“Séptimo” está muy lejos de los méritos del “El Hijo de la Novia” y de “El Secreto de sus Ojos” y cómo no si estas dos cintas llevan el prestigio insuperable en que se ha situado en su país el director argentino Juan José Campanella.
Agreguemos que “El Secreto de sus Ojos”- que combina magistralmente el suspenso de un caso criminal y el drama de un amor contenido y no expresado- logró conquistar para la filmografía argentina el Oscar a la Mejor Película Extranjera (2009).
En “El Hijo de la Novia” se mezcla el inevitable deterioro de la vejez, el sólido amor de una pareja madura y el dilema de un hijo adulto que debe lidiar con sus propios conflictos y el compromiso afectivo con sus padres. Todos ingredientes de un relato que en manos de Campanella, la actuación de Ricardo Darín y la magnífica Norma Aleandro, dan por resultado una película digna de ser repasada una y otra vez.
“Séptimo” comparte con las dos anteriores a su protagonista: es la nueva película de Ricardo Darín y el taquillero actor argentino también es una marca que consigue imponerse por sobre los menores resultados que puedan presentar los filmes en que participa.
Y “Séptimo” se sitúa en este contexto: lenta y con escasa intensidad para el tema que trata, es evidente la menor eficacia del director- Patxi Amescua- quien hizo descansar todo el peso del relato en los méritos de Darín quien siempre llenará pantalla, a pesar de la menor destreza en dirección.
Este filme no ha recibido buena crítica porque no logra imprimir vehemencia al relato que se mueve entre pasajes de escaso ritmo y otros de mayor intensidad pero que nunca logran el tono y la altura que merecía el tema.
“Séptimo” ha sido promocionada como un thriller y eso también explica la decepción de la crítica que exige de este género vigor en el relato, angustia e inestabilidad en los protagonistas. Nada de eso ocurre, sólo a un compás irregular en Darín, aun cuando se explica al concluir el filme la pasividad de su coprotagonista, la española Belén Ruedas.
A mi juicio, esta cinta se inscribe más en un drama de la vida cotidiana, un comportamiento que se expresa con mayor frecuencia de la que quisiéramos para beneficio de una sociedad sana. Si su promoción se hubiese planteado en esa dirección tal vez hubiese recibido más aplausos de la crítica.
Da la impresión que un factor coadyuvante a sus discretos logros residen en que hubo economía en su producción: con mayoritarias escenas interiores, en circunstancia que es recurrente en los thrillers concentrar abundancia de exteriores.
El problema además de “Séptimo” es que quienes somos seguidores de Ricardo Darín llegaremos al cine con una disposición de alta exigencia a que nos acostumbramos con las dos cintas ya mencionadas y otras de su trayectoria. Este actor está siendo- al igual como sucedió con Robert de Niro- cautivo de su propio prestigio: la crítica no le perdonará propuestas menores, será menos benevolente que sus seguidores.
No anticiparé la trama: le pertenece al espectador y en este caso en particular cualquier adelanto es restar el suspenso que aunque débil se expresa en la cinta.
Pero no dejemos de lado el principal mérito de “Séptimo”, además de la presencia de Darín, y es que se inscribe en una propuesta latina, argentina, para contrarrestar la saciedad de filmografía gringa, con una gran mayoría de menores logros que esta película que nos acerca a nuestra cultura.
En ese contexto es una cinta “limpia” de los excesos propios que se observan hoy en cintas atiborradas de efectos especiales.
Desafortunadamente, no hay respuesta masiva para estos largometrajes. En La Serena ya se exhibe en única función nocturna con escaso público, señales inequívocas que pronto saldrá de cartelera. Lamentable.
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