Despejado el Interés político por nueva Constitución, el mundo parlamentario deberá focalizarse- sin derecho a receso, recreo u otra justificación- a las demandas sociales
Un deja vu que ya hemos visto en otros momentos, sólo que ahora con mayor intensidad, es el que hemos visto esta mañana desde el mundo político y desde el sector mediático tras el trasnochado acuerdo adoptado por los parlamentarios para llegar a conciliar las bases incipientes en la construcción de una nueva Constitución para Chile.
La negociación, y los esfuerzos para lograrla de los que tanto se autocelebran, fue orillado por el enardecedor vocinglero que hizo la calle el martes recién pasado, principalmente el vandalismo que se ha encargado de destruir a nuestro país, y que logró sentar a algunos de quienes están convencidos de una nueva Carta Fundamental con nombre y apellido- Asamblea Constituyente- a quienes están por reflexionar el carácter de este texto estructural y a quienes a regañadientes aún están pensando que es posible mantener la actual.
No es éste el tema que más interesa a quienes pacíficamente se han pronunciado por un cambio social, aun cuando no es secundario. Si una nueva brújula constitucional destraba amarres que han impedido contar con atribuciones más democráticas, bienvenida sea esa nueva Carta Magna para un Chile que cambió en su configuración demográfica, social, económica y política.
Me temo que tampoco este acuerdo interese mucho al vandalismo, cuyos oscuros intereses aún no se transparentan, a pesar de las señales de acciones concertadas y que podrían estar lideradas por grupos aún más opacos.
Y hoy, cuando ya se reversó la agenda inicial de demandas sociales- principalmente salarios, previsión, salud- y habría que añadir delincuencia por lo extremo de su accionar en este mes- para dar paso a este festín político, serán los políticos los que ahora deberán trasnochar por esas demandas de la ciudadanía, si es que entienden qué se está pidiendo. Ni se piense que por este acuerdo, está todo dicho para los chilenos.
Por eso, la gran incógnita es el comportamiento de esta tarde en las calles de Santiago y otras ciudades. Todos aquellos que creemos que lo prioritario eran las demandas y que deben ser resueltas con un debate más denodado que el que se tuvo en las últimas 24 horas, estimamos que hay aun un gran capítulo pendiente.
Pero también es necesario que quienes protesten como debe hacerse en democracia- sin dañar al otro- se retiren de las calles, la única forma de aislar a quienes vandalizan.
Este viernes, publiqué en el Semanario “Tiempo” de La Serena una nueva columna focalizada en la Violencia, que por espacio, pueden haber quedado sin abordar todos sus múltiples rostros, particularmente la desigualdad y los privilegios, expresiones de nuestra sociedad en las últimas décadas que dieron lugar como ejes principales a esta explosión social. Ambas- desigualdad y privilegios- merecen columnas centradas en sí, pero también están implícitas en algunas de las conductas que menciono en el texto.
Les invito a leer esa columna bajo el título de “El necesario Mea Culpa”.
El necesario Mea Culpa
Semanario “Tiempo” 15/11/2019
De las múltiples categorías en los 7 pecados capitales, la Ira no se escapa de ninguna y cuán peligrosa es.
Por 2 motivos. La Ira o violencia, siempre es contra un “otro” o un bien material que sí importa al otro. Los restantes pecados capitales- lujuria, gula, avaricia, pereza y soberbia- pueden proyectarse en el propio sujeto, no así la violencia, que sólo junto a la Envidia se alza como la transgresión que involucra a un tercero, que podría ser una sociedad completa. ¿Acaso el genocidio nazi no fue sino un magno pecado acometido con extremísima violencia?
La Violencia es por tanto un gran Pecado Social y desde esa dimensión lo veo como una gran derrota y un enorme fracaso para que se incube y fructifique el diálogo, la tolerancia, la comprensión, en definitiva considerar y escuchar a ese “otro”. Ese es la segunda peligrosa motivación de la violencia a partir de la cual se expresa una espiral de funestas consecuencias. Gandhi veía la violencia como “el miedo a los ideales de los demás”. Y éstos son los que reclaman hoy los chilenos.
La Violencia tiene múltiples y heterogéneos rostros muchos de los cuales se han expresado en estos días.
La destrucción de bienes materiales esenciales para nuestra convivencia; los bloqueos y múltiples paralizaciones para que esos “otros” estén impedidos en su accionar; las descalificaciones de posiciones contrapuestas, las pérdidas de empleo y emprendimientos han mostrado una pérfida cara.
Extremadamente violenta ha sido la actitud de la clase política por negarse a cumplir sus deberes entre los cuales están implícitos contribuir a la búsqueda de soluciones a las demandas de la ciudadanía, e inhibirse de condenar los actos violentos así como mostrar similar énfasis para esclarecer atentados contra los derechos humanos.
Los medios audiovisuales igualmente han actuado con violencia cuando reiteran una y otra vez las acciones virulentas, incluidos los espacios con restricción a menores.
Las redes sociales, su lenguaje insidioso y grosero, construyen también a un arquetipo violento.
Pero no seamos cortoplacista en este análisis. La historia de nuestra violencia de los últimos años se inició, aunque resulte una monserga, con la celebración hasta del profesorado por el acto cometido por María Música al arrojar un jarro de agua a una ministra.
Me faltará espacio para ese histórico registro: lenguaje y acciones violentas entre parlamentarios; delitos de cuello y corbata encubiertos desde los propios Gobiernos; colusiones varias; indiferencia a los conflictos sociales económicos, previsionales y de salud; cruda realidad del Sename premiada con sus concomitantes con importantes cargos.
Vandalismo y delitos sociales, económicos y políticos caen en el mismo saco de la violencia.
Es hora de hacer el Mea Culpa y construir una institucionalidad conducente a evitar esos rostros de la violencia que están generando el más que preocupante escenario actual.
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