Rol de las Ues en la Sociedad Actual

retratomedioevoulsLeí en mis vacaciones el libro “Medioevo: El Tiempo de las Catedrales y de  las Cruzadas” , del académico Gerardo  Vidal Guzmán. La obra integra su serie  que bajo el rótulo “Retratos”,  reúne otras tres publicaciones sobre distintas etapas de la Historia.

Me lo facilitó una  colega que ha tenido toda la paciencia en mi demora por restituírselo, simplemente porque mi tiempo para leer es muy limitado, lamentablemente.

No es un texto académico, no tiene en absoluto esas pretensiones, como lo señala  su autor en el prólogo, y está dirigido  claramente a legos.  Se inscribe en un esfuerzo más de los historiadores contemporáneos por rescatar a esta época de la mirada despectiva que se le brindó y situarla en el reconocimiento que se merece por su contundente aporte en la evolución de la Humanidad y particularmente del conocimiento.

Más que borrar el imaginario del medioevo como un paréntesis oscuro,  creo que es necesario suprimir el juicio que se tiene de él como una etapa carente de trascendencia, porque lejanamente es eso.

La Edad Media, que además tiene la carga de su propia denominación, debió  sobrellevar por mucho tiempo la caricatura de haber sido un paréntesis sin mayores méritos . Su retrato fue el de la barbarie, de un mundo convulsionado por los conflictos, por las invasiones, por la denodada lucha entre el poder terrenal y el eclesial, el feudalismo y el brutal vasallaje y abuso de los ignorantes e indefensos campesinos.

Fue todo eso y mucho más, pero muchos otros hechos positivos configuran el total. Porque, también tuvo un rol importantísimo en el avance de la civilización,

Su infortunio, en la perspectiva de la línea del tiempo, fue situarse entre lo clásico del Mundo Antiguo y el esplendor del Renacimiento, como el gran impulsor hacia el Mundo Moderno.

Con grandes luces en la filosofía, la pintura, la literatura, la arquitectura, la música y todas las expresiones humanísticas y científicas.

El propio Vidal lo señala en su presentación. Cito: “Qué sería del patrimonio cultural de Occidente  si tuviéramos que prescindir de los frescos del Giotto, de la Divina Comedia del Dante, del cántico espiritual de San Francisco, de los escritos místicos de San Bernardo………..”

Algunos de esos son los  capítulos insertos en esta publicación así como de otros personajes que hicieron un contundente aporte al medioevo.

Más que descalificación lo que ha ocurrido con la Edad Media, ha sido una suerte de ingratitud histórica y de burdo desconocimiento de todos los hechos positivos  que marcaron un punto de inflexión de enorme riqueza.

Hay una tendencia para atribuir al Renacimiento todos los laureles de una etapa luminosa- que sí lo fue- en desmedro del medioevo que también tuvo su esplendor, término este último que nunca lo he leído como calificativo para esta etapa.

Si se pretende ser justo, en muchos aspectos el Renacimiento vino a ser la etapa de madurez de acontecimientos incubados en el medioevo.

A propósito del texto de Vidal, quisiera remitirme al enorme surco que dejó la Edad Media en la educación y que derriba por completo toda injusta visión que se tiene como un periodo oscuro.

Es en esta etapa de la Historia cuando nacen las primeras universidades cuya institucionalidad, también  con sus luces y sombras, permanecen inamovibles hoy como los principales centros del pensamiento, su difusión y renovación.

La universidades siguen siendo los principales centros formadores de nuevas generaciones de profesionales y pensadores, constituyendo el más brioso aporte en el avance de la ciencia y el saber disciplinario.

¿Podría un periodo tan oscuro, como se ha proyectado del medioevo, haber sido el escenario donde germinaron las universidades?.

Vidal se refiere al nacimiento de las primeras universidades a partir de un novelesco relato de la romántica historia de Pedro Abelardo y Eloisa, pero también aborda el lado más formal del nacimiento de las universidades, al señalar que también se incubaron en el dominio de la religiosidad.

En efecto, su principales  precursoras fueron las escuelas catedralicias, a partir de las cuales surgieron las universidades en Italia, Inglaterra, España y Francia, si nos remitimos al mundo occidental.  Citemos como uno de los tantos centros que perduran hasta hoy y continuarán por mucho tiempo formando a nuevas generaciones a las universidades de Bolonia en Italia y Oxford en Inglaterra, dos planteles entre otros que nacieron bajo el alero del medioevo.

Pero no es sólo la religiosidad que predominó en la Edad Media la que dio el impulso al saber universitario. Vidal lo explica como la sed de la intelectualidad que había prendido en las nuevas generaciones.

Agreguemos a la explicación de este autor que un precedente importante en la creación de las universidades fue  la enseñanza organizada sobre la base del Trivium y el Quadrivium,  como las sólidas rutas hacia el Humanismo, el primero, y la Ciencia, el segundo.

La escolástica identificó también  como su escenario más natural en su continuidad a las universidades desde donde  prosiguió esta corriente de difusión del pensamiento de Aristóteles y Platón.

No podríamos excluir del entorno medioeval que condujo a la organización de las primeras universidades así como al impulso que tuvieron  en el Renacimiento,  a los primeros indicios en la xilografía para avanzar luego a la invención de la Imprenta.

La gran eclosión  para la difusión del pensamiento hay que remitirlo a este adelanto, a partir del cual fue posible democratizar el conocimiento.

La historia que sigue no es tema de este artículo, sino  que quisiera articular el enorme aporte del medioevo en el nacimiento de las universidades con el punto de inflexión que hoy viven éstos, los principales centros de estudio a nivel universal.

Sobre  esto último, me permito una breve reflexión con respecto a un tema que es el rol y el giro que deben asumir las  universidades ante el nuevo patrón de sociedad que hoy tenemos.

Para responder a las demandas de esta última, creo que las universidades deberán salir de sus aulas e introducirse en el tejido social como sujetos más activos y participantes en el rol de difusión del pensamiento.

La revolución del 68 que impulsaron a través del mundo los jóvenes de la época llevaron a las universidades a salir de su enclaustramiento. Nunca me ha gustado la palabra claustro, es la menos representativa de mi idea de Universidad.

Mucho menos con los tiempos que hoy corren, con una velocidad de información a través de múltiples carreteras, algunas con muy poca validez.

Hoy es preciso un nuevo salto de las universidades, para que vayan al ritmo de una sociedad, particularmente como un aporte al mundo subdesarrollado Tienen un deber y compromiso social  para con su principal activo, el conocimiento, traspasarlo y motivar a muchas generaciones de ciudadanos que han quedado de espaldas al conocimiento y a expresiones culturales,  por el abrumador peso del modelo económico y su principal  código del consumismo y también por el empobrecimiento que ha experimentado la educación en calidad, contenidos  e incentivo para asomarse a expresiones culturales de mayor calidad.

Las universidades hacen un aporte en ese sentido, en su gran mayoría, aquellas que no tienen comprometido su quehacer como un negocio, desarrollan sus áreas de extensión y de vinculación con el medio.

Pero estimo que muchas se equivocan en los espacios en que desarrollan esas áreas.

Ya no es posible pontificar sobre el conocimiento desde las 4 paredes de una sala de clase, lo que debe quedar remitido a sus programas de estudios formales, sino llevar sus disciplinas y expresiones culturales hacia la periferia, hacia donde están aquellos que nunca tendrán la oportunidad de  pisar una universidad.

Lo mismo debiera ocurrir con la música,  cito como ejemplo esta disciplina como un sólido pilar en la Universidad de la Serena, donde  me desempeño, que debiera asomarse a las plazas o sitios de concentración de  público. Hacia los colegios municipalizados y subvencionados, donde  se educan niños que por recursos económicos no logran acceder a manifestaciones culturales de mayor envergadura.

Por qué no intervenir también los denominados malls y colaborar a que no se limiten a su rol de centros del consumo,  sino se desarrolle  en estos lugares la difusión de expresiones culturales.

En definitiva, el rol universitario hoy debiera protagonizar un viraje profundo en su relación con la sociedad para realmente contribuir a contrarrestar desde su quehacer a derribar la gran brecha existente derivada de  la profunda desigualdad social.

En ese aspecto, los académicos tenemos mucho que hacer y decir. Cambiar nuestra mirada de cuales son los espacios en que  debemos actuar  con la ciudadanía podría ser un avance para que la educación gratuita no se remita a sólo un eslogan político sino a hechos concretos.

Susana Pozo Pizarro, es Periodista (UCh), Magíster en Información Económica. A nivel profesional ejerció en formatos de Televisión, Radio, Periódico y Revista. También se desempeñó en Comunicación Corporativa y culminó su carrera como Editora y Columnista del sector de Economía en Diario “El Mercurio” de Valparaíso. A nivel académico ocupó cargos en la Universidad de La Serena como académica, Directora de la Escuela de Periodismo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas. En 2008 recibe el Premio “Elena Caffarena” que otorga el Gobierno para reconocer a mujeres destacadas en su ámbito profesional. Hoy es columnista del Semanario “Tiempo” de La Serena y maneja este sitio para analizar la actualidad así como otros temas de interés. Nos estamos acercando a 1.800 seguidores en twitter y un número significativo que nos siguen a través del contacto directo y de correos. Nuestro interés es otorgar análisis independiente y acogemos comentarios que pueden observar enfoques distintos y opuestos al nuestro.

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