Chile va hoy una vez más a las urnas. Para decidir quien gobernará en los próximos 4 años. Del actual cuatrienio queda poco, apenas unos meses, pero en el lapso que trascurrió entre el gobierno de Bachelet, hoy nuevamente candidata, según las encuestas con la mejor opción para retornar a La Moneda, y la actual administración liderada por Piñera, Chile continuó evolucionando en una radical metamorfosis que poco entendió la clase política y que ya se había iniciado en el periodo anterior.
Tal vez por su escaso renuevo en ya casi el cuarto de siglo del regreso a la vida democrática, los grupos gobernantes desde el Ejecutivo y el Parlamento dieron cuenta de incapacidad para visualizar y dar lectura e interpretación a la insatisfacción y las demandas ya planteadas por el ciudadano en los dos últimos ciclos presidenciales.
Señalo lo anterior para establecer el escenario en que se desenvolverá la jornada electoral de hoy: con una cronología que se inicia con los juveniles pinguinos, continúa con una dinámica corriente de estudiantes universitarios que levantaron una atractiva bandera de Educación Gratuita- sustentada por abusivos créditos- y que ha sido complementada por tenaces movilizados desde todos los sectores laborales.
Sumemos a esa plataforma social una enrarecida mixtura de un Chile liderando rankings internacionales apoyado en sus exitosos resultados económicos y en lo interno con insatisfacciones provenientes de jubilados empobrecidos, regiones postergadas en sus demandas y un irritante modelo que exacerba una muy deficiente distribución del ingreso.
Añadamos las nuevas normas electorales- voto voluntario- que representan un desincentivo para el sufragante desanimado y/o desesperanzado para que esta jornada electoral pueda desafiar toda proyección y encuesta en sus resultados. Me disgusta la decisión política del voto voluntario: entroniza aún más la distancia cívica del ciudadano que se inició con el quiebre de la democracia, y con que en plena democracia no se han reincorporados aún contenidos de educación cívica en programas escolares. Agreguemos la precaria identificación del ciudadano con prácticas y actuaciones de los grupos políticos y configuramos una frágil representatividad en el pronunciamiento electoral.
Y un epílogo, resultante de este Chile distinto: el considerable número de 9 postulantes presidenciales que llegaron a la recta final, que inevitablemente generarán una dispersión de sufragios, de tono menor, pero disgregación al fin y al cabo.
Según los sondeos, frente a los cuales los chilenos hemos hecho un inexplicable acto de fé, continuamos incomprensiblemente anclados a los candidatos que mejor representan el sistema binominal y que son las dos alianzas que han gobernado el país amparados por este modelo electoral en estos 24 años de elecciones libres.
Ello se explica por la tardía aparición de nuevas propuestas aun insuficientemente estructuradas, todavía en un precoz y pleno proceso evolutivo y de maduración, y neutralizadas por la enorme ventaja de sólidos andamiajes de las colectividades políticas tradicionales, no obstante el desgaste y erosión propios de haberse instalado en el poder por tan extensos periodos.
Ese es el escenario de esta jornada electoral. Respetando el tecnicismo de las empresas de sondeos y el uso de soportes con que hicieron sus proyecciones, sin esos recursos, resultaría aventurado, arrogante, altanero y soberbio conjeturar resultados. Estos los comentaremos al final de este pronunciamiento democrático que hoy vive el país.
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