un artículo que detalla esa generosidad gubernamental con el G-9.
Del proyecto, compartimos plenamente la exigencia para que el sector privado acredite sus programas universitarios y cuente con barreras de entrada a recursos públicos.
El sinceramiento en la No Gratuidad Universal plantea la mantención de créditos, cuyas condiciones debiera cautelar el Ministerio de Educación.
El proyecto de La Moneda no pone además fin al lucro porque deja la puerta abierta a empresas relacionadas que es por donde la Educación se transformó un negocio para el mundo privado.
Deberá explicar la ministra la justificación a tal figura asociativa y cómo se controla.
Se ha anunciado la creación de una Superintendencia de Educación, pero habría que ver si esta nueva instancia tiene las debilidades que han observado otras instituciones congéneres, que escasas respuestas otorgana a la defensa de los intereses ciudadanos.
La presidenta Bachelet ha defendido hoy miércoles su propuesta señalando que “es realista y responsable”.
Todo el Gobierno sabía que una iniciativa realista y responsable nunca debió abrigar esperanzas infundadas en esta Reforma que comienza el tortuoso camino de la aprobación en medio de una insatisfacción generalizada.
“El Fin de la Utopía” del pensador alemán Herbert Marcuse nos habla de movimientos estudiantiles y de ideologías que pueden albergar nuevas sociedades.
Eso en los años 60 era una proyección y hoy a más de 4 décadas sigue siendo una utopía, porque las ideologías también han incursionado por extraños vericuetos.
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