Un testigo de primera mano sobre el líder cubano
Prohijado bajo el alero de la Revolución Caribeña, relatamos testimonio del chileno que mayor provecho obtuvo de la Cuba de Ayer y de Hoy
Todas las controvertidas visiones que hay sobre Fidel Castro han resurgido tras su deceso y las próximas generaciones escucharán versiones que le retratan como un paladín de Cuba y otras que le describen como el luzbel de la isla caribeña, cuya Historia política y económica es muy distinta a la del resto de América Latina.
Lo que es indiscutible sobre su figura es que hasta su muerte fue uno de los hombres más poderosos del mundo, más aun si lo vemos como el líder imbatible de su enemigo más próximo y poderoso: Estados Unidos.
Tal vez ningún gobernante ha mantenido la potestad nacional por más de medio siglo, como Castro. Porque la Historia cubana no inició una nueva etapa, tras su renuncia al liderazgo en 2011- cuando asume su hermano Raúl y Fidel es un virtual y planificado poder en la sombra- hasta este fin de semana. Ya han sucedido 57 años desde que gobernó a Cuba, ya sea como Primer Ministro, Presidente, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Primer Secretario del Partido Comunista.
Bastante difundidos son los acontecimientos de la Revolución cubana y no es nuestra pretensión, sino acercar al Hombre más cotidiano que habitaba en Fidel a través de un chileno que lo conoció en primera fila, en estrecho contacto con el líder cubano.
El hoy empresario Max Marambio se formó junto al gobernante, su juventud quedó en las manos de Castro, cuando su padre, el diputado socialista Joel Marambio, participando en una gira a la isla, llevó a su hijo de 17 años quien quedó como “resaca de la distinguida delegación parlamentaria”, señala el propio autor de este valioso testimonio en su libro titulado “Las Armas de Ayer”.
No constituye un texto biográfico. Marambio se sitúa como testigo de parte de nuestra convulsionada Historia, desde que se inició en la milicia en Cuba hasta sus días como miembro del MIR, luego Jefe del denominado Grupo de Amigos de Allende (GAP) que significó el quiebre temporal de su amistad con Miguel Enríquez- otro artículo que tenemos en preparación- y luego su aventurado escape de la dictadura, cuando en algún momento pernoctó como único residente en la asediada Embajada de Cuba en Santiago, tras el golpe militar.
No tenemos certeza si Marambio ahora estaría dispuesto a contar la historia de su último paso por Cuba, ya que en los años recientes culminó con su controvertida salida desde la isla, donde devino en próspero empresario y culminó con acusaciones de actos de corrupción que concluyó con un litigio ante tribunales franceses
Por tanto, la importancia de este texto es que resume la etapa de formación de Marambio y otros valiosos testimonios porque fue el Hombre que también conoció muy íntimamente al Presidente Salvador Allende, a Miguel Enríquez y otras figuras que en la retaguardia protagonizaron roles vitales en el Chile con los años más difíciles de nuestra Historia Contemporánea.
Sobre Cuba, Marambio vivió 2 etapas: aquella de la revolución en plena marcha, con un Fidel muy vital y la de una Cuba de los últimos años que, por cierto no está en “Las Armas de Ayer”, cuya primera edición es de 2008 y una segunda en 2013. El foco es Cuba durante la educación revolucionaria de Marambio y luego los años que le tocó vivir junto a Salvador Allende.
La última edición, la que leí, lleva Prólogo de Gabriel García Márquez y eso ya es una joyita.
El gran escritor colombiano forma también parte de la historia álgida de Marambio. Hay una versión que señala a García Márquez y al propio Castro como soportes vitales para la creación de una Productora de Cine y Televisión. A la empresa le encomendaron varios trabajos visuales para la Fundación Nuevo Cine Latinoamericano, que presidía García Márquez. Fue Marambio también el guía del novelista y periodista en su visita a Chile.
Curiosamente, en el prólogo escrito por el Nóbel no hay referencia al paso del autor por Cuba, de la cual hace abstracción, así como se refiere a Chile en términos que cuesta dilucidar si empatizaba con la Revolución por la vía democrática que propugnaba Allende. El estilo de un muy buen escritor como Márquez siempre va a encontrar cauce para expresar en elegantes términos, aquello que desea soslayar.
Era 1966, cuando en la gira de los parlamentarios chilenos, en una comida realizada en el Restaurant “1830” Marambio conoce a Fidel, quien llegó a la sobremesa y así relata la invitación que le hizo a quedarse.
Cito:
“Suponía que ni siquiera me había notado, pero en horas de la madrugada, casi al despedirse, se volvió hacia mí, colocó el habano sobre la mesa y, como quién reanuda una vieja conversación, me preguntó:
- Y tú….¿por qué no te quedas a estudiar con nosotros?
Miré a mi padre sorprendido y entendí que estaba de acuerdo.
- Correcto, sí, me gustaría- respondí
- ¿Qué quisieras estudiar?- volvió a preguntarme Fidel
- Arquitectura- le dije.
- Perfecto, nosotros estamos de lleno en la agricultura- me contestó.
Lo miré fijamente y, sin dudarlo un instante, asentí con la cabeza, haciéndome cómplice de su confusión intencionada.
El ex Gap recuerda muy detalladamente la llegada de Castro al Restaurant “1830”, me imagino capturó cada elemento con la mirada de un adolescente frente a una figura internacional del tamaño de Castro. Y que él tenía en mente porque su padre admiraba al revolucionario y siempre le leía pasajes de lo que fue su ascenso al Poder.
Marambio relata:
“A diferencia de los políticos que sonríen y saludan a sus seguidores con cierta adulonería, Fidel se dirigió a los presentes con la costumbre que viene de la familiaridad y apenas levantó el brazo como para decirles: “Tranquilos sigan en lo suyo que yo estoy trabajando”. Muy alto y corpulento, se veía natural en su uniforme verde olivo. Tenía las botas abrochadas solamente en la parte baja de los cordones () …..En la cintura llevaba una canana con su pistola y usaba una gorra calada hasta las orejas. De su boca sobresalía un habano largo y fino (….)
Sorprende que Marambio tenga la primera impresión de Castro como un hombre muy tímido, pues eso no concuerda en absoluto con la imagen internacional del líder cubano. Y lo que él mismo relata, porque más adelante precisa que el Hombre que le cambió la Historia a Cuba “se movía con aplomo”.
Describe:
“Cuando entró al reservado y comenzó a saludar a los presentes, lo primero que llamó la atención fue su timidez mal disimulada. Al principio estaba serio, cambiaba la mirada con cierto pudor y parecía incómodo, extraño en aquel ambiente. No le dio la mano a nadie, sino que se sentó a la mesa, justo al medio, y recostó la silla hacia atrás, como si fuera un taburete de los que usan los campesinos cubanos. Mientras hablaba en un tono respetuoso y amable, reconocía con la vista el terreno. Era una mirada aguda e inquisitiva, que calaba profundo. Sus manos no se correspondían con su ruda apariencia, pues eran estilizadas y elegantes, de dedos largos y uñas recortadas de forma perfecta, manos de artista, para definirlo de alguna manera. Tenía el pelo crespo, negro y fino, y le costaba trabajo mantenerlo peinado, sobre todo porque no se preocupaba de ello (…) Tampoco evidenciaba mucha preocupación por su atuendo……”.
Es muy curioso que el autor no haga referencia a que en la delegación chilena participaba también Salvador Allende. Cuba era sede de la primera Conferencia Tricontinental.
Muy tangencialmente, el relato recuerda que en este encuentro en el restaurant, se evidenciaban las diferencias entre Castro y Allende, porque este último sostenía su plena confianza de hacer la llamada vía al Socialismo en Democracia, más radical que la Revolución en Libertad emprendida por el Gobierno de Eduardo Frei Montalva.
Cuenta Marambio:
“La conversación en la mesa era una mezcla de preguntas y aseveraciones, en la que los dialogantes principales eran Fidel y Salvador Allende, a quienes ya los unía una sincera amistad. Fidel preguntaba datos sobre la producción agropecuaria en Chile con un nivel de conocimiento y de detalles que inevitablemente quedaban sin respuesta….”
Muy de pasada, el escritor se refiere a las diferencias metodológicas entre Allende y Castro.
“En los temas era muy cuidadoso y no emitía juicios sobre lo que Allende decía en relación a Chile, aunque a veces le retrucaba con cierta ironía o le hacía bromas que evidenciaban una empatía que superaba las diferencias políticas.
Más adelante, en una reunión mientras Marambio se formaba como guerrillero, se atrevió a hacer a Castro preguntas más profundas.
Relata:
“- Oiga, comandante, “por qué Ud. es tan escéptico sobre el futuro revolucionario en Chile?
Se aquedó mirándome unos segundos y me dijo sin acusar mi impertinencia:
No chico, yo no soy escéptico, soy dialéctico.
Entonces comenté, modestamente, pero con la inconsciencia que da el tener casi dieciocho años:
- ¿Sabe qué?, quiero hacer la revolución en Chile.
- Tranquilo, tranquilito, que hay mucho tiempo para eso. Tú eres muy joven, dedícate ahora a lo que estamos empezando- me respondió”.
Y tras esa conversación, Castro ordenó a LLanusa- el ministro de Educación- quien era una suerte de tutor de Marambio, que comenzara a nivelarlo en matemáticas ….” y así, quedó resuelto, por el momento, el destino de Chile”, dice el escritor.
Hay otros pasajes en el texto sobre su acercamiento con el líder cubano, se refiere a su obsesión por el desarrollo agropecuario, materia que dominaba y que supervisaba en permanente diálogo con el campesinado.
El resto de “Las Armas de Ayer” está destinado a la Historia chilena. Vuelve sobre Cuba, cuando busca refugio en la embajada, donde el 12 de septiembre pasó sólo y atisbando las patrullas militares apostadas frente a la sede diplomática; cómo debió custodiar las armas enviadas por Cubas y cómo atravesó Santiago en un modesto vehículo, propio de los años 70, cargado con el armamento que desde la isla habían enviado a Chile y él viajando, escondido en el maletero.
Eso para encontrarse con Miguel Enríquez, que será tema de otro artículo que esperamos disponer de tiempo para concluirlo.
Castro, en rigor, fue el padrino de Marambio en sus años de juventud.
El libro concluye con el regreso a Cuba del ahora empresario, tras el quiebre democrático de Chile y ésta es una segunda historia que posiblemente, como señalamos, no contará porque las versiones que se dan es que terminó muy mal porque Cuba perdió juicio entablado por Marambio.
Cuesta imaginar esta segunda etapa si se lee “Las Armas de Ayer”, y hacer la relación entre un joven que recién está asomando al rigor de la vida y que llega a Chile imbuido de un férreo espíritu revolucionario con el Marambio empresario hoy, cuyo capital para incursionar en el Cine, el Turismo, la Aviación y lo Inmobiliario, que hoy desarrolla, se formó gracias al sustento que le otorgó la Revolución cubana.
Cosas de revoluciones, podrá manifestar alguien.
Pero todo esto no resta valor a este libro testimonial que hoy recordamos a propósito del líder cubano, tras su muerte manteniendo aun el poderío iniciados en el siglo XX y que en su momento se observó como el modelo a aplicar en el convulsionado y paupérrimo continente al sur de Estados Unidos.
Comments
No comment