Nota de la Editora:
Este es el tercer y último despacho de mi corresponsal en viaje al Mundial, Pablo Manouvrier Pozo, quien ya arribó a Chile ( por el momento. aun le restan en el año otros 3 viajes al exterior) pero que ya está pensando en Rusia, sede de esta próxima fiesta del fútbol !Por favor¡ Debo decir que mi hijo es un sibarítico de los viajes y me ha superado. Con este artículo se completa la serie que titulamos “Historias Mundialeras”, que comprendió además la Nº 1 titulada “En Procesión hacia el Mundial de Brasil 2014 ( http://agendalternativa.cl/historias-mundialeras/ ) y la Nº 2 caratulada “Río de Janeiro, la Meca del Fútbol” ( http://agendalternativa.cl/historias-mundialeras-2/ )
Invito a nuestros lectores a leer su visión de Sao Paulo y del partido jugado en esa magna ciudad brasileña.
PLANETA SAO PAULO
En términos mundialeros al menos, Sao Paulo es una ciudad totalmente distinta de lo que vimos en el resto de Brasil en estas dos semanas. Con excepción de un par de letreros en las calles y algunas indicaciones en el Metro, nada nos indicaba que un Mundial de Fútbol tenía lugar acá.
Así fue como tan pronto bajamos del avión en esta enorme ciudad de más de once millones de habitantes, que pudimos comprobar que la visión y participación en el Mundial están en las antípodas de lo que ocurre en Río de Janeiro.
En efecto, en el recorrido desde el aeropuerto hasta la moderna Avenida Paulista, en el barrio de Jardim, el chofer del taxi nos demuestra que no está totalmente al tanto de los resultados de los partidos, así como de quiénes han clasificado o cuáles serán los próximos encuentros, información toda que cualquier hijo de vecino dominaba al dedillo en Río de Janeiro. De igual forma, nos comentó en tono crítico cómo se había gastado irresponsablemente mucho dinero en la construcción de estadios y otra infraestructura, traspasando muchas veces fondos públicos a instituciones privadas que lucrarían con recursos provenientes de los impuestos pagados por todos. En especial, les molestaba particularmente que el equipo local de Corinthians fuera favorecido con la construcción de su estadio con los recursos de todos los brasileños.
Es que acá el Mundial se vive distinto, la gente y las calles no hablan de esa ciudad enfervorecida que es Río de Janeiro. Quizás lo único que visualmente se ve similar es el bombardeo de publicidades en que aparece Neymar Jr., el niño bonito del fútbol brasileño que promueve cuanto producto se puede imaginar y en esta materia secundado por el argentino Leo Messi.
Pero ya volveremos sobre el fútbol.
Tuvimos oportunidad de llegar a esta ciudad un par de días antes del encuentro con Holanda lo que nos permitió recorrerla con cierta tranquilidad y tener una mini panorámica de una urbe gigantesca.
Sao Paulo es una ciudad con pantalones largos, con una variadísima oferta de actividades en todos los ámbitos: un paisaje arquitectónico muy diverso entre el centro antiguo y la modernidad de los rascacielos de la amplia y extensa Avenida Paulista. Una amplísima diversidad de restaurantes y museos, pero por sobre todo con una variadísima fauna urbana de personas de todos tipos, realizando distintas actividades.
Tuvimos la suerte de ser guiados por un amigo chileno que vive en esta ciudad hace casi catorce años lo que nos facilitó la optimización del siempre escaso tiempo.
Partimos con el centro antiguo, en Praça da Sé, donde visitamos la gran Catedral de Sao Paulo y los lugares fundacionales de la ciudad. Un sitio destacable de este sector es el Mercado Municipal que en un majestuoso y gran edificio ofrece los más variados tipos de frutas, verduras, carnes, pescados y otros productos brasileños y de países vecinos. Como buen mercado, es posible conversar con los vendedores y probar los productos que se ofrecen. En el segundo piso hay un importante número de restaurantes de excelente calidad para aprovechar el almuerzo en este lugar. La estrella culinaria acá es un sándwich con 400 gramos de salame (muy distinto al que comemos en Chile). Sin embargo, dado que era sábado cumplí una de mis deudas con Brasil: almorzar feijoada en el día que oficialmente debe comerse acá. El plato es para valientes y sólo un gran estómago y apetito pueden dar cuenta de una amedrentadora porción de porotos negros que vienen mezclados en un guiso con tocino, cerdo, chorizo y otros embutidos desconocidos. El acompañamiento es una generosa porción de arroz con una verdura verde parecida a la acelga, culminado por unos grandes chicharrones que me hicieron recordar la infancia. El plato es delicioso, pero por cierto para compartir y comer lentamente.
Ya que estamos hablando de comida, existen dos “must” culinarios en Sao Paulo. El primero, la comida japonesa; hay que tener presente que en esta ciudad habita la colonia japonesa más grande del mundo; por lo mismo, recomiendo visitar el barrio de Liberdade, en especial la plaza, a la que se accede vía Metro, ambos del mismo nombre del barrio. Acá existe un pequeño Japón en pocas cuadras, con una amplia oferta nipona, en especial, gastronómica. Si vienen un domingo, podrán encontrar una plaza con todo tipo de productos y comidas. Lo segundo es la Pizza; los Paulistas dicen que ellos mejoraron la calidad de la pizza italiana y si bien es distinta a la napolitana, que dice ser la vera pizza, bien vale la pena detenerse a probarla. Nosotros fuimos a Bráz una cadena que tiene varios locales en la ciudad, con una excelente oferta de este producto.
En la noche, un sector muy entretenido es Vila Madalena, una especie de Bellavista Paulista, que es una ebullición de personas que se toman las calles, de manera no oficial, pero respetada por los automovilistas y departen en la calle junto a carritos que venden todo tipo de licores y comida no muy sofisticada, pero en los que se puede pagar hasta con tarjeta de crédito. Además, hay locales formales en los que se puede compartir un buen choppe (cerveza) con algo para picar. Nosotros elegimos un muy recomendable “Salve Jorge” que rememora al Santo que venció al dragón.
Quisiera mencionar sólo dos puntos más que creo son imperdibles en Sao Paulo: El primero, el Museo de Arte de Sao Paulo, a la altura del 1500 en la Avenida Paulista. Allí me encontré con la grata sorpresa de una importante colección de pintores impresionistas en su muestra permanente: Renoir, Cezanne, Monet, Manet, Degas un par de Van Gogh, entre otros, están juntos, además, a Goya, Greco, entre los que recuerdo. Si tienen la suerte de ir un día domingo, a la salida del museo se encontrarán con una entretenida feria de antigüedades que se instala en una plaza dura, sobre el museo.
El segundo imperdible es el mirador del edificio del antiguo Banco del Estado de Sao Paulo, un pequeño Empire State, de cerca de cuarenta pisos, de acceso gratuito y desde el que es posible dimensionar cuán grande es esta ciudad y como es una verdadera selva de cemento, plagada de altos edificios en toda su extensión.
Bueno, ¿y el fútbol?
Ese veintitrés de junio no fue un gran día. Ya les comenté que la ciudad estaba totalmente “desfutbolizada”. Sin embargo, por muy indiferentes al mundial, los Paulista no olvidaban su nacionalidad y Chile, a estas alturas, había dejado de ser una selección simpática, para convertirse en una amenaza real. Una muestra de ello fue que estando en el Mercado Municipal, apareció un grupo de Chilenos gritando el a estas alturas popular “Chi, Chi, Chi…”, y, a diferencia de otras veces, no fue coreado animosamente por los brasileños, quienes por el contrario empezaron a pifiar y a levantar con fuerza el grito de Brasil. Como les comenté, Chile ya había dejado de ser un equipo simpático.
El día del partido, quizás por las gigantescas dimensiones de Sao Paulo, no se vio a la marea roja que se tomaba las calles de la ciudad y ya en el Estadio, la presencia Naranja era importante y con personalidad y esto último se notó en el entusiasmo de la barra nacional, minutos antes y durante el encuentro.
De todos los estadios a los que me correspondió asistir, el Arena Sao Paulo o Arena Corinthians era el más malo (por cierto, en el contexto de estadios mundialeros, todos de excelentes características). Por de pronto, todas las galerías ubicadas tras los dos arcos eran transitorias, montadas en una gran estructura de andamios, los espacios entre asientos más estrechos y la falta de techo se dejó sentir en un partido disputado a las 13 horas de un soleado día.
El partido fue complejo, apretado, con una defensa holandesa que tenía hasta siete integrantes en algunos pasajes del partido. La verdad es que los subcampeones del mundo hicieron su partido, planteado estratégicamente, pues les bastaba un empate y con ello aseguraban su primer lugar en el grupo y la posibilidad casi segura era que en octavos de final se encontrarían con México quien probablemente ocuparía el segundo puesto del grupo siguiente.
A lo anterior se sumó que Chile planteó un partido ofensivo, que necesariamente supone dejar algunos espacios que fueron muy bien aprovechados por la Naranja Mecánica. Es que resulta prácticamente imposible alcanzar a Robben, el rapidísimo y excelente capitán de Holanda. Yo lo vi llegando al arco en dos o tres oportunidades y de verdad es un bólido.
El partido fue entretenido, aunque duro para nosotros por la derrota, pero un gran partido. Y digamos las cosas con franqueza, Holanda es un tremendo y excelente equipo, por algo son los segundos mejores del mundo. Sin embargo, me quedo con otro dato más excepcional e importante: Chile ha cambiado en su fútbol, es capaz de pararse de igual a igual con el equipo que le pongan por delante y plantearse a ganador. Porque, veamos nuevamente las cosas con franqueza, muy pocos esperaban que de este grupo B, integrado por el campeón y subcampeón del mundo, clasificara Chile, quien en definitiva, lo hizo con holgura.
Estoy seguro que esta selección está para grandes cosas y si bien la FIFA se encargará de hacer todo lo posible porque sea Brasil quien gane el encuentro del próximo sábado, debemos felicitar y celebrar a este equipo que está haciendo pasar a nuestro país al mundo desarrollado del fútbol.
Al término del encuentro, los holandeses hicieron gala de su educación y no sólo saludaron a su hinchada, sino que felicitaron la energía y ánimo de la barra chilena.
Nuestra tarde concluyó ahogando las penas con un no tan buen vino chileno, pero si muy caro, en la Cantina Pieros, un muy buen restoran italiano, en el barrio de Jardim. Aprovechamos de ver el partido Brasil Camerún, rodeado de holandeses y brasileños y fui el único en aplaudir el gol camerunés. Recibí torvas miradas, pero todo dentro del contexto del maravilloso fair play que se vive fuera de las canchas en esta cita que nunca olvidaré.
Mientras termino de escribir esta última crónica, voy en el vuelo de regreso, cargado de chilenos, casi ninguna mujer, algunos todavía con la camiseta roja y la bandera nacional como capa. Y sí, me gustaría haber regresado con tres triunfos para nuestra selección, pero al final del día, estamos clasificados en el grupo integrado por el campeón y subcampeón del mundo, lo que es un gran logro.
Por ahora, pienso en regresar a ver a los que quiero en mi hogar, disfrutar de un bife chorizo que almorzaré durante una escala de varias horas en Buenos Aires, volver a tomar un buen vino chileno, después de dos semanas de pura cerveza y soñar con el próximo Mundial, quizás les pueda escribir desde Rusia 2018.
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