Nuestra lejana aspiración a ser el Rey de Los Aeropuertos
Quién, entre quienes tenemos la fortuna de viajar mucho, no ha vivido alguna “historia” de aeropuerto.
Creo que todos, porque aun cuando esa aventura transcurra sin incidentes, hay que enfrentar tediosas filas, asientos con tapices desgastados y/o sucios, con una antesala que nada debe envidiar a un modesto consultorio de salud pública. Estoy describiendo al que se supone aspir a ser “el mejor aeropuerto América Latina”, según el ministro de Hacienda.
Este arancel, hoy de $ 14.812 tiene enfrentadas a las aerolíneas y la autoridad aeronáutica porque las transportadoras aspiran a hacer más competitiva la modalidad que hoy opera bajo la siútica denominación de “law cost” (bajo costo).
Las compañías alegan que los menores precios de boletos, están siendo superados por este arancel.
Es cierto, hoy se ofrecen boletos de hasta por $ 10.000 (para desgracia de los buses que están perdiendo competitividad a ese valor) aun cuando lograr este tipo de billete significa a veces pellizcar la luna.
Porque responden a determinadas fechas, destinos y días de la semana, que normalmente a quienes trabajan resultan inalcanzables y seguramente servirán, en buena hora, a retirados de AFPs.
Pero el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés le dio un portonazo a las pretensiones de las aerolíneas para reducir el costo del embarque porque dijo que “no era el momento para revisar las tasas de embarque”.
Tiene razón, su elástica billetera ya no se estira y hay que mantener los impuestos directos como éste, si ya sabemos que la Reforma Tributaria no dio para las crecientes demandas que surgen en época electoral.
Valdés dijo que la aspìración del principal terminal aéreo- Pudahuel o Merino Benítez- es “ser el mejor de Sudamérica de nuevo”.
Para esa pretensión, el Gobierno, efectivamente debería elevar las tarifas, porque a Pudahuel le falta muuuucho para constituirse en un líder y si eso quieren hacerlo con el bolsillo de los pasajeros, habrá que preguntarse por qué no echan mano a las contundentes recaudaciones que las arcas fiscales reciben por la actividad incesante que se produce en el principal aeropuerto, no sólo por el alza considerable en el movimiento de vuelos domésticos e internacionales: cada espacio de ese terminal significa que suena el chanchito del Gobierno y el de la concesionaria a cargo de su administración, un holding que administra 60 terminales en el mundo.
A menos que el Gobierno haya negociado mal este rentable negocio.
Los puntos negros del terminal son muchos, por ejemplo el colapso sufrido en el verano, cuando la fila de usuarios para ingresar a los controles excedía la sala asignada, continuaba por el sector de los counters y había que formar una “culebra” para no quedar al aire libre.
Nerviosos extranjeros no acostumbrados a descomunales filas y con horas de embarque acotadas enfrentaban esta subdesarrollada caravana para llegar a su punto de embarque.
La visión que se llevan los visitantes no es la del “mejor aeropuerto de Sudamérica”.
La mayor mácula de Pudahuel se registró en 2014, cuando el aeropuerto que aspira a ser el mejor de Sudamérica fue escenario del robo del siglo, con delincuentes que traspasaron las barreras de seguridad, inmovilizaron al personal de las pistas y se llevaron cuantioso botín que hasta hoy no ha sido recuperado, en tanto parte de la banda escapó al extranjero.
Tal vez permanecieron en la losa y se embarcaron esa misma mañana en el primer vuelo fuera de Chile.
Ese único episodio anula toda posibilidad de sostener lo expresado por el ministro, porque los delincuentes demostraron que aunque los viajeros paguemos una de las tasas de embarque más elevadas, no nos garantiza seguridad y que en una de esa viajemos con personas y adminículos indeseados.
Las informaciones del verano 2016 daban cuenta de un colosal aumento en el flujo de pasajeros por Pudahuel con respecto al año anterior. Fue un estío donde escasearon las escalas- olvídese de mangas- pero también nos sucedió en pleno invierno que debimos aguardar cautivos en un avión por ¡45! minutos por falta de una escala o bus, nunca se nos informó. Fue lo mismo que se prolongó el vuelo procedente de La Serena: pudieron haber ido a comprar una escalera a la ferretería.
En los primeros 10 minutos todos estaban muy contentos al interior de la máquina, pero se generó la dinámica propia de estas circunstancias: primero chistes, bromas y después vinieron zapateos y silbidos, nada muy edificante para exhibir ante turistas foráneos. Eso, en “el aspirante al mejor aeropuerto de América Latina”.
Ese terminal y cualquiera de una ciudad importante es una maquinita generadora de dinero. Piense que por cada pasajero cancela $ 15.000 y el flujo anual está estimado en 20 millones de usuarios. En los primeros 5 meses de 2017 se han contabilizado más de 9 millones de transeúntes.
Pero tal vez ese el menor ingreso. Porque siga sumando: locales comerciales vendiendo bagatelas diversas, y otros negocios de menestras de alimentos, escorados a la chatarra, completos congelados y dulces ultraazucarados. Añadamos el pago de aerolíneas por sus espacios y servicios asociados al despacho de pasajeros.
Sigamos sumando: área de estacionamiento, donde se hace presente el reino de la desigualdad: parqueaderos de distinto pelaje, de acuerdo a si tienen techo, están a pleno sol y a la distancia para llegar a los concurridos counters. Un total de 4 categorías, dependiendo cuanto Ud. puede desembolsar por tener el auto a la mano.
En un estacionamiento protegido, permanecer un día aparcado, tiene un costo de $ 23.000. Este valor no significa que la rotatividad en ese espacio puede generar aun mayor rentabilidad.
Sigamos agregando: las 2 concesiones hoteleras. Estuve en uno de ellos, bien malo el servicio, para su costo. El ministro va a tener que pedir elevar la calidad si es que aspira a “ser el mejor de América Latina”.
El Informe Global de Competitividad, nos sitúa en el puesto 36 este 2017. Y Skytrax, al medir los terminales de la Región no nos menciona, en tanto los 5 primeros sitiales se los asigna a Bogotá, Lima, Quito, Guayaquil y Panamá
Continuemos: los servicios asociados en empresas de exportación y otros rubros, también significan más entradas.
Y por último, y tal vez deje fuera algo: el servicio de taxis. Esa es tierra de nadie. Al salir, le espera un enjambre de abejorros ofreciendo servicios que Ud. ignora si son truchos o no.
¿Por qué no se estructura un Centro de Información que de garantía al pasajero?
Llegue Ud. al Aeropuerto de Barajas (Madrid) o el de Italia (Fiumicino) o cualquiera de Europa: en cada recodo tendrá un funcionario a quien preguntar y ratificará lo bien informados que están.
En Fiumicino en el Centro de Informaciones le entregan todas las alternativas de desplazamiento y los horarios de trenes que lo llevan a distintas ciudades de Italia, hasta explicando al viajero cuánto tarda en llegar al terminal que está ahí, a mano, ni tan lejos, dentro del aeropuerto.
No soñemos, retornemos al postulante al “mejor aeropuerto de Latinoamérica” según el ministro. Quedamos en los abejorros, muchos de los cuales han estafado y robado a desprevenidos extranjeros que llegan ingenuamente pensando que pueden subirse arriba de cualquier auto. Cero advertencia en pantallas- mire que fácil- de cómo acceder a un servicio oficial y seguro.
En Madrid, Barajas tiene un UNICO servicio de taxis, además de los buses y Metro. Hay UN solo funcionario distribuyendo a pasajeros que aguardan en UNA ÚNICA fila rápida porque hay mucha disponibilidad de vehículos y UN solo precio para el sector que Ud. vaya. En Santiago tenemos precios diferenciados dependiendo del pelaje de la comuna a que se dirija y si le llevan por “la Costanera” o por la jungla de la Alameda, si son 2 o 4 pasajeros y cuantas maletas porta.
Y en materia de taxis oficiales, también operan las categorías: con techo amarillo con taxímetro, y hay un segundo servicio para los acomplejados, que quieren salir del aeropuerto en un lustroso auto azul, sin olor a taxi. Estimados visitantes extranjeros, han llegado al país rey de la desigualdad, donde lo miden hasta por el auto en que se desplaza.
Los taxistas oficiales me han contado- eso dicen ellos- que por cada vuelta representa un valor para el concesionario. ¿Será así? ¿Estará establecido así? ¿Quién controla eso?
A los taxistas que hacen servicio nocturno se les tiene asignado un container como refugio. ¿Será suficiente en “el postulante a mejor aeropuerto de América Latina”?
¡Con todos estos negocios asociados ¡cómo suena la calculadora del ministro Valdés que a falta de abundante caja fiscal por Reforma se ensaña con los visitantes que llegan al país¡
Ahora, ni hablemos de los aeropuertos o aeródromos de regiones, aquellas que somos el patio trasero de la Metropolitana. Esas son otras historias.
Cuatro botones para la muestra.
Recuerdos lejanos del Aeródromo de Chamonate en Copiapó, aunque ya en estaba el auge del embarques de primores en el despertar de la Agricultura nortina.
El de Chamonate, hoy destinado a instrucciones y emergencia, era el aeródromo tío-abuelo del actual Aeropuerto Desierto de Atacama y consistía en una simple pista en medio de un árido paisaje, donde nos mecía el viento desértico a la espera de un pasajero.
Tardó muchos años Copiapó en conseguir algo más que una pista ya que el terminal actual data de 2005, eso aun pesar de toda la riqueza que se ha extraído desde Atacama.
El Aeropuerto de Balmaceda, donde recuerdos lejanos nos evocan estructuras tipo hangares que entiendo no han cambiado mucho.
Isla de Pascua, donde nos recibieron con movimientos de caderas y collares de flores, tenía de aeropuerto hace algunos años una estructura simple, tal vez demasiado para un destino internacional. Allí compré la Coca-Cola más cara que he bebido.
Y por último la terrorífica experiencia vivida en Punta Arenas, donde llegamos en una gélida mañana del mes de julio, pleno invierno, invitada por Enap para visitar las petroleras submarinas, otra experiencia vertiginosa para quienes sufrimos de vértigo.
Fue al año siguiente del llamado “terremoto blanco” sufrido por Magallanes.
Ya desde la ventana en minutos previos al aterrizaje, después de un mareador y extraño giro de la máquina, divisamos la pista cubierta de un hielo que con sólo mirarle, dolían los dientes, pero el piloto, ídolo él, completó un movido pero correcto aterrizaje.
Y cuando pensamos que habíamos pasado la peor prueba, se abrieron las puertas y…¡¡¡no había manga¡¡¡¡
En su “reemplazo”, un funcionario con un fosforescente chaleco llamaba nuestra atención y nos dirigía advirtiendo: “despacito, despacito, despacito”.
¿Despacito? Nuestros calzados igual se deslizaban como en pista jabonosa en ese terminal que forma parte de la red asociada al “mejor aeropuerto de Sudamérica”.
¿Cómo es posible que, si bien esta experiencia fue hace algunas décadas, Punta Arenas, con el rigor del clima y las condiciones de pista no contase con una manga y exponer a los pasajeros a sufrir caídas? ¿Habrán dotado a esta lejana región de una decorosa manga? No lo sé.
Cosas de Regiones, en el país que busca tener ¡el mejor aeropuerto de América Latina!
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