Crónica de un Incendio Anunciado
Este artículo lo escribo a las 4 de la madrugada, teniendo al frente la imagen dantesca del macroincendio que una vez más azota a Valparaíso, a menos de un año de la ocurrencia de una tragedia similar en nuestro puerto.
Y también pude haberlo escrito a la 1, a las 2, a las 3 de la madrugada: la imagen era similar, de un fuego descontrolado, con bomberos sólo haciendo sus mejores esfuerzos para evitar su propagación hacia otros sectores.
Eso para graficar la angustiante noche que vivieron modestos pobladores en los cerros porteños.
Y hemos titulado este artículo “Crónica de un Incendio anunciado” porque estaban dadas todas las condiciones para su ocurrencia: las elevadas temperaturas, que siempre en Valparaíso son cómplices de fuertes y huracanados vientos, las quebradas secas, hoy más estériles que nunca porque al puerto también azota la sequía, y la topografía de los cerros que generan verdaderos bolsones, donde se refugian los vientos para tomar nuevos bríos y transportar las llamas hacia otros sectores. Eso convierte los cerros en un cordón de fuego casi imposible de controlar y será el eterno destino de Valparaíso, principalmente de su gente más modesta.
Las autoridades debieran entender en la nueva reconstrucción de los sectores amagados que allí no es posible planificar construcción ligera, que es presa fácil del fuego. Ahí sólo tiene cabida edificación sólida.
De lo contrario, la tragedia de familias muy pobres que pierden todo y quedan a brazos cruzados se repetirá siempre, año tras año, cada vez que los vientos huracanados, que son una característica del puerto, entren en alianza siniestra con las altas temperaturas.
Y por tanto este artículo pude haberlo también titulado como un “Déjà Vu” y decir que un título que seleccioné para una columna que este viernes publiqué en el Semanario “Tiempo” resultó premonitorio para el incendio de Valparaíso: habrán muchos “déjà vu” en siniestros porteños, si no se emprende un trabajo sistemático de prevención.
Y la prevención principalmente se vincula con una megacampaña en pro de la educación de sus pobladores.
El origen de este incendio fue un basural clandestino, el que seguramente contenía algunos restos de botellas, punto inicial para que la elevada temperatura y un pasto seco quedara a disposición de las primeras llamas que luego el viento aciclonado regó por la parte alta.
CNN mostraba hoy de madrugada una quebrada muy cercana a uno de los tantos focos de fuego que en esos instantes bomberos intentaba contener, convertida en un basural, conteniendo restos de botellas plásticas y de vidrio, cartones, y un desvencijado sofá que equivalían a depositar en ese sitio un par de litros de bencinas para que el fuego se continúe alimentando.
Digamoslo claramente: los habitantes que no está siendo educados en prevención y limpieza y la desidia de las autoridades que no destina recursos a una campaña antibasura permiten que los propios habitantes sean los protagonistas de estos siniestros que luego le convertirán en víctimas de su propia tragedia.
Debiera además disponerse de un Plan especial de extracción de basura hacia los sectores donde no es posible llegar con transporte o, mejor aún, instalar depósitos de reciclaje, donde vayan a parar cartones y otros artículos de desecho.
Más de 16.000 personas debieron ayer abandonar sus hogares, la gran mayoría se ha negado a salir del sector y refugiarse en los albergues habilitados: temen por saqueos y perder los a veces precarios enseres que con mucho sacrificio constituyen en la gran mayoría el único capital que poseen para subsistir.
Podemos imaginarnos las horas trascurridas a la intemperie, enfrentando un humo asfixiante y temiendo porque las llamas abracen sus viviendas.
Según me informaron amigos, desde cualquier punto de la parte alta de Valparaíso y también en algunos sectores elevados de Viña del Mar el ambiente era irrespirable.
Hoy se esperan temperaturas de 23 grados: crucemos los dedos para que no se genere la furia del viento y que al igual que el año pasado, la jornada anterior sea el preámbulo de un drama mayor.
La semana pasada visité Valparaíso. No me gustó lo que ví: una ciudad cada vez más empobrecida, sucia, plagada de grafittis, que da cuenta de un gran descuido e indiferencia, no correspondiente a su título de Patrimonio de la Humanidad.
Por eso no creo en los Consejos, como planteé en el artículo titulado “Déjà Vu”.
El programa de Descentralización que hoy se pretende emprender y que, imagino, deberá abordar el abandono sistemático que todas las generaciones de Gobiernos han hecho de las regiones, descansa en una carpeta en La Moneda; es producto de una Comisión.
En el caso específico de Valparaíso ¿De qué ha servido que el Poder Legislativo funcione allá?
El fariseico edificio de Avenida Pedro Montt en ese puerto, sede del Parlamento, es una burbuja, por donde circulan congresales, quienes, al parecer, cuando abandonan ese palacete, se instalan una antifaz para no observar la miseria que hay a su alrededor.
¿Cuántos congresales llegarán hoy a informarse, colaborar, y reflexionar como prevenir estos siniestros de la ciudad que les alberga?
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