El Mayor Desafío Edilicio de Hoy: llegar con Alimentos a su población de menor recurso
Ahora sí que los alcaldes recuperaron la brújula que nunca debieron perder en esta guerra con el coronavirus. Vemos ya a algunos ediles en la labor social con sus vecinos a quienes se deben, a quienes los eligieron. Fundamentalmente todos debieran estar trabajando en la peor amenaza que hoy ya está presente en esta pandemia: el hambre que no sólo atenaza una necesidad vital y deja más en la indefensión frente al patógeno. También avasalla nuestra dignidad y nuestro principal Derecho Humano, el de la subsistencia.
Nunca nos pareció el rol de los ediles opinantes sobre cuestiones tan especializadas como el querer decidir las estrategias epidemiológicas para combatir el virus y por eso lo hicimos presente en una columna que publicamos hace un mes en el Semanario “Tiempo”, cuando ya era imposible- si se tiene la necesaria sensibilidad- no avizorar que la pandemia llegaba a Chile muy acompañada de un descomunal desastre económico, el mayor de las últimas décadas.
No exageramos en nuestra primera columna sobre el tema al comparar esta pandemia con los 4 Jinetes de la Apocalípsis, que representan la Guerra, el Hambre y la Muerte, como las peores plagas y que hoy se expresan en conatos de violencia, cuando los ciudadanos de menores recursos denuncian que ya no tienen dinero para alimentarse y en momentos que avanza el número de muertos.
Y ahí está el rol municipal, porque responde al argumento que los mismos alcaldes claman, que nadie conoce mejor a su comuna que ellos mismos.
Si el virus llegó a hacer sucumbir a la población más indefensa, los alcaldes deben instrumentalizar ahora el poder comunal que tienen para ir amitigar el hambre que debiera ser la gran prioridad de los siguientes semanas.
Los dejo con esa columna que ya reclamaba por la brújula perdida de los alcaldes.
El Mundo con Pies de Barro
Semanario “Tiempo” 24/04/2020
El mundo- y ahí Chile- con pies de barros inclinado antes el Covid-19. En este sálvese quien pueda, Chile estaría enfrentando de forma decorosa esta pandemia, a pesar de la multiplicación de casos y el aumento de fallecidos.
Eso hasta hoy. Mañana podría escribirse otra historia, los números pandémicos son veleidosos. Pero este jinete apocalíptico en su paso por el mundo ya ha dejado una estela de millones de contagiados, miles de muertos y un mundo con un frenazo que está significando estrepitosas caídas de las economías más sólidas. Y las más débiles, arrastradas en el torbellino de este desplome internacional.
Es el macrocosmo de esta tragedia.
En el microcosmo se sitúan en escalada los continentes, los países, las grandes urbes, las pequeñas, las rurales, los barrios y finalmente los individuos, todos, desde su propia realidad, sobreviviendo esta tragedia con sus fortalezas y debilidades.
El Covid-19, en su vigor destructivo, está enseñando al mundo que los populismos pueden de un plumazo evidenciarse en su insustancialidad y que los líderes tienen pies de barro. Que nada vale la fanfarronería de un Trump; el ateísmo sanitario de un Bolsonaro; la indolencia de un Boris Johnson y de tantos otros mandatarios que han arrastrado a sus ciudadanos a una debacle sanitaria con catastróficos balances. También hay populismos locales, ya lo diremos.
Nuestro país recibió esta pandemia convaleciente de un estallido social que vino acompañado de destrucción, muertes, pérdida de empleo y una Democracia ya erosionada.
Chile también tiene pies de barro. Si hasta ahora pareciera que estamos saliendo airosos, esta pandemia ha desnudado no la desigualdad, como señaló Ricardo Lagos, esa ya está en paños menores hace décadas, sino el desamparo de los viejos pobres, para expresarlo en su cruda realidad.
Largas filas de ancianos desafiando al virus- no por valientes sino por pobres y desamparados- para cobrar una mísera pensión y subsistir en esta soledad más dolorosa a que obliga la cuarentena, es una de las caras más demostrativa de lo mal que lo estamos haciendo con un sector que vivió tiempos difíciles como trabajadores y que hoy lo pasa peor en su etapa senil.
Muchos cacareos edilicios por “la tele” no rentabiliza a favor de los viejos. En tiempo récord, algunos alcaldes se doctoraron en epidemiología y claman porque sus estrategias sean más escuchadas que la de los expertos.
Cuán útil sería verlos concentrados en identificar sus bolsones de pobrezas, en ancianos solos y maltratados por una sociedad indiferente y en diseñar una estrategia para asistirlos.
Estos abuelos fueron los mismos que ayer se aglomeraron en consultorios municipales, madrugaron para informarse de los beneficios que podrían recibir y que hoy hacen colas para pagarse su pensión.
Focalizarse en ellos y olvidar los 3 minutos de fama por la tele. Esa labor sí reduciría la nómina de víctimas de esta pandemia.
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