Patricio Aylwin: su Figura, sus Luces y
Sombras en la Política de Ayer y Hoy
Se fue Patricio Aylwin, un Hombre que jugó un rol importante en la recuperación del país.
Recordemos lo más trascendente: le correspondió con su Gabinete restablecer la Democracia en momentos que Chile se levantaba como un animal herido tras 16 años de Dictadura.
Pero digamos de inmediato, aún cuando demos un gran salto, de 26 años, para afirmar que el ex mandatario seguirá trascendiendo más allá de su partida, porque se va en momentos en que el país vive una severa crisis de credibilidad en la Democracia, como resultado de los escandalosos casos de corrupción protagonizados por quienes ocupan hoy cargos públicos.
Bastó un cuarto de siglo para que esa Democracia que se añoraba y que todos festejaron cuando él asumió el mando, se deteriorara, como resultante de la desprolijidad en el comportamiento de algunos políticos. Mayor cantidad de lo que es tolerable.
La relación entre el deceso de Aylwin y el lamentable escenario político actual es válida, en tanto uno de los grandes valores de Aylwin es que representó un estilo de vida moderado, prudente que hoy no se observa entre quienes lideran la política.
Fue un hombre de clase media, afincado aun en su mandato y hasta su deceso, residiendo en su casa de Providencia. Solíamos verle desplazarse desde allí al Colegio San Ignacio de la misma comuna para asistir a la misa dominical. Su fe católica le llevó a unirse a las filas de los jóvenes falangistas.
En una oportunidad que visité la comuna de Algarrobo para efectuar un reportaje, me mostraron la que los vecinos llamaban “la Casa de Don Pato”, una vivienda de un moderado de la clase media, sin rejas protectoras, a línea de calle, su pintura desgastada por el paso del tiempo, sin lagunas ni custodios alrededor. Era el balneario que él visitaba o pasaba sus periodos de vacaciones.
Hizo esfuerzos en su Administración para abrir los espacios que permitieran a los chilenos conocer la Verdad de lo acontecido y así impulsó la Comisión Verdad y Reconciliación que dio curso al Informe Rettig, que el ex Presidente leyó con auténtica emoción.
En ese instante se inscribe como el último (¿tal vez el único?) mandatario que ha tenido la hidalguía de pedir Perdón, algo que no hemos visto en sucesores suyos por actos cometidos en que la responsabilidad ha sido más directa y protagónica
Por eso, decimos que Aylwin es representativo de un chileno hoy inexistente: más auténtico y austero, menos soberbio y de mayor honestidad. Esto último como un valor para reconocer errores, una actitud hoy absolutamente desterrada, cuando la Ciudadanía espera que quienes están presentes en la vida política admitan sus errores, pidan Perdón y enfrenten el juicio como cualquier ciudadano que ha incurrido en faltas.
Tal vez, ante la evidencia de la extensa nómina de los Detenidos Desaparecidos, Aylwin, siendo Presidente de la Democracia Cristiana, se habrá arrepentido de haber apoyado en un comienzo el golpe militar, que al ser consultado, justificó porque dijo que había que evitar “una guerra civil o una tiranía comunista”.
“Justicia en la medida de lo posible” es una frase suya que siempre se repite en tono de reproche, sin tener en cuenta que la cultura del dominio militar había que enfrentarla de manera paulatina, tras señales complejas. Lo cierto es que así fue su Gobierno, flanqueado por un Ejército que se negaba a admitir el retorno a los cuarteles y rechazaba la subordinancia. Y que además estaba liderado por la figura de un dictador que insistía en un protagonismo muy nocivo y activo.
Su Gobierno debió enfrentar los ejercicios de enlace y un “boinazo”. Con militares que llegaron con uniforme de guerra al Ministerio de Defensa y que se acuartelaron.
Tal vez excedió su prudencia, no lo sabemos, pero lo importante es que su periodo fue la etapa de transición en que se asentó una Democracia que hoy poco cuida el sector político y que nació de una forma muy frágil, con fuertes tensiones.
Que su Gobierno tuvo sus luces y sombras, creemos que sus sombras también obedecen a episodios circunstanciales que en esos momentos se vivían. La calificación más transversal de su Administración fue la discreción y la reconciliación en un país que comenzaba una lábil y lenta recuperación y que debía despercudirse de un totalitarismo brutal en el aniquilamiento de los Derechos Humanos.
Estimamos que su traspié más relevante hay que remitirlo a la pérdida de la Laguna del Desierto, en un fallo de un tribunal internacional que concedió todos los activos en litigio a Argentina.
No fue el momento más oportuno para que Chile se sometiera a ese proceso, por la negativa imagen del país ante el mundo y a la Administración de Aylwin se le reprocha escasa fuerza para defender la postura nacional en esta controversia limítrofe.
Por el contrario, todo el reproche que se le hace a su actitud conciliadora y mesurada frente a la entonces intensa presencia militar durante su Gobierno, hay que juzgarla en el contexto del episodio más dramático que vivió el país en su Historia Contemporánea.
Su partida no sella los sucesos que vivió como Presidente, ni menos los anteriores a su periodo. Ambos es necesario tenerlos nítidos y presentes. Hoy representan una reflexión frente al preocupante escenario político actual.
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