¿Por resignación ante la naturaleza?
Fue un mal comienzo para Valparaíso con esta nueva tragedia que deja como saldo aun en desarrollo más de 140 viviendas devoradas por las llamas y más de 2 centenares de familias a la intemperie. Y no será el último mal inicio para el puerto cuyo valor patrimonial no han sabido aquilatar las autoridades de pe a pa, los de izquierda, los de centro y de derecha.
La sede parlamentaria es el edificio menos integrado a la ciudad, partiendo por su discordante arquitectura implantada tal vez con inspiración de maqueta cinematográfica, un remake de “Cleopatra” bien podría ocupar estas locaciones que están destinadas a pensar en el país y por qué no, a sensibilizarse con la ciudad que les acoge y que a juicio de Unesco no es una más del paisaje urbano del país.
Pero eso no sucede con parlamentarios que están a contrapelo en Valparaíso y han generado una suerte de relación farisea entre el Parlamento y la ciudad.
Los congresistas y los ministros llegan , todos con sus respectivos séquitos y sus programados cánticos de luchas políticas al palacete para aislarse de la pobreza y la miseria que está frente a sus ojos y luego levitar ciegos, sordos y mudos.
Trascurrida anoche lunes la tragedia, surgían voces desde diversos frentes para ir en solidaridad con quienes lo perdieron todo. Ni una voz de los vecinos afincados en el palacete se escuchó para levantar un liderazgo y proponer un proyecto que ponga fin a la seguidilla de tragedias que ha encarado este puerto.
¿Es posible tanta indiferencia con el entorno donde trabajan, particularmente proviniendo desde una institucionalidad que debe estar sintonizada con los problemas endémicos del país?
Las tragedias e incendios en Valparaíso son una constante que demanda soluciones radicales en prevención y no en reacción.
Con seguridad algunos de los congresistas logró privilegiada vista para presenciar los juegos pirotécnicos en la bahía el día anterior. Ninguno presenció esta otra pirotecnia que dejará una estela de carencias. No la vio ni le mereció comentarios.
A estos siniestros no sólo confluye la naturaleza, la temperatura y los vientos. Se incorporan al desastre la imprevisión, la descoordinación, los compromisos incumplidos del desastre anterior y los mismos vecinos que encienden fogatas, a pesar del historial ígneo de la ciudad.
Porque también debe existir autocrítica en la cultura y el comportamiento ciudadano.
Hasta en la “novedad del año” hubo irresponsabilidad vecinal. Los artefactos con marquetero nombre de “Globos de los Deseos”- cuya venta está prohibida- surcaban la noche porteña, elevándose y luego cayendo en cualquier sitio.
El riesgo lo experimentamos personalmente, porque trascurridas las 23 horas del término del año, cayó uno sobre el balcón del departamento donde nos encontrábamos, iluminó entera la sala y debimos correr a desviarlo hacia el cemento, en tanto nuestros vecinos nos golpeaban desesperadamente la puerta para avisarnos.
Es la solidaridad tan potente que se observa en Valparaíso frente a la tragedia.
Pero las ciudades no pueden recuperarse a fuerza de solidaridad y de la extraordinaria resiliencia del porteño y por eso dejar trascurrir nuevas tragedias. Entre los damnificados de este siniestro había porteños que por tercera oportunidad tendrán que recuperarse de la ceniza en que quedó convertida su casa y anoche ya estaban dispuestos a levantarse una vez más.
La “mesa” estaba dispuesta y servida ayer en la tarde para que la tragedia de desatara en cuestión de minutos.
Dejamos Valparaíso a las 14:30 horas cuando la ciudad procedía a tomar un ritmo más calmado tras las fiestas que en Valparaíso en esta fecha son intensas, públicas y colectivas. Y aunque aun el fuego no brotaba con llamas que al final alcanzaron modestas viviendas, una hora más tarde, el desastre ya estaba incontrolable.
Los 2 días anteriores el viento tomó intensidad en horas de la tarde, nunca al extremo de los verdaderos huracanes que suceden en Valparaíso que si vas contra ellos, resulta difícil avanzar y si vas con ellos, virtualmente te empujan. Pero la víspera de Año Nuevo y ayer el viento sobrepasaba los 50 Kms. por hora y esa es una velocidad media sin toda la energía que logran alcanzar, y sin embargo no amainaban las elevadas temperaturas, indicios ambos de una gran posibilidad de incendio.
Este siniestro, al igual que todos los anteriores, es crónica de un incendio anunciado y ya no es presentable desde la institucionalidad responsable salir del paso con programas de recuperación, reconstrucción, subsidios y otra retahíla de soluciones parches que luego son presentados como logros del ejercicio.
Con los incendios desaparecen recuerdos, esfuerzo, pasar el trauma de perderlo todo, vivir en la precariedad y tener que partir de cero, como si la vida anterior no hubiese significado nada.
La tardía concurrencia de la institucionalidad y la carencia de insumos básicos para enfrentar el fuego dan cuenta que en todos estos años las autoridades han sido incapaces de diseñar al menos un plan de crisis que implicaría un protocolo organizado, coordinado e internalizado en el personal de emergencia para responder a acontecimientos de esta envergadura. Junto a una campaña educacional a la población y una amplia supervisión en el control de elementos que concurren como factores concomitantes en el desarrollo de estas catástrofes.
Nada de eso se observa en el plan de trabajo y al parecer no preocupa que Valparaíso desaparezca, presa de las llamas y como resultado de la indiferencia y el irritante centralismo como política de Estado.
Inquietante resulta que por segunda vez, en el lapso de un sexenio, los medios de prensa escrita- incluidos los internacionales- debieron reemplazar la tradicional foto de portada con la bahía de Valparaíso y su espectacular fuego pirotécnico por esta otra piromanía crónica.
Se repitió así en este puerto la tragedia de hace 64 años, cuando una explosión en la Barraca Schulze de calle Brasil, ocurrida en la madrugada del 1 de enero de 1953, dejó un saldo aún más trágico, 40 muertos, 36 de los cuales pertenecían al voluntariado de Bomberos.
Desde esa fecha, seguramente se pronunciarán frases del “nunca más” que tal vez se las lleva el huracanado viento, uno de los tantos culpables de este Valparaíso en sus permanentes encuentros con el abrasador y destructivo fuego.
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