Un café con Picardía
A la ciudadanía debiera causarle acidez
A tomar cafecito en casa se invita sólo a los “amiguis”. Incluso aquellos que se comparten en un lugar público son con los “amiguis”, porque los cafecitos son la excusa para disfrutar de la conversación con personas cercanas, a las que nos unen al menos afectos de amistad y/o compañerismo.
A su vez, nuestra casa representa nuestra intimidad. Pero es cierto, en muchas oportunidades, esa intimidad puede extenderse al círculo de personas que por razones laborales, de negocio, intereses comunes u otro menester.
Y eso da marco a que el cafecito adquiera otro rumbo: es un café de trabajo o que tiene un interés de esa naturaleza.
Pero no es presentable que nuestros mejores espacios domésticos los usemos para conversar bajo la calidez de un cafecito con aquellos a quienes deberemos evaluar y decidir sobre una propuesta que han planteado.
Ineludiblemente la relación será oblicua o vertical: quedo a merced de mi evaluador.
Más impresentable resulta si ese contexto se expresa entre 2 personas públicas, con deberes y compromisos éticos públicos que alguna vez pueden entrar en colisión.
Añadamos que si el postulante deberá luego juzgar lo que hace el evaluador, todo esa conversación con el cafecito en la intimidad de una casa se tiñe en una cortina de opaco humo contraria a la transparencia que hoy se les exige a las autoridades, particularmente aquellas elegidas por los ciudadanos frente a los cuales deben demostrar transparencia en los compromisos que adquieren.
Por haber cometido esa irregularidad, de entablar compromisos vía de pagos por trabajos no ejecutados con empresas frente a las cuales no debían contraer ningún compromiso, están ahora bajo la indagación del Ministerio Público varios parlamentarios, uno a un tris de ser desaforado.
Muchos pasarán más piolitas debido a la inexplicable “bondad” del Servicio de Impuestos Internos que ha repartido perdonazos por la incongruencia de sus declaraciones: les ha propinado un par de palmazos y les ha invitado a rectificar.
Por eso, porque hay fatiga de la Opinión Pública de todos los esfuerzos que desde el mundo político y empresarial han evidenciado para evitar que el peso de las indagaciones recaiga sobre los responsables, es que han causado tanto revuelo los cafecitos de Girardi en la calidez de su casa.
Y hoy esta cuestionada práctica girardista vuelve a titulares porque trascendió que uno de los invitados al cafecito fue el hoy ya electo Fiscal Nacional, Jorge Abbott.
Y que en la misma cita estuviese también presente el abogado Ciro Colombara, quien es hoy el defensor del ex candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami, también involucrado en el Caso Soquimich.
Sobre la presencia de Colombara, Girardi explicó que siempre se cuida que en sus reuniones esté presente un tercero.
Bueno, si otorga a sus cafecitos un clima de reuniones en que precisa ministros de fe, él mismo está proclamando que no se trata de inocentes cafecitos, sino que el tema que iba a tratar con el futuro Fiscal era de carácter delicado, comprometedor. El mismo se cazó en el contexto que hoy trata de desperfilar.
Los cafecitos son distendidos, relajados, sin suspicacias si son inocentes cafecitos. No requerimos ni de testigos ni dar explicaciones.
Abbott manifestó su molestia por la interpretación que la prensa ha otorgado a esta conversación en torno a un café.
Desde la perspectiva comunicacional hay interpretaciones e interpretaciones.
Una puede ser subjetiva y esa es carente de argumentos y hechos que lleven a interpretar: esa es livianita, light. En esa esfera caen los rumores y chismes sin ningún fundamento.
Pero la interpretación objetiva es aquella que relaciona hechos, situaciones y circunstancias objetivas que llevan a interpretar consecuencias válidas.
Y en el caso del cafecito entre Girardi y Abbott, los elementos objetivos son que el primero era un senador que debía entregar su voto para permitir que el segundo accediera a un cargo, en cuyo ejercicio puede que alguna vez esté enjuiciando al parlamentario.
Por eso, ese cafecito se preparó demasiado concentrado para que no resultase visceral en la ciudadanía.
Personalmente creo que fue un café con picardía y que a muchos les produjo acidez en el estómago.
Como vulgarmente se expresa: una patada en pleno hígado.
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