¿Un Pánzer avanza hacia La Haya?
El nuevo agente ante la Corte de la Haya, José Miguel Insulza, ha comenzado a hacer lo suyo en la defensa ante la demanda de Bolivia de salida soberana al Pacífico.
Y aunque él mismo afirma que se trata de un tema jurídico y no político, resulta extraño que el abordaje que está haciendo de su tarea es desde una estrategia política, porque antes de completarse la primera semana en que ha reemplazado al abogado Felipe Bulnes, ya tiene programadas varias reuniones con líderes continentales para difundir la postura chilena.
La gestión política es lo que mejor le calza a Insulza y desde esa perspectiva, hubiese sido más conveniente que él hubiese sumado y no reemplazado en el equipo chileno que está a cargo de la defensa chilena.
Ahora el ex canciller deberá demostrar que su apelativo de “Pánzer” lo merece y no una mera ocurrencia banal.
Lo jurídico, lo político, lo diplomático y lo comunicacional están dentro de las aristas que se potencian en esta segunda etapa de la defensa chilena y desde ese contexto resultó bastante inapropiada la decisión de Bulnes de presentar su renuncia irrevocable- si así fue- a la tarea encomendada, aun reconociendo en él su mejor competencia jurídica y su nulo talento comunicacional así como su incapacidad política.
Fue además poco refractario a las críticas inapropiadas que surgieron por el fallo de La Haya que rechazó la tesis chilena de su incompetencia para revisar la materia.
En ese aspecto, Bulnes fue incapaz hasta de creer su propio argumento en cuanto que esa sentencia limitó considerablemente la aspiración altiplánica.
Pero también hay que consignar que fue la clase política y no la Opinión Pública la que le asignó toda la responsabilidad por el fallo primario que se estimó adverso.
Los políticos, con el mejor conocimiento que deben mostrar como obligación para hacer análisis de fallos, tuvieron una visión obtusa para ponderar la primera sentencia, incluida la propia derecha, a cuyas aguas pertenece Felipe Bulnes.
Y cuál es la novedad en esto último, cuando la derecha es la peor enemiga de ella misma, para todo evento, y su lejana y casi nula solidaridad con el ex agente forma parte de la permanente y sistemática estrategia de esta ala política, experta en autofagocitarse.
La deplorable ceremonia con que se anunció el cambio de agente, bien pudo reemplazarse por un escueto comunicado. La Moneda hubiese salido más airosa y se hubiese ahorrado el bochorno de la Presidenta entregando una explicación y Bulnes explicitando su quiebre con el equipo de defensa.
Por eso, todo lo anterior generó un enrarecido e inapropiado escenario derivado desde su inexplicable renuncia al cargo de agente, a menos que desconozcamos entretelones que no trascendieron sobre su dimisión y esto último también puso un manto de dudas que bien aprovechó Bolivia.
Desde esa perspectiva, con Insulza hubiesen ambos sumado, pero hoy es el ex secretario General de la OEA quien deberá liderar esta tarea que en rigor va más allá de una situación contenciosa con Bolivia y se trata en definitiva de la defensa de la soberanía chilena.
Y en esa delicada e importantísima gestión señalamos en el artículo que presentamos el pasado fin de semana en Semanario “Tiempo” que extrañábamos el liderazgo presidencial, así como el respaldo a la mandataria de un representación diplomática bien calificada.
Bachelet permanece hoy en París junto a líderes mundiales para conversar sobre cuestiones climáticas.
Es su oportunidad para manifestar a mandatarios y representaciones de otros países que su principal preocupación a nivel internacional es defender nuestro dominio territorial y marítimo.
El tema central de estas reuniones mundiales es lo que menos importa, porque las sesiones preparatorias con participación de especialistas ya tienen toda la materia zanjada y los mandatarios vienen a suscribir los documentos finales tras adherirse a algunas de las posturas contrapuestas, si es que esa es la circunstancia.
El valor real de estos encuentros presidenciales está en las reuniones y contactos colaterales que se desarrollan en privado en salones de hoteles donde cada gobernante colocará sobre la mesa cuestiones sustanciales de interés nacional.
¿Habrá una preocupación más esencial que la de La Haya en la agenda de Bachelet? Espero que no, pero hasta ahora vemos en esta materia a la Presidenta cumpliendo lo justo y necesario, sin que su energía y voluntad se eleve a la importancia del tema.
Con respecto a Insulza, su rol de agente chileno ante la Corte holandesa curiosamente le robustecerá en sus aspiraciones presidenciales que él mismo ya había explicitado, pero a la vez es muy probable que le deje al margen de la próxima competencia por el sillón de La Moneda, cuyo plazo estaría más próximo que el fallo en el tribunal internacional.
El equipo no resistiría una nueva renuncia de quien lo lidere y ya Evo Morales le sacó provecho a este cambio cuya primera aproximación de análisis fue tema de la columna que elaboramos para el Semanario “Tiempo”. Un análisis apretadísimo por el espacio de que disponemos.
Le invito a leer este artículo en el cual nos preguntamos
¿Qué estamos esperando?
(Publicado en Semanario “Tiempo” el 27.11.2015)
La diplomacia es un arte. Algunos le añaden picardía y dicen que es el arte del disimulo.
Bien lo sabía Winston Churchill para quien el diplomático era una persona que primero piensa dos veces y finalmente no dice nada.
Y a Pitágoras le atribuyen la sabia frase que aconseja medir los deseos, pesar las opiniones y contar las palabras.
Si es de Pitágoras, buen diplomático hubiese sido él.
Pero los chilenos no heredamos ningún gen ni de Churchill ni de Pitágoras, a juzgar por todos los traspiés que hemos protagonizado para relacionarnos con el mundo.
Mucha verborrea inútil y poca acción competente.
Aun no entramos en tierra derecha en un equipo definitivo para defendernos en la demanda que Bolivia está promoviendo a su favor por el mundo y Chile aun habla de iniciar una segunda etapa.
De la nula estrategia comunicacional con que el país se enteró del cambio de agente ante la Corte holandesa, mejor no nos pronunciemos, porque en esa ceremonia debió aplicarse el sabio refrán que aconseja lavar la ropa sucia en casa y no ventilarla ante todos quienes aguardan tales errores para instrumentalizarlos.
Fue un regalo de Pascua anticipado para Don Evo.
En diplomacia, Chile pareciera hacerse cargo de su condición geográfica: arrinconado en el margen continental, esmirriado y flanqueado por vecinos expansionistas.
Tal realidad hay que revertirla en el acervo nacional, pero particularmente en la clase gobernante, responsable de gestionar la política de cómo el país se presentará ante el mundo y cómo éste nos percibirá.
Hoy vemos una política débil, tímida y timorata frente a vecinos que se autoperciben con licencia para depredarnos.
Sobran argumentos para respaldar lo expresado. Frente a un Evo quisiéramos ver a una Bachelet liderando nuestra defensa: los Presidentes deben situarse en la primera línea de protección de los intereses nacionales.
Y un gobernante en estos asuntos contenciosos debe estar flanqueado por un cuerpo diplomático profesional, calificado. Un país como Chile, con una economía exportadora y de defensa permanente de sus áreas limítrofes, no puede darse el lujo de usar sus representaciones extranjeras para compensar favores políticos. Ese es el pecado mayor de nuestra política exterior y da cuenta de la liviandad en cómo nos paramos frente al mundo.
¿Dónde están además los parlamentarios y el sector privado trabajando en la defensa de Chile?
Asociado a lo anterior es el deplorable descuido de nuestros asentamientos limítrofes. La población de enclaves fronterizos expresa permanente queja por tal abandono.
Cuando conocí Puerto Natales y crucé al Calafate argentino me impactó la diferencia. Eso, como ejemplo.
Hace un par de semanas, peruanos traspasaron nuestras fronteras sin obstáculo y ese país acaba de formalizar un nuevo distrito en territorio nuestro.
¿Qué estamos esperando para ponernos serios en la defensa de nuestro país?
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