El país dormirá hoy con la tarea de regresar a las urnas el próximo 15 de diciembre. De alguna forma, resultó profético el título del análisis último que hicimos en víspera de la jornada electoral vivida este domingo. Repetimos entonces: “De nuevo a las Urnas”, un análisis que yo creo para la Nueva Mayoría estaba en sus cálculos, que lo comenzaron a visualizar en el organizado andamiaje electoral que organizaron. Sólo había que escuchar a la candidata, sus llamados a concurrir a las urnas y ganar en esta primera perfomance. Pero los temores se hicieron realidad y el 45 /25 con que cierro esta columna- a menos que hubiese una corrección muy radical- llevará a un nuevo enfrentamiento electoral entre las dos candidatas que en las encuestas también marcaron las principales preferencias, la ex presidenta Michelle Bachelet y la ex ministra, Evelyn Matthei.
Este balotaje o repechaje como optamos señalar en reciente columna, debe tener para gobernantes y parlamentarios la lección que en rigor a futuro ya no debiera funcionar la política de los portazos a las iniciativas y proyectos que provienen del bando opositor y que en definitiva hay que gobernar en beneficio del país, en particular de los sectores más vulnerables si deseamos avanzar.
Las urnas lo han expresado claramente: hay una dispersión en la opción de políticas públicas que el electorado desea para el país y por tanto ninguna de las 2 más altas preferencias marcadas hoy por los votantes puede señalar, cualquiera sea el resultado en el balotaje, que su programa interpreta lo que desea el ciudadano. Y en ese aspecto, tampoco circunscribirlo a estas 2 propuestas. La sola presencia de 9 candidaturas en esta primera vuelta da cuenta de una plataforma política disgregada en un ciudadano que comienza a visualizar nuevas opciones a las 2 que a la fecha han gobernado el país.
No es, en consecuencia, cuestión de ir por los votos de los postulantes que quedaron en el camino, sino de acoger aquellos planteamientos que se expresaron en esas candidaturas. Siempre las cifras en política y en economía hay que expresarlas en un significado. En particular me parece que las postulaciones de Enríquez Ominami, Israel, Sfeir y Miranda representaron claramente los vacíos y postergaciones existentes en regiones, en modificar el modelo económico y en lo fundamental escuchar el profundo descontento en los sectores que han quedado atrás en un sistema que se observa exitoso pero que continúa siendo incapaz de resolver la insostenible diferencia en distribución del ingreso a partir de la cual anidan todas las consecuentes inequidades.
Escuchábamos análisis triunfalistas a partir de los evidentes resultados que perfilaron esta segunda vuelta electoral. Los dirigentes políticos son expertos en dar la vuelta de tuerca a la realidad y ésta hoy expresa que nadie ha logrado congregar una preferencia mayoritaria, pero fundamentalmente señala que en el país hay que gobernar escuchando y acogiendo a todos. Eso debiera quedar claro para la próxima administración, quien quiera que sea la próxima Primera Mandataria.
Insistir en que quien triunfe en diciembre representará la propuesta que se imponga sería- expresándolo de manera muy simple- una tontera de marca mayor. Una tontera que aleja al ciudadano y que no se sienta representado por la clase política, un elemento complicado en la subsistencia de la democracia. Así lo señala claramente la amplia abstención que al cierre de esta columna se empinaba por sobre lo proyectado y que constituye casi el 50% del padrón electoral.
Este balotaje no debiera exacerbar el desafortunado antagonismo en que el país observa que impera la política de los desacuerdos. Y ahí pierde el país y fundamentalmente los marginados.
Es Posible que la dispersión debilite la representación de los proyectos políticos elegibles en esta elección, pero los resultados son claros, e indican un retroceso grave para la centro derecha. La abstención y la segunda vuelta no corrigen la percepción de fracaso.-