España ha dominado las portadas y las agendas de noticias internacionales de esta última semana, tras el anuncio del Rey Juan Carlos para abdicar en favor de su hijo, quien se convertirá en Felipe VI cuando este mes sea coronado como soberano de esa nación.
Se ha dicho que este anuncio fue sorpresivo. No lo fue tanto, porque todo el escenario estaba desplegado para que el reinado de Juan Carlos, con el cual se restituyó la monarquía en España, se aproximara a su final.
La edad del soberano, su salud, los escándalos propios y de su prole, hijas e hijos políticos, fueron abonando el terreno que culminó en este anuncio.
Mientras él estaba en África matando elefantes, España y su economía se caían a pedazos. He tenido la suerte en el lapso de dos años de hacer sucesivas visitas a ese país y la economía no logra mejorar. Los ajustes de sueldos son severos y por cierto golpea a los asalariados: de todos los niveles jerárquicos.
Fue un reinado de luces y sombras. Voy a aislar una de sus acciones porque guarda vinculación con Chile y el rol que cumplen estas añejas figuras de la realeza : la política exterior, como representantes diplomáticos de sus naciones.
Todo el boato que aun se le confiere a quienes ocupan monarquías, sigue siendo un poderoso soporte para que ellos cumplan eficazmente la política exterior de su país. Aun se les rinde pleitesía, poderosa facilitadora para el planteamiento de acuerdos y negociaciones.
La monarquía española, viendo que su país se sumía, y aún lo está, en una severa crisis, recordó a sus ex colonias de este continente y así nos llegaron estos embajadores del glamour.
Y por cierto, optaron por aquél país de América del Sur que se encontraba en mejores condiciones económicas. ¿Cuál? Chile, donde ya hace algunas décadas habíamos sido recolonizados por consorcios españoles, a propósito de la etapa privatizadora que emprendió Chile, y hoy muchos holdings hispanos operan como transnacionales en el área de servicio de nuestro país: bancos, sanitarias y electricidad preferentemente.
En esta nueva etapa de la España que se derrumba y las naciones continentales emergiendo, Juan Carlos y su heredero cumplieron eficaz rol, en conversaciones sostenidas con los gobiernos de turno. Nunca hemos conocido los alcances de esas visitas, porque suele suceder en la cobertura periodística de estos acontecimientos, que los medios se dejan encantar por la parafernalia del protocolo y la feria de vanidades que despierta una visita soberana y lo profundo queda postergado en la maraña de reverencias, cocteles y producidas cenas.
Sí se observó una fuerte corriente de empresarios europeos acompañando estas embajadas de la realeza.
Tras este paréntesis en sus relaciones con Chile, retornemos a la situación interna de España y digamos con respecto a la abdicación de Juan Carlos que él se va con el cambio de paradigmas probablemente, cuando a pesar de las tradiciones monárquicas europeas y específicamente la española, este régimen de realezas, protocolos, privilegios y costos en beneficio de una casta familiar ya está obsoleto y fuertemente cuestionado.
Su renuncia al trono reflotó el debate entre República o Monarquía que hoy se manifiesta en España, en un escenario de tiempos muy difíciles, a consecuencia de la crisis en la Zona Euro.
España es además un país en que se expresa de manera sólida el socialismo en su régimen parlamentario y en un mapa político que hace un gran contraste con esta Monarquía Constitucional pletórica de prerrogativas.
El debate sobre Monarquía o República recobrará fuerza y muchos apuestan a que el futuro soberano puede ser el último representante de esta realeza que probablemente no vaya con futuras épocas.
El anuncio del actual Rey suscitó inmediatas manifestaciones de partidarios de una España republicana y una abolición de la Monarquía. Era un tema que ya estaba instalado.
Estuve de paso por España el verano recién pasado. Apenas fueron 3 días, pero intensos, lo suficiente para ratificar que la crisis que ha golpeado fuertemente a la mayoría de los españoles no ha mermado.
Recorriendo el hermoso casco tradicional de Madrid, ni siquiera la periferia, en ese corto lapso, advertí la ebullición social. Las manifestaciones se repetían frente a instituciones bancarias o en la plazuela que enfrenta la Puerta del Sol, sitio tradicional de reuniones.
Frente a Bankia, la otrora Caja Nacional del Ahorro, los manifestantes- en su mayoría jubilados- solicitaban cárcel para sus ejecutivos, porque estimaban escatimado gran parte de sus ahorros.
Escenas similares ocurrían frente a una de las Sucursales del Banco Santander, donde deudores hipotecarios, ataviados con el tradicional traje listado de reos, pedían también la prisión para sus ejecutivos.
En Puerta del Sol se reunían funcionarios de una subsidiaria de Coca-Cola que en esos días había anunciado el término de sus actividades en España. Significaba añadir otros 1.000 cesantes a la pavorosa tasa de desempleo que en algunos momentos ha sobrepasado en ese país la barrera del 25%.
Un español me relató su drama, que era el de muchos. En los últimos 2 años, su sueldo se redujo a la mitad- de 3.600 a 1.700 euros- y por tanto fue incapaz de continuar cancelando su crédito hipotecario.
Esto último significó que su vivienda se subastó en la mitad de lo que él la había adquirido y, por tanto, quedó sin vivienda y debía continuar cancelando el dividendo.
Por esta situación era que a las puertas de las instituciones bancarias se repetían estas manifestaciones. A pesar de las comprensibles razones tras estas protestas, ninguna de ellas se expresaba en el contexto violento que se observa en Chile. Siempre estaban acompañadas de un discreto contingente policial que no recurría a la represión. Aleccionador para las fuerzas de seguridad y los manifestantes en Chile, que dejan tras su paso una estela de destrucción.
Me generó una sensación contradictoria esa corta visita a Madrid. Como España entera, la capital es una ciudad encantadora, hermosa, vital, señorial. Pletórica de una cartelera cultural de la que disfruté en esos 3 días, y que ya relataré. Pero también palpé el sabor amargo del conflicto social que persiste y que ha empobrecido a los españoles.
Para quienes han recibido el impacto de esta prolongada crisis, debe resultarles ajena esta renuncia a un trono real.
Un monarca deja el trono. Muchos españoles aguardan que sea la persistente crisis, de la cual no logran emerger, abandone este país.
Visitar España hoy es aleccionador de la importancia que tiene cuidar la estabilidad económica.
Su pérdida siempre golpeará a los más vulnerables, a los pobres y a la clase media.
Por el contrario, las crisis son un terreno propicio de oportunismo para quienes disponen de recursos.
Que no se nos olvide. Aun en estos momentos cuando en Chile hay una lluvia de anuncios para ejecutar proyectos que representan una danza de millones.
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