A propósito de la “chica comunista”

Revisamos términos regionales y recuerdos..

pan batidoEn respuesta al enrarecido escenario de noticias- fraudes, candidatos en el ring, accidente aéreo, y  un país próximo a restablecer la pena de muerte con la despenalización del aborto- es natural que  el mundo político haya sobrerreaccionado ante una expresión de la candidata de la DC, Carolina Goic, quien motejó a la diputada Carol Cariola de “chica comunista”.

Guillermo Teillier dijo que  la abanderada había sido “irrespetuosa”. ¿Cuál es el sustento del parlamentario,  si Cariola es bajita y comunista?

Ninguno, sólo que en estas  últimas semanas,  cualquier minucia es apropiada para presionar  a la candidata Goic y que baje su candidatura.

La política con fines de alcanzar el poder es muy sucia.

Pero nos colgaremos de  la “chica comunista” para elaborar un artículo más refrescante en contraposición al “Mundo Perro” que nos muestran las noticias.

Goic explicó que “chica” es un término de uso en su ciudad, Punta Arenas.

Una de las muchas  terminologías de uso frecuente en regiones que los contaminados ciudadanos metropolitanos no comprenden.

Así como quienes vivimos en regiones no entendemos que la miserable descentralización que se “cocina” en el Parlamento sea el  reduccionismo de la elección de Gobernadores Regionales.

Qué mejor evidencia que es una “golosina” política el que  ahora  tiene enfrascados al Oficialismo y la Oposición en un nudo ciego a propósito de los cálculos electorales para que  las elecciones de tan instrumentalizado cargo se  realicen en  noviembre o para “una próxima oportunidad”.

Hecho el paréntesis, volvamos a la “chica comunista” y a los  términos que son parte de léxicos regionales.

Si Carolina Goic hubiese nacido en Valparaíso, la polvareda en la delicada piel de  Guillermo Teillier hubiese sido mayor.

Porque habría usado la expresión de “cabra comunista”: los niños y los adolescentes en jerga porteña son “los cabros”.

Bien lo sabe el otro abanderado de la ex Nueva Mayoría, Alejandro Guillier,, quien  no hace mucho para referirse a Beatriz Sánchez dijo que esa “cabra” le  hubiese gustado como su asesora de prensa, “pero me la perdí”, acotó, con su habitual ninguneo de la condición mujer.

¿Entre “cabra” y “chica”, cual término es más presentable?: “chica” y tal como dijo la propia candidata, tras la arriscada de  nariz de su propia vereda política, estaban siendo muy “graves”.

Sigamos en  Valparaíso, donde  no se le ocurra pedir en la panadería un “pan francés”, porque le pasarán una baguette, que es en rigor el amasado que los franceses todas las tardes tras el término de la jornada laboral compran junto a “Le Fígaro”, y no se hacen ningún problema en sostener  el pan bajo la axila.

Nada muy limpio, aun cuando el alimento venga envuelto….no lo comería, a menos que personalmente  lo comprara, pero sí, claro que sí en Valparaíso compré muchas veces el “pan batido”, equivalente  en otras regiones al “pan francés” o la “marraqueta”.

Uniendo los términos ya escritos y si nos trasladamos a Valparaíso, podríamos decir aludiendo a Carol Cariola que “la cabra comunista compró pan batido en el plan”.

¿Y qué es el “plan”? la zona central Valparaíso: la Avenida Pedro Montt, por ejemplo, donde está el Congreso es una de sus arterias. Si a la “cabra comunista” se le ocurre salir de la burbuja y tomar el modesto aire  porteño que  circunda al faraónico Parlamento, virando hacia calle O Higgins, hay una antigua panadería donde las dependientes usan uniforme, con tocas, para que no caiga el pelo al pan, y aun venden al pedido, evitando, como en los supermercados, que el pan sea  mañoseado por muchos antes de comprarlo, incluido moscas, porque no cumplen con la protección.

Bueno, en esa panadería “la cabra comunista” podría comprar unos  crujientes “panes batidos” para  comer el “pan de la paz” con Carolina Goic.

De mi paso laboral por la zona norte he aprendido algunos términos que no eran parte de mi léxico.

Por  ejemplo en Copiapó y Serena, a cualquier ramito verde para aderezar ensaladas o también como “aguita perra” se le denomina “montecito” y ahí no hay distingo entre perejil, cilantro, boldo, cedrón y otros, simplemente el genérico “montecito”.

En Copiapó, las bebidas no se toman, no sea ilógico, si están “bebidas” ¿cómo las va a beber? Para los copiapinos son “refrescos”, el genérico que al parecer usan desde esa ciudad al norte y el mismo que se usa en Perú y Ecuador.

Tampoco se le ocurra comprar “dulces”, hay muchas golosinas  “dulces”. Allá se  disfrutan las “pastillas”.

Y si le pica el ombligo, allá va a tener que rascarse el “pupo”, otro genérico nortino y tal vez alguien podría atreverse a  decirle que le pica porque  tiene “chuño”, que traducido a la  zona sur es el “piñén”, que se produce cuando se es enemigo de la ducha.

En Arica,  si quiere disfrutar de un “berlín” va a tener que pedir una “bomba”.

“Berlín” o “bomba” me recuerda los berlines que  cada mañana, tipin 11:00 hrs. en Valparaíso y cuando trabajaba en calle Prat, salía a disfrutar de  los berlines del “Café Vienes”, los más  ricos del mundo.  A esa hora aparecían bandejas de los cálidos berlines con mermelada. Y digo que  eran los más ricos del mundo, porque en Viena, la ciudad de los berlines,  el tradicional dulce no le llegaban ni a los talones a los del Café “Vienés”.

Este negocio desapareció bajo la bota militar, sus dueños que se comprenderá no eran militantes del regimiento,  emigraron del país y muchos  porteños nos quedamos sin el sabor de sus berlines.

Otros términos regionales: hay muchos. Por ejemplo los “perros” son las pinzas de ropa; los chupetes se  transformaron en “kojak”, aduciendo al pelado actor;  y el cocho, en la zona central  es el “ulpo”, la tradicional mezcla de harina tostada y agua.

Más allá de Chile, recordar dos anécdotas. En un restaurant en Brasil pedimos  una ensalada con palta, petición que motivó  la llegada  del encargado para  explicarnos que allá la “palta” se llama aguacate, como en  muchos otros países  sudamericanos, y además es un “postre”. Ahí desaparecieron de inmediato los deseos de probar el aguacate brasileño.

Así como en Ecuador, se  me inhibió el apetito por una cazuela o una sopa, porque  le llaman “aguado” y para mí lo “aguado” es una preparación no muy apetitosa.

Los guisos en cambio son “secos” y lo “seco” también es sinónimo de preparación inadecuada.

Por último, una anécdota también de mi paso por Ecuador, donde asistí a un curso de 2 meses, cuando confluimos periodistas de todo el continente.

Debiendo preparar un trabajo con unas compañeras colombianas, concordamos en que estaría en su departamento a las 10 de la mañana.

Al llegar, muy gentiles, me ofrecieron un “tintito”  que de forma  muy diplomática rechacé, para luego constatar que se trataba de  un café que los colombianos preparan  muy cargado. El aroma que despide su preparación inundó todo el edificio e hizo desaparecer todas mis aprensiones, disfruté no sólo de un “tintito”, sino de varios.

Cosas de terminologías de uso en regiones.

De todas, aunque no soy “cabra comunista”, me quedo con el crujiente “pan batido” comprado en el “plan”.

 

 

Susana Pozo Pizarro, es Periodista (UCh), Magíster en Información Económica. A nivel profesional ejerció en formatos de Televisión, Radio, Periódico y Revista. También se desempeñó en Comunicación Corporativa y culminó su carrera como Editora y Columnista del sector de Economía en Diario “El Mercurio” de Valparaíso. A nivel académico ocupó cargos en la Universidad de La Serena como académica, Directora de la Escuela de Periodismo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas. En 2008 recibe el Premio “Elena Caffarena” que otorga el Gobierno para reconocer a mujeres destacadas en su ámbito profesional. Hoy es columnista del Semanario “Tiempo” de La Serena y maneja este sitio para analizar la actualidad así como otros temas de interés. Nos estamos acercando a 1.800 seguidores en twitter y un número significativo que nos siguen a través del contacto directo y de correos. Nuestro interés es otorgar análisis independiente y acogemos comentarios que pueden observar enfoques distintos y opuestos al nuestro.

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