A propósito del nuevo golpe de la naturaleza ocurrido en el país, quisiera comentar algunos inquietantes comportamientos que se observan en las agendas de los medios de comunicación para informar en situaciones de catástrofes en que miles de pobladores están enfrentando angustiantes y dramáticas experiencias.
El rol de periodismo es eminentemente social, volcado a identificar en la sociedad los acontecimientos que precisan ser informados, opinados, comentados e interpretados.
Desastres como el ocurrido en Iquique, representan un enorme desafío y esfuerzo para los medios de comunicación por la multiplicidad de frentes que es necesario cubrir para informar al resto del país sobre la magnitud del siniestro.
Valoramos este trabajo que en estas dramáticas circunstancias tiene un mérito apreciable en términos de la masiva difusión de estos acontecimientos que requieren de la colaboración y del conocimiento de toda la ciudadanía.
Y en ese aspecto, en el sismo que azotó a la zona norte del país, los canales de la televisión abierta han prestado valiosa difusión de la realidad que enfrentan atribulados pobladores en carencia de servicios básicos, como lo son la electricidad, el agua, la alimentación, un techo en el cual resguardarse y otras múltiples necesidades.
Este trabajo periodístico pone además presión sobre las autoridades en la ejecución de las tareas más urgentes y luego en aquellas que deben conducir a la normalidad en la vida de esas familias. En definitiva, que las promesas se concreten y no se queden como una apropiada “cuña” en un noticiario.
Por lo mismo, quienes sufren los embates de la naturaleza deben constituir fuente preferente del trabajo periodístico, tanto como que las autoridades informen cómo se está acometiendo la emergencia.
En ese aspecto, fue muy válida la decisión editorial de Radio Bio Bio- un medio que se distingue por la independencia en el tratamiento de la información- que en la mañana de ayer dejó virtualmente micrófono abierto a los pobladores de Alto Hospicio, porque sus relatos retrataron una realidad muy distinta a la informada por las autoridades.
No obstante, el uso de los protagonistas de una noticia como fuente de la información tiene el límite que dicta el criterio, la mesura y la ética profesional, particularmente en las circunstancias tan adversas de los hoy damnificados por el sismo.
Y si bien en el aspecto que comentamos, la televisión, que es el medio de mayor impacto para este tipo de acontecimientos, ha cumplido su rol, no ha logrado abstraerse al perfil de show que tienen sus espacios.
Comento esto último, a raíz de la evacuación que generó el último remezón con características de terremoto ocurrido en la madrugada del jueves, y que la televisión lo convirtió en un espectáculo, al reiterarlo una y otra vez a través de sus pantallas, desde muy tempranas horas en la mañana hasta en sus espacios nocturnos, sin tener en cuenta que todos los pobladores que huían con la angustia en sus rostros, tal vez lo único que deseaban era no recordar ese episodio.
Sería conveniente que la televisión disociara su labor de difusión de la entretención. Es lamentable que se mezclen y que en definitiva este medio de comunicación pierda su brújula, particularmente cuando debe acometer la importante tarea de informar al país de una tragedia de magnitud como la que hoy viven pobladores de la zona norte.
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