Mientras gran parte del país soñaba con un liderazgo en el balonpié, la OCDE nos situaba como la nación con mayor desigualdad de ingresos entre ricos y pobres. Pero dolió más que la “Roja” perdiera, que lamentar este otro indignante liderazgo. Penoso.
El análisis OCDE llama la atención sobre el impacto que ha tenido en sus países miembros la recesión económica para acentuar esta inequidad.
Es cierto, las crisis son terreno propicio para que los más ricos incrementen aun más sus ingresos y los pobres avancen en mayores carencias.
Pero sucede que Chile ha sido uno de los países Ocde con menor impacto en su Economía por efecto de la prolongada crisis que estalló con la burbuja inmobiliaria y continuó con la debacle de la Zona Euro. Mientras todos los países integrantes se desplomaban, nosotros trepábamos en Crecimiento.
¿Y qué nos está pasando entonces? Muy simple, con o sin crisis, Chile padece una calamidad endémica, las diferencias salariales, como consecuencia de la calidad del empleo, pero principalmente, de no hacernos cargos sobre cual debiera ser la base de un ingreso digno, el denominado salario ético.
El informe OCDE sustenta que “la forma más prometedora de atacar la desigualdad es más que nunca por la vía del empleo”.
Agrega que es fundamental invertir en la fuerza laboral desde la infancia a través de la educación formal, hoy en debate por su mala calidad: ese es el otro eslabón.
El documento acusa que las economías emergentes adolecen de una enorme cantidad de sectores informales en ocupación, con trabajadores fuera del sistema de protección social, empleos mal remunerados y baja productividad.
Por tanto, progresar en igualdad supone contar con políticas públicas eficientes en educación y trabajo, compromiso de los gobiernos, y empresarios- los privados- más conscientes de ser realmente distributivos en la rentabilidad de sus corporaciones. Esto último supone una actitud ética con quienes contribuyen con su trabajo a rentabilizar el capital.
La OCDE reprueba además entre los emergentes las disparidades considerables de salarios entre grupos étnicos, en las regiones, entre las poblaciones rurales y urbanas y los trabajadores migrantes. Todas estas malas prácticas se evidencian en Chile.
Afirma también el documento que el crecimiento económico no es eficaz soporte para disminuir la desigualdad y actúa en sentido contrario, y también fracasa la política indignamente denominada de “chorreo”.
Sí, todo lo anterior no ha funcionado en Chile como estrategia para reducir la desigualdad.
La organización advierte que este clima exacerba la movilización social.
Todo eso lo sabemos y lo experimentamos. Por tanto ¿cuándo atinaremos para echar marcha atrás con la codicia, la acumulación pecuniaria exacerbada y procederemos a aplicar políticas efectivas para combatir estas indignantes inequidades?
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