Nuestros Felices Años Nuevos en Valparaíso

Las 2 caras de la más espectacular fiesta pirotécnica de Chile

año nuevoMe crié con el Año Nuevo en el Mar en Valparaíso, uno de los espectáculos más rutilantes a nivel mundial, situado entre los 10 más atractivos, sin dudar de esa afirmación, que no es una premisa que se instala sin mayor argumentación.

¿Su mayor imán? Sin dudarlo es su escenario, la majestuosa bahía porteña y su enorme anfiteatro configurado por los 42 cerros que le rodean, según los cuantificó mi recordado profesor Renzo Pecchenino (Lukas) quien, enamorado de la ciudad, sus caprichosos recovecos, y su encaramada configuración, la dibujó desde sus múltiples ángulos y la captó como el más incondicional porteño a pesar de su origen italiano.

Tendré nuevamente el privilegio de presenciar esta fiesta pirotécnica desde una excepcional ubicación, como ha sido casi todos estos últimos años, como ha sido desde mi niñez, cuando desde sitios no tan excepcionales, disfrutábamos por igual esta fiesta pirotécnica porque desde un horizonte más amplio, la visión es igualmente espectacular.

Sí,  cualquier ubicación, lejana, cercana, este balcón natural que es Valparaíso, da marco a esta esplendorosa exhibición de fuegos de artificio.

Ha habido años en que este espectáculo ha navegado por condiciones difíciles como es el invasivo viento- propio también de la zona costera- o por cuestiones sociales como este 2018 que se va y cuando el Año Nuevo en el Mar fue amenazado por un conflicto laboral, una intimidación que nunca debió manifestarse a pesar de las justificaciones que implicaban las demandas de los trabajadores.

A futuro se asomarán otros desafíos para este espectáculo. Ya se expresan razonamientos ecológicos y de consideración con los animales (Valparaíso es una ciudad de perros y gatos en abundancia, son los acogidos  integrantes de una ciudad a real escala humana). Ya veremos si eso prende y se impone contra la fascinación que la naturaleza humana tiene con la pirotecnia.

Si supieran cómo se manifestaba la llegada del Nuevo Año en Valparaíso hace algunas décadas,  les produciría soponcio a los amigos de buscarle las 4 patas al gato para establecer normas o enfangar una tradicional fiesta que es apenas 20 minutos una vez al año y que sitúa a Valparaíso entre los acontecimientos de mayor nivel internacional.

Porque en los cerros, cuando aun no se prohibía el manejo de fuegos artificiales, la fiesta era en cada calle de Valparaíso, cuyos habitantes tienen la tradición de celebrarlo a cielos abiertos, en los estrechos pasajes, y en cada sinuoso rincón de la ciudad.

Era el tiempo de los guatapiques, los cuetes, las bengalas, las espectaculares y riesgosas bombas, las inocentes estrellitas y las peligrosas “viejas”.

Estas últimas, una especie de artificio en forma de habano, se encendía, se lanzaba al suelo iniciando un veloz recorrido en medio de los niños que jugaban a esquivarlas. Personalmente tenía fascinación por las viejas, eran un desafío. Creo que de tanto sortear las viejas, me ayudó entre otros factores a enfrentar obstáculos con resiliencia.

De mayor envergadura eran las llamadas bombas que se instalaban al medio de la calle, se encendían y todos corríamos a buscar refugio para resguardarnos del ruido y las esquirlas.

Una fiesta placentera que por cierto tenía su lado oscuro. Porque en el negativo saldo de esta fiesta pirotécnica urbana eran múltiples los incendios que amenazaron y llegaron hasta las vivienda en la parte alta de la ciudad.

Un segundo balance negativo fue la enorme cantidad de niños quemados y otros tantos malogrados con los cuetes o “empanadas” que guardaban en los bolsillos.

Personalmente tuvimos la fortuna que nada nos ocurrió en estos febriles Años Nuevos que los disfruté como niña, cuando jugábamos a cruzar la calle en medio de las viejas, cuetes y bombas.

Pasados los años, ya profesional, la conciencia de ese lado oscuro de esta fiesta pirotécnica la viví reporteando los días 1 de enero los nefastos resultados de incendios y niños quemados. Fue la pérdida de la inocencia de mis felices años nuevos de la infancia.

Por alguna razón, como periodista siempre caía en el turno de ese festivo y sabía que las dos principales fuentes de cobertura eran las unidades policiales y los servicios de urgencia de los hospitales.

Lo más fuerte de ese trabajo periodístico fue llegar a una humilde vivienda en la parte alta de Viña del Mar, donde sus moradores no alcanzaron a rescatar a una guagua de 4 meses que yacía inerte en una cama. Fue muy impactante mirar ese niño que debía estar pletórico de vida, que descansaba como durmiendo, pero algo en su semblante delataba que  allí no había vida. Guardo esa imagen como si la hubiese experimentado recién.

La historia oscura de los Años Nuevos en Valparaíso registra también un gran incendio de madrugada en la Barraca Schulze de Avenida Brasil, donde  se mantenía oculta en un local colindante de la Dirección de Vialidad una cantidad considerable de material explosivo. Según los registros, el origen del siniestro fue una bengala que encendió la chispa y la tragedia fue la irresponsable ubicación del letal pertrecho.

Según los registros, los fallecidos sumaron 50, en su mayoría  voluntarios, unos 350 heridos y daños en un radio de 5 cuadras de la parte baja de Valparaíso.

Hoy se hace un llamado para no prender y elevar las denominadas farolas del deseo que en un artículo anterior relaté nuestra riesgosa experiencia al caer sobre nuestro balcón y habernos expuesto a un incendio que por una solidaridad de vecinos, característica de Valparaíso, no pasó a mayor daño.

El lunes será de fiesta, porque recibimos un Nuevo Año y despedimos con alegría el que se va. 2018 ha sido más de agraz que de dulce para Chile, si hasta lo despedimos con irracionales actos de violencia, un desafío pendiente para el periodo que se inicia.  Las intenciones debieran ser que junto con vivir con alegría y responsabilidad esta fiesta tradicional, cada uno haga su aporte en un país que muchos países vecinos observan con admiración,  pero en el cual hay muchos retos para hacer de Chile una nación aun mejor y más amigable.

¡Feliz 2019¡

Para todos aquellos que no han leído mis  artículos sobre viajes, con los cuales no he podido tener la persistencia deseada, les adjunto mi primer texto de esa sección que no podía ser sino Valparaíso, donde guardo una añorada visión de mi ciudad de origen. Les invito a leerlo.

 

Valparaíso: Puerto Único

 

Susana Pozo Pizarro, es Periodista (UCh), Magíster en Información Económica. A nivel profesional ejerció en formatos de Televisión, Radio, Periódico y Revista. También se desempeñó en Comunicación Corporativa y culminó su carrera como Editora y Columnista del sector de Economía en Diario “El Mercurio” de Valparaíso. A nivel académico ocupó cargos en la Universidad de La Serena como académica, Directora de la Escuela de Periodismo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas. En 2008 recibe el Premio “Elena Caffarena” que otorga el Gobierno para reconocer a mujeres destacadas en su ámbito profesional. Hoy es columnista del Semanario “Tiempo” de La Serena y maneja este sitio para analizar la actualidad así como otros temas de interés. Nos estamos acercando a 1.800 seguidores en twitter y un número significativo que nos siguen a través del contacto directo y de correos. Nuestro interés es otorgar análisis independiente y acogemos comentarios que pueden observar enfoques distintos y opuestos al nuestro.

Susana Pozo – who has written posts on Agenda Alternativa.


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