Bajo un cielo tormentoso navega la Democracia Cristiana que está recogiendo las consecuencias de estar profundamente fragmentada. La flecha roja apunta más hacia abajo que hacia arriba.
El proceso no es de ayer, comenzó con la existencia de bloques políticos donde coexisten colectividades que representan a veces doctrinas contrapuestas.
Obligados por el sistema electoral, pero principalmente por el nuevo ciudadano nacido al alero de la política de mercado, de la tecnología y del individualismo.
Las colectividades carecen hoy de fuerza para imponer sus propuestas de manera autónoma y ha desaparecido el liderazgo que tuvo la misma DC cuando eligió a su primer Presidente, Eduardo Frei Montalva.
Pero además, en lo interno, la DC ha sido incapaz de amalgamar sus distintas tendencias y ha abandonado el espíritu unitario, entre otras múltiples razones que obstaculizan una visión en común.
La crisis exacerbada por los magros resultados electorales recientes gatilló el larvado conflicto existente en las distintas tendencias.
De una crisis se sale muy dañado o fortalecido, dependiendo de la solidez de una visión común, de la cual carece hoy la Falange.
El actual conflicto maleará aún más a esta colectividad que conoció años de gloria y de dominio electoral. En 1973 logró el tercio de los escaños de la Cámara Baja, refrendando el triunfo de 1969, cuando se quedó con casi la mitad de los senadores.
Su rol en la recuperación de la Democracia fue fundamental tras el fin de dictadura, cuando logró imponer dos Presidentes- Aylwin y Frei Ruiz-Tagle- pero su debacle actual ha ido de la mano de la ex Nueva Mayoría que ha impuesto una Administración más izquierdizante, y ha causado ruidos internos en la DC.
La línea del actual Gobierno virtualmente ha fagocitado esta colectividad que con la candidatura de Carolina Goic quiso recuperar su identidad, que se distinguía por una agenda valórica sustentada en sus principios social-cristianos.
Por el contrario, en la reciente derrota electoral grupos de líderes y militantes que no desean asumir sus propias responsabilidades, han hecho públicas sus diferencias y un comportamiento que los aleja de sus posturas doctrinarias.
Por eso, en las manifestaciones abiertamente mediáticas tras los resultados electorales han aflorado recriminaciones que, con sustento, hablan de deslealtades, un concepto menos agresivo que el de traición y que usamos para redactar nuestra columna del pasado viernes para el Seminario “Tiempo” y que tuvo este fin de semana su continuidad con la renuncia a la subrogancia en la Presidencia del Diputado Matías Walker. Tal vez- aunque no se diga- impulsado por la nula injerencia que la DC está teniendo en la transformación que está experimentando el discurso y probablemente el Programa de Alejandro Guillier para atraer el voto del Frente Amplio.
Son los iniciales movimientos muy congruentes con la reñidísima batalla que se librará en la segundan vuelta presidencial.
Les invito a leer esa columna ejemplarizada con la exclamación del Cónsul y Dictador Vitalicio Julio César, tras verse traicionado por su hombre más leal, se suponía. En contraste con una línea más cristiana, recordamos a Judas Iscariote, icono de la traición bíblica.
¡Tú también Brutus!
Semanario “Tiempo” – 24/11/2017
La lealtad registra su mayor prueba en la adversidad. Pero por pequeñez del ser humano, es cuando menos se expresa y probamos en esas circunstancias el amargo sabor de la deslealtad.
¡Tú también Brutus!, la última frase pronunciada por Julio César, representa la decepción de quienes somos sorprendidos por los más cercanos con esa puñalada por la espalda.
La Biblia cuenta que Jesús urgió en la Última Cena a Judas Iscariote señalándole “lo que vas a hacer, hazlo pronto”.
Fracciones del ala izquierda de la DC emularon ese pasaje bíblico, cuando sin ningún pudor, en plena calle se apresuraron a crucificar con sus expresiones a Carolina Goic, quien a menos de 24 horas del bochornoso episodio protagonizado frente a la sede del Partido, era aún la Presidenta de la Falange y su candidata a la Primera Magistratura.
Emulando al Gólgota y a los soldados romanos, la disidencia de la DC se apostó a las puertas para denostar a su derrotada candidata con gritos de adhesión a Guillier.
No hubo decoro tampoco al mediatizar una conferencia de prensa dirigida por los parlamentarios Ximena Rincón y Gabriel Silber, exigiendo la renuncia de Goic, a quien responsabilizaron por la baja votación.
¿Y dónde estuvo el propio compromiso y la responsabilidad de esos militantes y de candidatos como Rincón y Silber quienes nunca trabajaron junto a la candidata durante la campaña?
Olvidan también que en vísperas de las Primarias, todos sus socios de la Nueva Mayoría se cuadraron con Alejandro Guillier. La DC hubiese pecado hasta de ingenuidad ir a Primarias al validar una suerte de parodia electoral.
Lo anterior no excluye responsabilidades internas de la Falange, en el compromiso de todos los militantes, particularmente de sus parlamentarios y cúpulas, para cimentar una línea unitaria en su estrategia frente a los desafíos que presenta hoy el país, que en rigor es lo que importa. Y de paso, recuperar su perdida identidad.
Es tal la desagregación interna, que resulta hasta legítimo sospechar que el pasado domingo pudo haber ya un trasvase de sufragios hacia Guillier, quien ya cuenta con la voluntad electoral de la DC impulsada por su fracción izquierdista para votarlo en el balotaje.
Sin condiciones fue el ofrecimiento, dejando al candidato el campo libre para negociar con el Frente Amplio, que con su sorpresivo capital de sufragios tiene espacio para demandar en el Programa de Guillier la inclusión de sus propuestas.
Sin embargo, eso no despeja la incertidumbre en esta adhesión, porque a las fracciones más radicales del nuevo bloque les resulta más atractivo lidiar con un Gobierno de Piñera para alzarse desde la Oposición como la real opción de izquierda que iría en 4 años más rumbo a La Moneda.
En política todas las estrategias son válidas y nadie sabe para quién trabaja, si es incapaz de hacer las lecturas correctas sobre las intenciones del adversario.
Comments
No comment