El viernes 21 de marzo se celebró el Día Mundial de la Felicidad, instituido por Naciones Unidas para promover que en el mundo se valore este concepto que contribuye al desarrollo humano.
Este Día de la Felicidad- que pasó desapercibido: estábamos trabajando (ja,ja)- tiene el valor que desde organismos internacionales se preocupen de promocionar conceptos como el de la Felicidad, más vinculado a una calidad de vida, y tomando distancia de focalizar las metas en las conquistas económicas si no van acompañadas de programas que propendan a la satisfacción en logros culturales, de educación, distribución del ingreso, ambientales y otros tantos que representan la realidad ciudadana para lograr al final niveles mayores de satisfacción y por tanto de Felicidad.
Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, planteó justamente en su mensaje de este año que “esas buenas prácticas pueden servir de inspiración para otros países, a fin de lograr que la medición y la consideración del bienestar personal en un sentido amplio, y no solo del ingreso nacional, se conviertan en una práctica universal”
Fue precisamente lo que señalamos cuando redactamos, con motivo de la visita a Chile del Ministro para la Felicidad en el Estado de Bután, la columna que hoy re-editamos.
La ONU también aporta un ranking de Felicidad entre sus naciones asociadas. Difiero que éste sea un estado de ánimo que se pueda medir: es un concepto trasversalizado por otros: culturales, educacionales, distribución del ingreso, ambientales y otros tantos que representan la realidad ciudadana, si observamos la Felicidad a nivel país.
Hay tanta relatividad en este ranking, que en Chile se promovió con mucho entusiasmo en 2013 que habíamos avanzado 15 puestos en esta clasificación, pero el milagro se debía a que la crisis económica en Europa hizo descender a estas naciones en la escala de medición y permitió que avanzáramos esos lugares: ningún crédito propio. Con tal volumen de desempleados, para muchas familias europeas se esfumó la felicidad. Pero nosotros con una muy buena tasa de ocupación, tampoco somos felices ¿qué es este contrapunto sino la relatividad?
Porque como lo señalamos a continuación en el artículo original publicado en el Semanario “Tiempo” en mayo del año pasado, los logros económicos apenas son un factor en la suma: contribuyen significativamente pero no lo es todo.
Invito a continuación revisar mi columna “Felicidad Versus PIB” cuya vigencia se mantiene:
“Bastó que afloraran resultados económicos a la baja para encender alarmas rojas e inquietarse por estos indicadores coyunturales o de tendencia. El tiempo lo dirá, bastante nos hemos protegido de una crisis mundial persistente.
Vivimos esclavos de resultados y de rankings. Y los esclavos no son felices. Chile definitivamente requiere de una buena dosis de felicidad.
A mi juicio es una sociedad enferma. Sólo algunas referencias para que no me acusen de alarmista.
¿Ha advertido la demanda que tiene el floreciente negocio de la farmacéutica? Locales atestados, a pesar de los precios escandalosos y su elevada concentración de puntos de venta.
¿Y cuánto cuesta conseguir hora médica? En abril pasado intenté consulta con un dermatólogo en La Serena y me programaron para fines de junio. Hay una preocupante demanda de horas médicas
¿Y por qué aunque somos líderes continentales de la OCDE en economía, las protestas suman y siguen?
Podríamos agregar más señales de insatisfacción: la desigualdad, inseguridad, delincuencia, drogadicción y bla,bla,bla…muchas más
Pero si nos habían adoctrinado que el dinero es todo, que mientras la economía marche tendremos dulces sueños.
Algo anda mal. Porque no somos felices. Por eso, esta semana me quedo con una entrevista de Cristian Warnken- siempre sobresaliente en sus conversaciones- al Presidente de la Comisión de Felicidad del Reino de Bután, Karma Tshiteen.
¡Notable¡ ¿Una Comisión de Felicidad? ¿En una nación desconocida como el Reino de Bután?
Con apenas 700.000 habitantes, flanqueada por colosos como China e India y también Nepal, esta monarquía democrática lleva sólo 50 años abierta al mundo. Un medio siglo en que ha adoptado la modernidad con mesura y en sus transformaciones- aquí va lo singular- no se ha deslumbrado con la lógica del crecimiento acelerado, la competencia llevada al extremo y no se ha obnubilado con resultados exitistas sustentados sólo en cifras.
¿Encuentra alguna semejanza con nuestro país? Sí, nos embriagamos con más y más cifras azules.
Tshiteen dio una pista clave: el equilibrio, factor primordial en economía, pero que, dijo, hay que combinar con otros.
Ellos miden bienestar sicológico, vitalidad comunitaria, cultura y uso del tiempo en trabajo, ocio y meditación.
Todos esos factores configuran el FIB, la Felicidad Interna Bruta, que combinan con el PIB, Producto Interno Bruto, al cual los chilenos rendimos pleitesía.
Y no alcanzamos ningún factor FIB. Si tuviéramos bienestar sicológico, no recurriríamos a variadas drogas, incluidas las farmacéuticas. De la vitalidad comunitaria, este Ministro de la Felicidad criticó el apego al Facebook. ¿Qué es sino la incomunicación disfrazada de comunicación, en muchos de los comentarios que se hacen circular?
Y la meditación, yo la incorporaría en la Educación formal a través de debates sobre temas que interesan a la sociedad. Los jóvenes llegan a niveles superiores, desconociendo la argumentación y la necesidad de informarse para debatir.
Los butanenses miden estos factores y desarrollan políticas en aquellos que deben mejorar.
Esta nueva mirada para ser felices la expuso este presidente de la Felicidad en Naciones Unidas y ha interesado a los economistas más relevantes, que han empezado a buscar el eslabón perdido en sus fórmulas de sólo cifras y más cifras.
¿Votemos en noviembre por un Ministro para la Felicidad? Y Ministros de la Tolerancia, la Desigualdad, el Respeto, etc.etc. De todos esos carecemos.
Mientras, recomiendo a Tshiteen en www.otrocanal.cl Le encantará.
Concuerdo con los planteamientos y argumentaciones expresadas que reflejan la constante de poner “la carreta delante de los bueyes” cuando se desconocen las realidades individuales y se camuflan en estadísticas que impiden apreciar la gran dicotomía social que existe en Chile que se deriva de la creciente brecha socioeconómica y sus efectos en términos de calidad de vida a escla humana
Gracias Profesor por sus comentarios, están publicados. Efectivamente, la “gran mentira” es nuestro PIB per cápita (US $ 20.000) : ¿Cómo se lo explicamos a quienes no les alcanzan sus ingresos mensuales, a aquellos que quedaron al margen del “crecimiento”. El verdadero Crecimiento debe encaminarse por todos los flancos, particularmente por dotar de buena educación a todos: así se subirán al Tren del progreso y sólo eso nos conducirá a mejor calidad de vida para todos.
Algo de eso hablaré en mi próxima columna: la “letra chica” de la Economía y fundamentalmente de los irreales rankings.