El Mejor Regalo

regalo libro

Llegó Navidad e insisto con la propuesta de  regalo planteada  en esta misma fecha, víspera de Pascua. El artículo fue publicado en el Semanario “TIEMPO” de La Serena

Llegó diciembre y comenzó la vorágine de compras navideñas. Sucumbimos al marketing y la tarjeta de crédito hace el “milagro” de multiplicar nuestro presupuesto.

Interesante sería retornar a las navidades cuando los presentes era para los niños, quienes  vivían Pascua con más ilusión, menos influenciados por el mercadeo y los padres no nos endeudábamos. Pero ahora manda el “retail” que requiere de balances alegres.

¿Qué niño creería hoy en la fantasía del Viejo Pascuero, con el bombardeo de publicidad que deja muy en evidencia que los regalos se compran y no vienen en un  trineo?

Los Santa Claus perdieron el misterio: hoy están  instalados en las tiendas para vender.

En esta Navidad les apareció competencia: las “viejas pascueras” que no son “viejas” sino promotoras, de falditas cortas y figura menuda que podrán recrear la vista de los varones pero de “pascueras” no tienen nada. Es la nueva versión de la banalidad de esta fiesta.

No abomino del acto de obsequiar. Por el contrario, creo que regalar forma parte de nuestros rituales de afectos. Por lo mismo, debiera circunscribirse a nuestro grupo más íntimo. Aquellos obsequios que se hacen “por cumplir” trivializan su real sentido.

¿Cuál es, a mi juicio, el mejor regalo? Lejos, sin lugar a dudas, un libro, y es en el que menos pensamos para la Navidad.

Regalar un libro, particularmente a los niños, es obsequiar aventura, fantasía. Es ayudar a que retornemos al hábito de la siempre enriquecedora lectura.

Los juegos electrónicos, el “twitteo” y toda la gama de “conexiones” virtuales están avasallando  no sólo la interrelación real sino también la “conversación” con un  autor que es lo que en definitiva representa un libro.

Veo en mis alumnos adicción por los soportes electrónicos y me cuesta iniciarlos en el hábito de la lectura.

No puede ser que a nivel de educación superior seamos los docentes quienes realicemos  la tarea por la costumbre lectora: en esa etapa los jóvenes  ya se han privado de  varios años de la fascinante aventura de  incursionar por la fantasía de los cuentos infantiles y luego las novelas juveniles.

También son generaciones que han  perdido ampliar  sus habilidades comunicacionales y no han capitalizado la riqueza del vocabulario que logramos con un libro.

En jóvenes universitarios, los esfuerzos por recuperar “el tiempo perdido” son prácticamente titánicos, casi “majaderos”: así me percibo frente a mis alumnos cuando sostenidamente debo usar estrategias inusuales para obligarles a leer.

Resulta reconfortante cuando se logra, pero también injusto porque si el joven hubiese llegado con el hábito de leer, cómo hubiésemos avanzado de manera más eficiente en su formación profesional.

Y es además injusto porque debemos cumplir la labor que debieron realizar los padres, cuando el niño era semilla fértil para interesarle en los libros.

Con ello retorno al tema inicial que dejé, sin pudor, de lado.  No hay por qué ser lineal para expresar ideas relacionadas: La Navidad, los Libros, La Cultura y los  Jóvenes.

Leer junto a los niños enriquece y fortalece la relación y es el mejor regalo y afecto que se les puede entregar. Aun conservo un libro con dedicatoria de mi madre: es el más potente vínculo que tengo con su recuerdo. Una virtud adicional del libro es la dedicatoria, otorga sello especial al regalo.

Demos real sentido a esa frase de marketing, “Navidad es tiempo de Amar”, y regalemos un libro a nuestros hijos y a quienes más queremos. Es un presente que puede perdurar durante toda la vida.

 

 

 

 

 

Susana Pozo Pizarro, es Periodista (UCh), Magíster en Información Económica. A nivel profesional ejerció en formatos de Televisión, Radio, Periódico y Revista. También se desempeñó en Comunicación Corporativa y culminó su carrera como Editora y Columnista del sector de Economía en Diario “El Mercurio” de Valparaíso. A nivel académico ocupó cargos en la Universidad de La Serena como académica, Directora de la Escuela de Periodismo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas. En 2008 recibe el Premio “Elena Caffarena” que otorga el Gobierno para reconocer a mujeres destacadas en su ámbito profesional. Hoy es columnista del Semanario “Tiempo” de La Serena y maneja este sitio para analizar la actualidad así como otros temas de interés. Nos estamos acercando a 1.800 seguidores en twitter y un número significativo que nos siguen a través del contacto directo y de correos. Nuestro interés es otorgar análisis independiente y acogemos comentarios que pueden observar enfoques distintos y opuestos al nuestro.

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One Comments

  • Rodrigo Hananías 17 / 12 / 2013 Reply

    De acuerdo. Ahora, es posible combinar.

    Nosotros lo hacemos con nuestros hijos. Le regalamos alguna de estas cosas modernas que tanto le gustan, pero también intentamos sembrar en ellos el gusto por la lectura. Aun son muy niños, pero mi señora les lee harto, y yo les cuento historias, y trato de transmitirle lo fascinante que son las historias, pensando en que después van a leer. La lucha del bien y el mal es algo tan presente en los niños, algo que les gusta tanto, y siempre he pensado que esa atracción debe aprovecharse en pos de la lectura. Si les gusta “Dragon Ball Z”, les cuento que son unos dibujos de Japón, y que en Japón existieron unos guerreros llamados samuarais, que servían a un señor. Y su interés es evidente.

    Yo tengo una crítica hacia quienes fueron mis profesores: no haber sabido cautivar con la lectura. Muchos de los libros que hacían leer no eran interesantes. No pienso en mí, porque siempre me gustó leer. Pero sí pienso en muchos compañeros que nunca tomaron el hábito. Y habiendo tan buenos libros. Creo que el mejor libro que me leí en mi infancia fue “El llamado de la selva”, y lo leí por mi cuenta. Me hubiera fascinado que alguien me hubiera dicho: ¿Te gustó Jack London? Entonces léete este otro. O acá tienes a un autor parecido. O una historia parecida. Me hubiera encantado que alguien me hubiera pasado Moby Dick.
    O que me hubieran explicado que esa era literatura estadounidense, y que para conocer lo básico de la literatura estadounidense, tenía que leer 10 libros básicos.

    Pero, bueno, lo digo desde mi visión de adulto. Y como opinión. No tengo idea si daría resultado.

    Por último, una historia: hace algunos años me metí a un Taller de Literatura. El Profesor era el escritor José Luis Rosasco. Y él, en cada clase, abordaba algún tema, básicamente por país, o por género. Y nos decía, en cada clase, los libros imperdibles, aquellos que no podíamos dejar de leer en esta vida. Y una vez, en literatura italiana, se puso a hablar de un libro, y dijo que estaba entre los 3 mejores libros que había leído en su vida, y que le daba mucha rabia recomendarlo, porque otros sentirían el increíble placer de leerlo que él ya había sentido al leerlo por primera vez. Bueno, se me despertó la curiosidad. Anoté el nombre del autor y el título. Y lo busqué. Me costó harto encontrarlo, pero en una librería de libros usados, di con él. Y lo leí. Lo único que puedo decir es que Rosasco se quedó corto en los halagos. Qué maravilla de libro. Su autor es Italo Calvino, y el título “El barón rampante”. Una vez, leyendo una crítica en internet del libro, decía: “Es un crimen no leerse este libro a los 16 ó 17 años”.

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