El AFI……..

 

El AFI y su desAFInidad  con la Igualdad en Educación

AFISi la educación fuese igualitaria en Chile- que no hubiese profundos contrastes entre recursos y contextos que intervienen en los resultados y generan el diferencial en el rendimiento de niños y jóvenes- nos hubiésemos evitado el quiebre del Consejo de Rectores de las universidades tradicionales chilenas, el denominado CRUCH, enfrascado  hoy en una discusión por la distribución de  los dineros fiscales a propósito de la Reforma que otorga Gratuidad a  los alumnos de menores recursos.

Una de las manzanas de la discordia ha sido el Aporte Fiscal Indirecto (AFI),  con que se  premiaba a las universidades que logran captar los 27.500 mejores puntajes  PSU.

Tal asignación se eliminó a contar del presente año y 2015 fue el último periodo en que  se mantuvo en un 100% porque el anterior se  redujo  al 50% de la cifra histórica que no era menor,  bordeaba los 26.000 millones de pesos.

Este Aporte era el más recesivo de  todos los entregados  por el presupuesto fiscal, ya que mayoritariamente  favorecía a los postulantes  del nivel socio económico más alto y así los recursos se concentraban en  universidades privadas.

De esta forma iba en dirección contraria a los discursos y propósitos de una sociedad más igualitaria que han  prometido los sucesivos Gobiernos y que aun no asoma.

Por eso también,  si la Educación fuese  equitativa,  no estaríamos aplaudiendo- como lo hacemos-  la desaparición del AFI, porque a igualdad de calidad educacional, el AFI hubiese recompensado el esfuerzo y rendimiento propio de los alumnos y no hubiese  premiado, al fin y al cabo, los “entornos” que determinaron el mayor rendimiento de algunos  jóvenes en una  prueba  de medición de conocimientos que  por este diferencial de “entornos” dejó al margen de ese beneficio a  jóvenes de  ingresos  deprimidos.

Tal vez el AFI careció del componente socioeconómico, esto es, retribuir  con su asignación sólo a  los  postulantes que procediendo de  sectores  de clase media y marginada,  hubiesen logrado puntajes de ingreso por sobre la media.

Porque vaya cuanto esfuerzo significa un buen  rendimiento cuando se debe  lidiar con  escasez de recursos, y ambientes familiares, de  vivienda, de recursos y tecnológicos adversos

La Educación es tal vez el proceso más eficaz para licuar la gran desigualdad existente en el país y si pretendemos emprender con  voluntad una estrategia que nos conduzca hacia una sociedad más homogénea, menos segregadora y excluyente, la clave se sitúa en una política educacional con tales metas.

El AFI no tenía esos objetivos, simplemente era un instrumento para hacer competir a los planteles que funcionó en la lógica mercantilista que nos ha dominado en las últimas décadas. Los mejores puntajes se dejaban  seducir por las universidades, que usaban sus estrategias de marketing, cuando aun no se incorporaba el elemento de la acreditación y en años en que aun  no se cuestionaba la calidad de universidades investigadas por irregularidades que hoy han dejado al garete  a sus alumnos.

No estamos planteando que los mejores puntajes no fueran seres pensantes al momento de decidir su ingreso a la universidad, pero tampoco es  válido  asumir que el único criterio de elección – argumento que plantean los defensores del AFI- está  ligado al prestigio académico, porque  ello significa entrar al terreno de las descalificaciones, un nivel que no es muy presentable en el mundo académico.

La decisión de los mejores  puntajes de optar por determinadas universidades  en rigor estuvo entrecruzada por factores entre los que  cabe  citar una cultura centralista, elitista, de creencias, oferta de carreras, y por tanto el prestigio académico es una entre otras motivaciones.

Tampoco la calidad de “públicas” de las  universidades privadas constituye argumento válido para aspirar a fondos fiscales, como lo han demandado los planteles del G-9. Lo “público” en el sector privado se remite a un compromiso ético de una institucionalidad contribuyente en  políticas nacionales conducentes al desarrollo del país.

 Distinto es acceder a fondos  fiscales por concursabilidad en propuesta de proyectos pertinentes a políticas públicas, donde  sí tiene cabida el sector  privado.

No es posible además cuestionar la responsabilidad  financiera de los  Gobiernos con  sus planteles estatales, ese es un deber y competencia irrefutables.

Sería lamentable tener que resucitar el AFI. La Pontificia UC está liderando tal objetivo, es la  más dañada con su eliminación, y  ha  presentado un recurso legal porque argumenta que tal instrumento nació por un Decreto que no ha sido derogado.

No constituiría la primera desprolijidad de las  abundantes ya cometidas por  el Ejecutivo y el Legislativo  y tal vez el rector Ignacio Sánchez quiera hacer  prevalecer  el lema nacional “Por la Razón o por la Fuerza”. Está en su derecho.

Les invito a leer la columna que de este tema publiqué la semana pasada en el Semanario “Tiempo”, texto sobre el cual estimé necesario redactar este preámbulo. Contiene la explicación que no pude  plantear porque  los artículos en medios de comunicación tienen una extensión, una cantidad predeterminada de  palabras y ese  es un tirano al cual hay que obedecer.

Les dejo con la columna:

Déjenlo Morir

 

Publicado en Semanario “Tiempo” el 06/01/2017

 

ENTIERROPiadosa frase pronunciada cuando  ya no  hay vuelta atrás,  con un agonizante que además está  sufriendo.

Lo mismo solicitamos desde esta columna para el  Aporte Fiscal Indirecto- el polémico AFI- asignación estatal que recibían instituciones de la Educación Superior por captar los 27.500 mejores  puntajes PSU.

El AFI feneció en 2016 y aunque nos acusen de impía, lo aplaudimos, porque era el más recesivo recurso, además fiscal, con que se premiaba a los universitarios más pudientes.

La PSU era el único parámetro para que  universidades, incluso no acreditadas, accedieran a  estos dineros. No se requieren  condiciones ni de pitonisa ni de analista para inferir a qué planteles mejor retribuía  este aporte.

Simplemente invito a revisar el informe de Contraloría, para constatar que el 41% de Fondos AFI  en 2015 se lo llevaron las 9 universidades privadas tradicionales (G-9); las 16 estatales, se quedaron con un 33,1% del total  y un 24,8% lo captaron planteles privados. El 20% de los dineros entregados al G-9 se lo adjudicó la PUC.

La Pontificia, por tanto, recibió la quinta parte del Presupuesto AFI 2015 entre 60 universidades. El 65% se quedó en planteles privados.

Las cifras  hablan por sí solas de las razones que tuvo el rector de la PUC- médico- para internar el AFI en la UTI y practicarle transfusión de sangre, respiración boca a boca y electroshock para resucitarle.

Los intentos por suprimir estos fondos datan de hace 2 décadas. Mantenerlos no es presentable, si queremos ser consecuentes con criterios básicos en igualdad.

La equidad en Educación es un tema particularmente sensible. Representa la oportunidad para jóvenes- a quienes la igualdad ni les ha rozado- de acceder a un título y abrirse paso- ellos y su familia- a una mejor calidad de vida, en todas las dimensiones de ésta.

Mantener el AFI significaría que dineros estatales  seguirán llegando a jóvenes  que,  por efecto de un modelo económico absolutamente inequitativo, han sido subsidiados desde su nacimiento.

Por eso, no soy yo la impía  por aplaudir el fin del AFI, sino aquellos que pretenden revivirlo, acción liderada por la PUC que  busca apoyarse a una ley supuestamente no derogada- ese sería un nuevo error del Gobierno- para recuperar un aporte que  hoy se integró a los dineros destinados a la Gratuidad de  los estudiantes más vulnerables.

La premisa del rector Sánchez es básica. Plantea que dejará de percibir fondos para financiar sus programas y además pierde  un aporte histórico.

Es el mismo argumento de quien ha  trabajado por décadas y enfrenta el drama del despido.

¿Qué hace ese cesante?

Se las ingenia para rascarse con sus propias uñas, eliminar  suntuarios y buscar otras vías de ingreso.

Eso debería hacer la PUC- quizás pedir más plata al Vaticano- y todas las  universidades privadas que le están acompañando en el duelo.

 

 

Susana Pozo Pizarro, es Periodista (UCh), Magíster en Información Económica. A nivel profesional ejerció en formatos de Televisión, Radio, Periódico y Revista. También se desempeñó en Comunicación Corporativa y culminó su carrera como Editora y Columnista del sector de Economía en Diario “El Mercurio” de Valparaíso. A nivel académico ocupó cargos en la Universidad de La Serena como académica, Directora de la Escuela de Periodismo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas. En 2008 recibe el Premio “Elena Caffarena” que otorga el Gobierno para reconocer a mujeres destacadas en su ámbito profesional. Hoy es columnista del Semanario “Tiempo” de La Serena y maneja este sitio para analizar la actualidad así como otros temas de interés. Nos estamos acercando a 1.800 seguidores en twitter y un número significativo que nos siguen a través del contacto directo y de correos. Nuestro interés es otorgar análisis independiente y acogemos comentarios que pueden observar enfoques distintos y opuestos al nuestro.

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