Evo y Bolivia: Nuestras Causas Perdidas
El Presidente Evo Morales le bajó aun más el nivel al ya agresivo discurso que mantiene hacia Chile, y envió al Canciller Chileno Heraldo Muñoz “al siquiatra”.
Eso, tras la respuesta que dio Muñoz al Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien se pronunció “ansioso por bañarse en mar boliviano”.
Morales sabe de medios de Comunicación porque le sube el tono al lenguaje, aun cuando responda con un argumento impropio de un Presidente, pero que responde a su interés en mantener la contienda en la agenda continental elevando el umbral de sus declaraciones por sobre lo diplomáticamente correcto.
A través de medios bolivianos, el Palacio Quemado también difundió haber recibido el apoyo de Ecuador, Cuba y Venezuela para acceder a mar soberano, lo que no es novedad porque es lo que se “estila” con gobiernos de similar línea política.
Sin embargo, tras el paso de la mandataria chilena por Quito, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, desmintió tal versión, lo que también es plausible porque la política de difusión de Morales ha sido practicar aquella cuestionada frase política que propicia: “miente, miente, que algo queda”.
Por eso, compartimos la decisión del canciller de no acceder finalmente a la invitación procedente del vecino país para ser entrevistado por medios bolivianos.
No sólo porque lo que hubiese expresado Muñoz, se hubiese manejado como versión editada y alterada de la prensa altiplánica y fundamentalmente por la interpretación que hubiese difundido el propio mandatario.
También porque la invitación extendida por la Ministra de Comunicaciones, Marianela Paco, implicaba que el Canciller viajase a La Paz y aspiraban a que el secretario de estado estuviese “en su propia trampa” como titulamos un artículo anterior sobre el tema.
No obstante, Bolivia tiene un punto: las Comunicaciones las ha elevado al rango ministerial, en tanto que en Chile en lo comunicacional, todos los Gobiernos se han quedado repitiendo, particularmente en este tema contencioso con Bolivia, uno de cuyos factores esenciales es precisamente saber comunicarlo.
La Cancillería prometió, tras la resolución de la Corte Internacional, una amplia y efectiva estrategia comunicacional que a la fecha se ha traducido en un reciente anuncio de sumar a la representación chilena al periodista Ascanio Cavallo, al historiador Joaquín Fernandois y al subsecretario de la Armada.
Si eso es todo, francamente es muy poco si tras el anuncio no se visualiza una estrategia planificada.
Comparto sí lo expresado hace un par de meses por Cavallo en cuanto a que Chile no debe entrar en el juego de Morales.
En esa línea, nuestro país debiera desplegar un trabajo de joyería a nivel diplomático para romper el aislamiento en que se encuentra inserto y que su interlocutor válido sea el resto del mundo porque Evo Morales como contraparte no es plausible.
Por tanto, el foco no es Bolivia ni Evo, ni sus misiles agresivos: el corazón del trabajo de este Gobierno y el próximo es cómo insertar nuestros argumentos en el mundo y en el corazoncito de los díscolos jueces de La Haya.
Bolivia es causa perdida en el intento de comprender los argumentos chilenos y por lo tanto la estrategia de la Cancillería debe ser informar la postura chilena al resto del mundo y llegar a ese referente rentable, el mundo, aunque resulte frío expresarlo así.
Ese tema lo abordé en una columna escrita para el Semanario “Tiempo” a la semana siguiente de cuando La Haya se adjudicó atribuciones para emitir un juicio a la petición boliviana.
Les invito a leer esta columna que titulé “Nuestro Pecado Capital”.
Nuestro Pecado Capital
Publicado en Semanario “Tiempo” el 02 de Septiembre de 2015
Aunque fuimos niño aplicado en demostrar a La Haya que no es procedente la demanda boliviana, de otra parte cometimos el pecado capital de la pereza.
Hicimos la tarea, pero carecimos de fuerza para defenderla.
Así que no le tiremos piedras ni a la Corte ni a Evo Morales: revisemos mejor en qué fallamos, clave para la próxima etapa.
La Haya ha sido desprolija en aplicar justicia y ha confraternizado con el demandante más astuto, esa fue la estrategia de Evo: demostrar que tiene a su lado la comunidad internacional en su obcecación por lograr mar con soberanía.
Mientras Chile hacía el papel del más mateo allegando evidencias jurídicas, el gobernante altiplánico ocupó todas las falacias argumentativas, lo acunó el Papa y le enjugó sus lágrimas la comunidad latinoamericana con la cual tiene mayor identidad política.
¿Cuántos de los gobernantes que con mucha liviandad avasallan la bilateralidad en cuestiones contenciosas estarían dispuestos a ser generosos con su soberanía?
Ninguno.
Pero el problema no es Evo, quien ya ha capitalizado hasta la saciedad la “desgracia” boliviana por no contar con un mar soberano. Acaba de destrabar su re-elección que podría mantenerle en el poder hasta el 2030.
El problema somos nosotros y nuestra incapacidad para mostrar tenacidad y convicción de cómo defender nuestro patrimonio más esencial: nuestra soberanía.
Y ese sí que es pecado capital.
Como ejemplo, el último suceso: Morales se paró ante las Naciones Unidas y no vaciló en expresar su seguridad de retornar “al Pacífico con soberanía”; el mensaje de Bachelet fue tibio: obvió abordar el conflicto y se limitó al “respeto a los tratados internacionales”.
Una enorme debilidad en el posicionamiento internacional de Chile ha sido su magra proyección comunicacional. Frente a la robusta y sólida estrategia de mensajes altiplánicos, que poco importa si se ajustan a la verdad si lograron convencer y sensibilizar al mundo, de Chile no hubo sino esmirriadas reacciones.
Evo nos envió coscorrones y puntapies comunicacionales. Nuestros sucesivos Gobiernos han sido incapaces hasta de posicionar las ventajosas condiciones que Chile otorga al país vecino para su comercio marítimo.
Y aunque me contradiga, ¡Por favor, cállense algunos políticos!, aquéllos que están aportando ingredientes a la causa boliviana, con su verborrea liviana: escuchamos al diputado Teillier proponiendo retomar conversaciones si Bolivia “decide retirar la demanda ante la Corte”.
Es lo que justamente buscará ahora Evo Morales: reunir todas las evidencias para demostrar que Chile cuenta con voluntad para escuchar su petición de soberanía.
La soberanía no es patrimonio de los políticos, sino del país completo, y por tanto, materia de plebiscito: no puede un Presidente o un legislador andar por el mundo siendo generoso con la integridad de un país.
Un pecado capital es no saber defenderla con fuerza.
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