Cine Chileno: Aplausos Mundiales
pero gran Indiferencia Local
Un breve análisis a propósito de resultados en los Globos de Oro
El Club”, la cinta de la cinematografía más premiada del Cine Chileno 2015, no logró vencer a los contundentes relatos del Cine Europeo en su último paso por premiaciones y festivales internacionales.
El Premio Globo de Oro- que otorga la prensa extranjera especializada en Hollywood- reconoció como la mejor propuesta en lengua foránea a la realización húngara “Son of Saul”.
La producción euro-oriental está así despejando su camino para obtener en febrero próximo la estatuilla más preciada, el Oscar, a la Mejor Película Extranjera.
“Son of Saul” se suma a una nueva recreación bajo el escenario de los campos de concentración, un tema que si cuenta con una buena realización, pavimenta sobre suelo seguro su ruta al reconocimiento del público y de la crítica especializada.
En cambio, “El Club” pisó terreno difícil en la competencia por los Globos de Oro, en tanto, sus otras 4 rivales procedían del robusto y experimentado Cine Europeo (Francia, Finlandia, Bélgica, Alemania, Luxemburgo, Estonia).
La madurez, la experiencia, el respaldo financiero y las asociaciones (dos de las cintas eran co-producciones de 3 países) de las propuestas del viejo continente situó a “El Club” en una pelea de David contra Goliath en que no se cumplió la leyenda.
Lo positivo es que la realización de Pablo Larraín filtró todas las restantes producciones de otras latitudes y se situó como la mejor propuesta que llegó a competir en representación de Chile con un cine de elite, como es el europeo.
Desde esa perspectiva, ratifica la señal que el Cine Chileno otorgó en 2015: definitivamente una mayor consolidación y una mayor madurez para incorporarse a los circuitos internacionales de festivales cinematográficos, donde logró reconocimiento, además del largometraje, en otros formatos: Cine Documental (“Allende, mi abuelo Allende” y “La Once”), Cortometraje ( “Hermano”) y de animación (“Historia de un Oso”).
Este último integra la pre-nómina de los candidatos al Oscar en su categoría.
Si no ha visto ninguna de las realizaciones anteriores, las recomendamos como un atractivo panorama nocturno familiar en época de vacaciones.
La cinematografía criolla, como señalamos, está avanzando en reconocimiento internacional, pero el mayor interés del espectador chileno se sitúa en cintas de otras procedencias, particularmente desde Estados Unidos.
Ese no es su única deificultad. Las cintas nacionales no han logrado consolidar una más apropiada distribución en el país y las salas de cadenas poco respaldo prestan a su difusión.
En la discutible política nacional de libre competencia a todo evento, derechamente estimo que la instalación de holdings internacionales de multisalas audiovisuales debió comprometer espacio para la cinematografía local.
Segurísima estoy que esa es la política de regiones como Asia e incluso de América Latina para no generar predominios foráneos- léase intervención de modelos culturales, en cuya difusión el Cine representa un apropiado soporte.
Y eso sucede en Chile, donde las carteleras cinematográficas saturan sus salas con cine de Categorías A,B,C y D procedente desde Estados Unidos.
Y al interior de ese predominio, tampoco y en particular las regiones, podemos disfrutar del buen Cine estadounidense. La oferta de multisalas otorga preferencia a propuestas de menor calidad provenientes de gringolandia.
Por lo mismo es que no estuvimos en condiciones de apostar primero y luego revisar la premiación de la prensa especializada extranjera con asiento en Hollywood, porque son películasque no llegan a salas regionales.
En un próximo artículo analizaremos cuál fue el comportamiento de la oferta y demanda de la cinematografía en Chile en 2015.
Esos resultados siguen acusando el ya mencionado predominio norteamericano y el retroceso en preferencias del Cine Chileno.
Re-editamos, a propósito de este artículo, ya con los resultados que tuvo en premiación 2015, nuestro análisis de la película “El Club” dirigido a orientar a quienes aun no ha disfrutado esta cinta. Les invitamos a leer ese texto.
La cinta estuvo también prenominada al Oscar como Mejor Película Extranjera, pero no logró traspasar el siguiente filtro que selló también su exclusión del Globo de Oro.
La máxima estatuilla del Cine está recibiendo muy buenas propuestas desde Europa Oriental y del mundo asiático y eso disminuye las posibilidades del cine latinoamericano.
“El Club” de la Perversidad
(Susana Pozo P.)
18 premios recibidos en Festivales convirtieron a “El Club” en la película chilena más aclamada por la crítica internacional en 2015. Lamentable que no lograra seducir al jurado del Oscar, estatuilla para la que fue seleccionada en pre nominación.
Esta nueva realización de Pablo Larraín ratifica la madurez a que está arribando el cine chileno porque en ella se observa el notable avance en el manejo del relato, una debilidad de las producciones criollas.
Dirección, Fotografía, Guión, Montaje y Actuación confluyen para el resultado de una película sólida en su mensaje.
“El Club” está estructurado como un drama ascendente, donde a partir de una aparente vida comunitaria de cuatro sacerdotes retirados se arriba al índice de maldad latente en cada uno de ellos, dispuestos a llegar nuevamente a situaciones límites que les permitan mantenerse protegidos y con privilegios inmerecidos.
Los religiosos, así como la monja que les atiende, han logrado construir una burbuja en esta casa que no es el retiro tras el advenimiento de la vejez, si no una suerte de exilio por delitos cometidos.
Y como no hay remordimiento, estos curas apartados de su ejercicio eclesiástico, escondidos por su institución como una lacra y para no tener que pedir perdón, como ha ocurrido con la Iglesia Católica en casos reales, defienden este confinamiento al que observan como una suerte de refugio muy cómodo y de privilegio.
Aun no saben que un cura jesuita (Marcelo Alonso) será su inquisidor y una de sus víctimas- “Sandokan” (Roberto Farías)- será su verdugo, a quien se enfrentarán por el resto de sus días.
La maldad, pero fundamentalmente la amoralidad y la falta de conciencia de los pecados cometidos concentrados en esta vivienda permiten construir una sofocante atmósfera que invade a este “club” de la perversidad.
Nada muy distinto a la realidad es lo que retrata Larraín en “El Club”.
Por cierto que al grupo le perturba la llegada primero de un nuevo sacerdote recluso y la estremecedora decisión que adopta tras el arribo de un segundo hombre que se convertirá para el grupo en una suerte de conciencia y permanente recordatorio de sus pecados.
Se suma un tercer “intruso”, el jesuita quien ha sido encargado por la curia para disolver, si es necesario, estas aparentes casas de reposo con que la Iglesia ha intentado barrer la mugre bajo la alfombra.
Por eso, estos 3 personajes- un nuevo huésped, un hombre abusado y el sacerdote jesuita- que vienen a quebrantar este “paraíso” les llevará inexorablemente a que aflore en ellos una vez más su potencial de perversidad que finalmente terminará en una condena y en un infierno.
Una cámara fija registra la narración de sus pecados, y éste es uno de los sólidos pasajes de la cinta. Son estas tomas rígidas las que ratifican su carencia de emociones y culpas y por tanto no brindan espacio al arrepentimiento.
En el jesuita también hay un matiz de impiedad, al convertir este “club” en un infierno donde los curas y la monja purgarán sus penas.
Hay que ver esta película, no daré más detalles del relato, porque hay que disfrutarlo. Consignar la soberbia actuación de Alfredo Castro, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking, Jaime Vadell y Antonia Zegers, como el quinteto que no trepida en confabular de manera criminal para mantenerse en este retiro que representa una lene penitencia.
“El Club” es una película absolutamente recomendable para curitas santos y no tan santos; para aquellos cupulares y para aquellos más modestos de parroquias. En la Iglesia Católica opera también la desigualdad, la jerarquía, el privilegio y prácticas terrenales nada de santas, que debieran llevar a algunos clérigos a la cárcel.
La realización de Pablo Larraín es una reivindicación a lo que no ha ocurrido en la realidad.
Tanto de la curia que los encubrió como de los directamente involucrados en delitos de pedofilia.
Su sintonia con acontecimientos ocurridos se suma a lo magistral de esta realización cinematográfica.
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