Hemos comenzado a descubrir la Dignidad
El escritor argentino Ernesto Sábato fue un visionario en el proceso que hoy vive el mundo. porque a él se le atribuye la frase que “al parecer, la dignidad humana no estaba prevista en el Plan de Globalización”.
¿Quién puede hoy discutir esa afirmación? En su tiempo, es propia de un pensador contemporáneo que nos dejó novelas que bien vale la pena leer, pero también ensayos que impidieron un mayor desarrollo de su gran veta en el género ficción. Y eso porque fue un argentino muy involucrado en los acontecimientos del devenir político trasandino y del mundo.
Por eso, no extraña que él tuviese una visión negativa sobre la Globalización que como todo proceso humano, es defectuoso y tiene el sello del lucifer que llevamos dentro.
Un pequeño asomo a la Dignidad, acorde con la estrechez de espacio que demanda toda columna, hicimos en nuestro último texto que semanalmente publicamos en Semanario “Tiempo” y apenas alcanzamos a mencionar algunas manifestaciones en nuestra cotidianidad que atentan contra la Dignidad. Ejemplificamos en Colonia Dignidad, enclave donde lo más ausente fue la dignidad.
Hoy, como ayer lo hicieron los colonos de “Dignidad”, los habitantes de Chiloé luchan por su dignidad, así como podría hacerlo cualquiera de las regiones que han sido postergadas en sus aspiraciones y en sus necesidades de mejor calidad de vida.
Sobre la postergación que vive el resto del país que no sea la Región Metropolitana tratará la próxima columna que publicaremos el viernes 13 de este mes en el Semanario “Tiempo”.
El tema de la Dignidad es vasto en su análisis: una cuestión filosófica y de implicancias éticas. Y que se expresa en una multiplicidad de comportamientos.
Dirigentes del movimiento chilote han señalado que “no desean ser la puerta trasera del país” y con esta frase han levantado una postura ligada a la Dignidad.
Por coincidencia, la columna publicada la semana pasada convergió con el lanzamiento de la Campaña 2016 del Hogar de Cristo para sumar socios y cuyo lema invita a “enojarse e involucrarse por un Chile más Digno y más Justo”.
Así, se percibe que los chilenos han comenzado a estimar la Dignidad como un valor que desean en la consideración y en las decisiones que emanan de autoridades, líderes, empresarios, políticos, en tanto, coherentemente, aumenta el rechazo al abuso o a prácticas de privilegio. Dignidad y Abuso no son compatibles.
En definitiva, la ciudadanía pide que la igualdad que se ha proclamado hasta hoy como eslogan, se exprese como un principio básico en decisiones de políticas públicas y en prácticas privadas.
Sí lamentamos que quienes estén por nacer en los años próximos tendrán menos dignidad porque una ley permitirá interrumpir su derecho a la vida. Y esa es una incoherencia con las presiones de la sociedad por más dignidad, porque en contradicción resta dignidad a la más indefensa de las criaturas.
Tras este contexto, les invito a leer la columna publicada en el Semanario “Tiempo” de la semana reciente.
Colonia Dignidad
Publicada en Semanario “Tiempo” el 06 de mayo de 2016
Colonia Dignidad recorrerá las salas cinematográficas mundiales y aunque ya ha decepcionado a la crítica por no reflejar los monstruosos episodios allí ocurridos, permitirá a los chilenos recordar esa sistemática violación a los Derechos Humanos.
Ya reflexioné sobre cuán indigno era el nombre de ese emblemático enclave donde lo que menos se hizo presente fue la dignidad.
Jóvenes y niños fueron avasallados en todas las dignidades que no debieran ser motivo de atropello: su cuerpo, su pensamiento, su libertad.
Como una ironía, su líder, el siniestro Paul Schaefer, terminó apelando a su propia dignidad y pidiendo respeto a su ancianidad. Qué patético.
Si la película resulta un simple bodrio fílmico, que no es digno de verse, también Alemania y Chile no han actuado con dignidad porque no han pedido perdón por no haber cautelado la dignidad de una población.
Un principio básico en una sociedad que se estime desarrollada y democrática es resguardar la dignidad de sus ciudadanos, porque a partir de tal fundamento es posible construir un país con calidad de vida.
Pero la dignidad no retornó a Chile porque se desarticuló esa colonia y dejamos atrás la dictadura.
Hoy se observan preocupantes brotes de tratos indignos.
Primero reconozcamos que miseria, pobreza extrema, riqueza excesiva y corrupción no aplican en una convivencia digna.
La desigualdad existente no es compatible con la dignidad ciudadana.
Ancianos, animales, niños y el propio medio ambiente han sido objeto de un trato indigno.
El diputado que brindó grueso epíteto a un empresario atropelló su propia dignidad y falló en lo que la ciudadanía le encomendó: legislar para que aquello que estima indigno no se exprese.
Pero también sería más digna la actuación del empresario si diera explicaciones al país y no se focalizara en victimizarse y responder al parlamentario.
El trato que otorgó un conglomerado a una funcionaria de Servel, simplemente por aplicar la norma, no se ajusta a lo digno.
Listas de espera y prolongada permanencias en consultorios no configuran un trato de respeto para enfermos.
Ancianos recibiendo pensiones de hambre y trabajadores con sueldos que no cubren sus necesidades básicas integran también esta nómina indecorosa.
Sumemos quienes aún viven en campamentos, o en poblaciones convertidas en farwest o estigmatizadas por el imaginario de descalificar por el sector en que se vive.
Políticos financiándose de empresarios que luego demandan la vuelta de mano no actuaron de forma digna.
Agreguemos reos hacinados en cárceles sobrepobladas que en encuesta gubernamental lideraron como el trato más indigno.
Pero también la delincuencia es indigna con su actuar violento y usurpador.
Las redes sociales muchas veces exceden el trato digno que todos merecen.
La dignidad, si la integramos en nuestro comportamiento, tendríamos un mejor país.
Mire que fácil.
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