Retorna el Drácula más aplaudido de las últimas décadas
El próximo miércoles podría disfrutar de ver en pantalla grande a una de las mejores versiones de Drácula, personaje emblemático en la cinematografía de terror.
“Drácula, de Bram Stocker” dirigida por el cineasta Francis Ford Coppola se estuvo exhibiendo este fin de semana.
Se trata de la versión contemporánea más aplaudida, y la pretensión de los productores fue entregar una versión fílmica lo más ajustada a la literaria, que ha inspirado desde los años 20 múltiples realizaciones sobre este seductor vampiro. No se logró tal aspiración porque dificilmente dos géneros- literario y cinematográfico- con sus propias peculiaridades, podrán homologarse. Por adición, este filme en su realización lleva el sello indeleble de Coppola.
Las adaptaciones draculianas deben superar holgadamente el centenar, de las más diversas calidades. De las contemporáneas nuestra selección incluye la segunda versión de “Nosferatu” interpretada por Klaus Kinski, una película espectacular; el Drácula de Christopher Lee, actor que más versiones filmó y cuyo deceso este año fue tema de estas páginas, y “Entrevistas con el Vampiro”, interpretada por un juvenil Tom Cruise.
Pero en el top de esa reducida nómina situamos a “Drácula de Bram Stocker” que el cine de cadena exhibió, decíamos, este fin de semana para iniciar una nueva temporada de cintas que constituyen un clásico.
Esta producción, a nuestro juicio, no ha logrado ser superada por posteriores adaptaciones de este vampiro que necesita seducir a mujeres para luego beber su sangre, su alimento y modo de sobrevivir en la eternidad. Lo descrito es el denominador común de todos los relatos draculianos.
La novela- apenas un relato corto de Bram Stocker- se publicó en 1897, ha transcendido por tanto 118 años, fundamentalmente a través del cine y en estas últimas décadas, con el dominio de la tecnología, a través de juegos digitales en que el personaje es su protagonista.
Drácula no solo ha sido el principal “anti-héroe” en el género de terror: también la categoría comedia ha tomado el vampirismo en general y a Drácula en particular para reírse de este personaje.
Lo más aproximado a ese género que he visto ha sido “El Baile de los Vampiros”, dirigida y protagonizada por Roman Polanski, quien mezcló comedia y terror en una propuesta que recibió buenas y malas críticas.
Me parece que en tono de comedia se traiciona abiertamente la esencia de esta sanguinaria figura cuyo mejor escenario es el género de terror.
Y si la eterna vida del vampiro está en su naturaleza, también en el imaginario de la cinematografía y ahora en la ficción digitalizada, ha gozado de infinitud.
¿Dónde está el secreto de su prolongada existencia y por qué continúa siendo inspiración de directores y atrae espectadores a salas de cine?
Hay varios elementos que lo sustentan: Drácula es una mezcla de romanticismo, erotismo y terror, un mix ambiguo, pero una conjugación apropiada para atraer al público. El seduce y enamora a mujeres quienes por alguna razón no pueden eludir su influjo, aun a pesar de su figura siniestra, que cohíbe.
El enamoramiento al estilo draculiano presenta otra singularidad. Es un seductor cuya forma de expresar un “te quiero” es enterrar sus filudos colmillos en el cuello de sus elegidas. Esas escenas están cargadas de afecto, pero también de terror.
Y además tienen un gran matiz de subyacente erotismo porque la víctima siente placer y, como no, si el hábil vampiro ataca en una zona corporal considerada altamente erótica. Representa una suerte de voluptuosidad elegante y discreta, si estimamos que hoy en las películas hay escenas de sexo demasiado explícitas que si no son filmadas con estética cinematográfica resultan muy grotescas.
El suspenso es otro elemento muy presente en las películas de Drácula, porque el espectador ya está en conocimiento de las intenciones del vampiro, en tanto la mujer seducida está ignorante de lo que le espera: eso anticipa en el público una carga emocional y quien se sienta a ver una película de terror, quiere experimentar precisamente eso: emoción desde el temor y el pánico.
Tal como lo describía Alfred Hichcock, el maestro del suspenso, quien lo remitía a esta suerte de complicidad entre el público y el relato que le anuncia un hecho inminente, peligroso y amenazante que está por ocurrirle a un desprevenido personaje.
Drácula además posee el don que muchos quisieran: la eternidad conservando la juventud; el sueño de muchos que este villano de las tinieblas sí lo cumple.
También esta leyenda nos remite a la rebelión de un ser que ha optado por someter a su sumisión a sus víctimas, de las cuales bebe su sangre que asegura su propia subsistencia. Eso, hace conexión con la dosis de perversidad latente que todos tenemos.
En esa línea, los relatos sobre Drácula representan la lucha entre el bien y el mal que siempre seduce como entretención, porque finalmente en forma de recreación representa una catarsis para despercudirnos de esa maldad larvada.
Las diferencias en todas las versiones cinematográficas de Drácula radican en cómo se usa este relato eje y cómo el director apela a su propio oficio para que su versión logre encantar al espectador e imponerse entre el centenar de adaptaciones de esta fábula que se remonta al príncipe empalador- Vlad Tepes- en la antigua Transilvania.
En eso radica el mérito de Coppola, quien recreó marcadas diferencias entre “su” Drácula y las restantes propuestas cinematográficas que por los años 90 circulaban sobre el personaje.
Coppola no fue sólo el ya reconocido director que llegaba a adaptar este recurrente protagonista de las mejores películas de terror. Su adaptación encantó porque regala a los seguidores del vampiro una propuesta renovada y refrescada del personaje, por primera vez representado como un anciano amable, pero a la vez extraño y siniestro y con una caracterización que se sale de los cánones comunes.
Su olfato para escoger su elenco también constituye un acierto porque reunió a 2 actores de tan elevado nivel como Gary Oldman y Anthony Hopkins: el primero como Drácula y el segundo como el destructor del vampiro. Estos 2 colosos del cine desplegarán lo mejor de su talento para este campo de batalla entre el bien y el mal que construye Coppola y que ofrece en un entretenido relato de enfrentamiento que deberá culminar con la muerte de este malvado chupa sangre.
Para el equilibrio en esta lid entre ambos talentosos, Coppola eligió a dos juveniles actores en los años 90: Winona Ryder, quien representará a Mina la mujer seducida por Drácula y también a Elizabetta, su amor eterno, y en el rol del abogado casado con Mina, a Keanu Reeves (Matrix).
Estos deben ser sus mejores papeles, porque nunca han destacado como grandes intérpretes a pesar que han sido elevados al estrellato. Eso gracias al oficio de Coppola que bajo su dirección con esta película les catapultó a la estelaridad.
Por el contrario, Gary Oldman será recordado como el mejor Drácula en la historia del cine contemporáneo. Ninguna versión posterior ha podido darle batalla, menos ahora que las historias de los personajes con sed de sangre en los últimos años se han encaminado entre el cine gore y de zombis. Poco puedo referirme a estos géneros porque el primero lo evito y los filmes de zombis no los he visto.
A Oldman las nuevas generaciones le pueden identificar en la saga de Harry Potter en el rol de Sirius Black y quienes son adictos a la filmografía de Batman, le deben recordar en el papel de James Gordon.
En esta versión de Drácula le vemos en dos caracterizaciones muy contrapuestas, que dan cuenta de su versatilidad: como el anciano y escalofriante Drácula encerrado en su castillo de Transilvania y luego como un seductor y atractivo londinense en búsqueda de su víctima.
Oldman logra construir un Drácula en lo que es la esencia y ambigüedad del personaje: seductor, espeluznante y repulsivo.
La cinta contiene pasajes en un estilo muy barroco: las representaciones oníricas, el trayecto del abogado hacia el castillo y las transformaciones de Drácula para seducir a Mina se presentan en recargadas elaboraciones fílmicas.
Lo mismo ocurre con el color, el maquillaje y el vestuario que contribuyen a un complementación estética inusual como recursos, a diferencia de anteriores películas dedicadas al vampiro, la mayoría construidas en una atmósfera oscura para contribuir a lo siniestro del personaje.
Este Drácula en cambio representa un gran despliegue de plasticidad en el uso de los colores, desde tonos pasteles hacia otros de mayor intensidad, pero particularmente con una persistencia en el rojo intenso que puede interpretarse como el énfasis en el tinte de la sangre.
El Drácula de Cóppola será también recordado por el recargado maquillaje en la caracterización más decrépita del vampiro y que le valió uno de los 3 Oscar obtenidos.
Las otras 2 estatuillas premiaron la mejor edición de sonido y el mejor diseño de vestuario.
Una nueva oportunidad para ver a esta versión en pantalla cinematográfica- reiteramos- es este miércoles o bien puede ser adquirida a través de sitios que la tienen en su cartelera.
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