Votaciones dirigidas, militares censurados para sufragar y otras señales que amenazan la Democracia
Cuando una Democracia presenta señales que contravienen el libre albedrío para pensar, resolver y fundamentalmente votar, no cabe duda que estamos frente a una sociedad y una democracia enferma.
Lo señalamos a raíz de todas las expresiones de intolerancia surgidas en manifestaciones y también en la institucionalidad y que se han observado en las últimas semanas.
Dos buses propugnando consignas opuestas y sus seguidores trenzados hasta en enfrentamientos cuerpo a cuerpo constituyó un escenario patético y no merece más comentario que eso. Sólo que muestran una sociedad no dispuesta a aceptar que el otro piense diferente.
Hay otros indicios de mayor profundidad que preocupan.
Por ejemplo, lo sucedido ayer en la Cámara Baja a propósito del fallido resultado para el Gobierno en su proyecto de ley sobre Despenalización del Aborto y la polvareda de reproches y recriminaciones variadas porque esa votación adversa surgió de parlamentarios adscritos al Oficialismo que bajo distintas excusas decidieron que el Gobierno se quedara con la fiesta preparada sin poder celebrar la iniciativa, al contar con el cálculo seguro de aprobarla.
Surgieron voces amenazantes contra los parlamentarios díscolos y habría que preguntarse ¿es sano que los legisladores voten como obediente ganado? ¿Dónde queda el libre albedrío? particularmente en cuestiones valóricas implícitas en proyectos como la interrupción del embarazo, cuyas dificultades radican definitivamente en objeciones éticas que implica, además del compromiso declarado del país por el Derecho a la Vida, que presenta una ponderación por sobre principios doctrinarios o ideológicos .
Hubo pareos y excusadas variadas de parte de los sublevados en los cuales de alguna forma subyace su oposición a la propuesta, pero les faltó el coraje para expresarla en un voto, algo también reprochable.
Si bien, siempre nos hemos declarado abiertamente anti ley de Aborto, no se nos ocurriría cuestionar la votación de tal o cual parlamentario adhiriendo al proyecto. Es su decisión.
La intolerancia transversalizó esta iniciativa gubernamental que estuvo entrampada por la objeción de conciencia que pretendían algunos legisladores no hacerla extensiva a todo el equipo médico. Insólito, como si todo profesional no pudiese beneficiarse de tal excusa si se establece.
Y también hubo reparo para permitir que el acompañamiento no pudiese estar a cargo de alguna institucionalidad anti-aborto. Otra incomprensible rigidez.
Entendemos la frustración del Gobierno al no aprobarla y ahora el camino es más difícil. La interrupción del embarazo cuenta con adhesión mayoritaria de la ciudadanía, es una propuesta promocionada bajo el axioma de la libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo y eso vende. Y en tiempos de sequía electoral cualquier conquista ciudadana sirve.
En la misma línea de tener cautivo al chileno se expresa la circular que hoy se conoce emitió el Ejército de Chile para que sus integrantes se abstuvieran de participar en las elecciones Primarias.
¿Es posible que el militar no pueda desprenderse de su uniforme y convertirse en un ciudadano? ¿Y que desde la jerarquía se les recomiende abstenerse? El sufragio voluntario establecido en el país es una decisión que cada chileno debe asumir en tanto elector, prescindiendo de su actividad laboral, por muy especial que quisiese autodefinirse la familia militar, que en rigor no tiene nada de particular.
El Comandante en jefe del Ejército debiera dar suficientes explicaciones para tan exótica circular, no se me ocurre otro término para motejarla. Tal vez ¿bananera?
Por último, categorizar en el mismo tema que comentamos, el direccionismo que se produjo en la votación del Informe del Sename II, con una labor tutelar de ministros presionando a parlamentarios para rechazarlo, porque así lo pretendía el Gobierno.
¿Y dónde quedó la separación y autonomía de los Poderes Públicos? Al margen que en esos domésticos menesteres se hizo presente el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, a quien los chilenos quisiéramos verle preocupado de solucionar el estado de las finanzas públicas, el descomunal déficit y el aumento exponencial de deuda fiscal, algunas de las variables que nos llevaron a que la semana pasada una agencia clasificadora nos elevara la exposición del riesgo/país frente a embates externos.
No hay duda que la polémica sobre el aborto pondrá sombras sobre el Caso Sename, aun pese a los esfuerzos, obviado el riesgo político, del Gobierno, para reformular la institucionalidad estatal que debiera proteger a niños vulnerados.
Son propuestas que tardarán meses sino años en aprobarse y nadie habla de los niños actuales, sumidos en un sistema contaminado por la politiquería, los operadores políticos y una gestión que no está dando respuesta a la debida protección.
De eso hablo en la columna publicada hoy en el Semanario “Tiempo”, texto que junto con reflexionar sobre el ciudadano y el parlamentario cautivo a quienes me refiero en este artículo, les invito a leer.
¿Algo Nuevo?
Publicado en Semanario “Tiempo” el 20 de julio de 2017
Como se observa, ya va en retirada mediática el Caso Sename.
Persisto, en una semana en que los futuros nonatos perderán la batalla por el Derecho a la Vida cuando rija la Despenalización del Aborto.
La vulneración de los niños no es una práctica nueva, es en lo único que coinciden los políticos de todos los colores. Concuerdan simplemente por un provecho abyecto: así se diluyen las culpas en el inmovilismo que tal vergüenza se ha mantenido por décadas en que nada se ha hecho por contar con una institucionalidad que les ampare.
Frente a la cruda realidad existente, el poder político no estuvo dispuesto a asumir culpas ante una ciudadanía exasperada con hechos que contradicen el discurso proveniente desde los Poderes Públicos en cuanto a que el país ha ido avanzando hacia niveles de Igualdad.
Los temores de las escasas voces realmente interesadas para que las autoridades llamadas a revertir la inquietante realidad de maltrato de los niños Sename asuman su responsabilidad y conjuntamente se adopten reparaciones inmediatas radican en lo que hoy sucede: ha surgido el manto de la fugaz relevancia bajo la marea de otros acontecimientos con qué sensibilizar a la Opinión Pública.
Por eso, la intención de legislar vociferada una vez que se derribó la pretensión de establecer responsabilidades, es una voltereta muy mezquina, útil al lavado de imagen.
Es la promesa reiterada en muchos casos en que los niños y jóvenes han tenido dramático protagonismo.
De vez en cuando escandalizan las cifras negras surgidas del propio Sename que sitúan la explotación sexual infantil entre las 3.500 y 4.500 víctimas y los estudios que afirman que las variadas trasgresiones se concentran en niños de pobreza extrema, es una ficción elaborada desde los mismos sectores-socio económicos medios y altos, que rechazan ventilar sus miserias. Lo que en definitiva ha primado es una cultura endémica en el maltrato infantil.
Hasta el glosario para referirse a los menores Sename es de despiadada indiferencia: los decesos eran “egresos” y el número de niños, un “stock”, esto es, al mejor estilo empresarial.
Hechos vergonzosos están sumidos en el olvido, así como la intención de reformar la institucionalidad.
Un caso emblemático de desdeñoso trato en sectores humildes fue el de Alto Hospicio, donde niñas asesinadas `por un sicópata eran sospechosas de haber huido tras las “luces” del comercio sexual.
Hace 14 años remeció a los chilenos el Caso Spiniak, cuyo principal inculpado cumplió ya condena de 10 años e involucró en las sospechas a parlamentarios. Hubo testigos falsos, cuestionado sacerdote, un juez removido del caso y 3 medios de comunicación sancionados por las prácticas empleadas.
Como ambos casos, se han sucedido otros sin que surja la institucionalidad efectivamente protectora.
Es decir, nada nuevo con los niños. Nada nuevo con la clase política.
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