Varias conclusiones es posible precisar a propósito de la agenda energética que el gobierno anunció la semana reciente.
El proyecto apunta en una multiplicidad de direcciones, coherente con la miscelánea de intereses, muchos antagónicos, que intervienen en este sector vital en el desarrollo.
Precisamente la contraposición de intereses ha sido la causa del inmovilismo en los últimos años. El proyecto de Bachelet traza una ruta en prioridades y objetivos y plantea normas claras para el avance del sector que podrían llevar a anular esta preocupante inercia.
Por tanto, será trascendental lograr que todos los actores- algunos irascibles, como los ambientalistas- comprendan que no es posible mantener el statu quo en este sector sin pensar que el país compromete su progreso.
¿Cómo hemos logrado seguir creciendo a pesar de esta inerte matriz energética?
Muy simple, con un elevado costo tarifario y consecuentemente con una evidente pérdida de competitividad porque la energía representa un insumo de peso en el precio final de los productos. En un país con una economía sustentada en las exportaciones, este freno ha sido casi un harakiri.
Ergo, de continuar con similar inmovilismo iremos por un mayor despeñadero en competitividad y mayores importes.
Sufrimos el castigo de costosos combustibles, y también de un oneroso precio en electricidad: los ajustes han sido de un 20% en los últimos cuatro años en tarifa domiciliaria.
La propuesta del Ejecutivo plantea mayor participación de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC).
Acertadísimo sería que nuestros recursos limpios (sol, agua, viento, biomasa, mareomotriz) asuman protagonismo, porque además de una producción más pulcra, avanzaríamos en menor dependencia de las importaciones. Significa no exponernos a episodios como la suspensión de gas argentino y la mezquina decisión de Evo Morales de impedir la reexportación de combustible boliviano a Chile.
Unir el Sistema Integrado del Norte Grande (SING) y el SIC (Sistema Interconectado Central), que en conjunto concentran casi el 98 % de la columna vertebral en materia de generación eléctrica, representa una apropiada asociación e integración país.
En definitiva, una pertinente carta de navegación que ha sido bien acogida por el sector empresarial.
Uno de los grandes desafíos será el trabajo con las comunidades y las alianzas en un nuevo trato que incluye compensaciones por instalación de proyectos. Tema crucial.
No sólo es necesaria la estrategia de la compensación y el convencimiento comunitario. Se requiere una vigorosa campaña de educación y ahorro energético de la población, un elemento ausente en la propuesta.
En estos aspectos, alcanzará especial relevancia el Convenio 169 de la OIT, que demanda la consulta cuando se instalan proyectos en tierras indígenas. Este será un desafío, indudablemente.
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