Nota de la Editora
Este artículo lo redactamos para el Semanario “Tiempo” pre la gigantesca tragedia que vive la zona norte del país.
Por eso, puede parecer ex temporáneo, pero no lo es, porque mientras transcurre el drama nortino, del cual ya subiremos una columna, los acontecimientos políticos han continuado, con información que no es para enorgullecerse.
Y tampoco esos temas están desvinculados de la catástrofe, que en definitiva se asumen según la calidad de vida que tiene el país y de cómo opera la eficiencia de autoridades. Creo que la convulsión generada a nivel político de los últimos acontecimiento en torno a Escándalos, nos sorprendió desprevenidos con esta hecatombe.
Les invito a leer este artículo publicado la semana recién pasada.
Primera y Segunda Clase
La Presidenta ha dicho que “no hay ciudadanos, frente a la justicia, ni de primera ni de segunda clase”.
Pero eso no es lo que los chilenos vemos y vivimos: en la justicia y en la vida cotidiana, hasta en actividades más simples, experimentamos la diferencia. En una oportunidad que debí enfrentar un juez local por infracción de tránsito, en la antesala me rodeaban solo conductores de taxis. ¿son los únicos que cometen infracciones?
En Chile estamos dramáticamente estratificados, según clase social y poder adquisitivo, por cuna y por dinero.
Para reírnos un poco de las diferenciaciones que tenemos, hace décadas, hasta los huevos tenían su categoría: primera y segunda clase. Pero desde que las pobres gallinas fueron sometidas a brutal esclavitud, los huevos transitaron sólo a quinta categoría. Antes, las plumíferas, más felices, nos regalaban sabrosos huevos de color: hoy tienen sabor a plástico.
Han aparecido otras odiosas inequidades que determinan una muy mala calidad de vida como sociedad en su conjunto.
¿Será lo mismo atenderse en un consultorio que en una clínica con equipos de última generación? ¿asistir a una escuelita rural o a un colegio cota 1000? ¿Viajar hacinado en el Metro, en un bus regional destartalado o desplazarse en una 4X4? ¿recibir un bono marzo, un reajuste parlamentario o una ganancia excesiva por tráfico de influencias? ¿Vivir en un gris barrio de la periferia- es decir- ser de “la pobla”- o en una arbolada zona residencial- es decir- ser “residente”? ¿tener basurales vecinos o aire purificado cerca de la cordillera? ¿Ser invitado o citado a una Comisión Investigadora?
Hasta en el nacimiento y en la muerte nos diferenciamos. Algunos nacen en baños de consultorios o arriba de un taxi y otros ahora atesoran células madres como capital contra enfermedades. Cuando abandonamos esta tierra, unos van a dar al Cementerio Municipal y otros a un bucólico Parque.
El mismo día que la mandataria lanzó esta frase, surgieron nuevas señales del odioso nepotismo que también configura un brutal privilegio.
Uno no debe hacerse cargo de las bribonadas de la familia. El Caso Caval pesa sobre la Mandataria en tanto es Presidenta y su hijo ocupó cargo en La Moneda. Porque los consanguíneos o familiares políticos no deben designarse por esa condición: la meritocracia es la que nos iguala.
Ante la reciente circunstancia que este país ardía por los 4 costados, un funcionario de Conaf explicaba que se debía priorizar el control de algunos incendios: por falta de recursos también tenemos incendios de primera y segunda clase.
¿Ve que somos odiosamente desiguales?
Y otra diferencia que los chilenos no debemos aceptar es que nos endosen frases incompatibles con la realidad, como esta que no hay primera y segunda clase.
La Mandataria está cometiendo un grave error al descapitalizarse de su gran activo: su credibilidad.
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