Nota de la Editora:
El siguiente artículo es una ironía: qué más puede restarnos, después de la cadena de deslices que observamos durante todo el año en la tarea legislativa que han distanciado esa burbuja que es el Parlamento, que para colmo está instalado en una ciudad tan a escala humana como es Valparaíso, donde después de traspasar el faraónico acceso de esa sede congresal y todas sus dependencias de muy mal gusto por lo pretenciosas y tan dicotómicas con el resto del país, se respira ¡puro pueblo¡ de una ciudad que no han cuidado a pesar de haber sido designada Patrimonio de la Humanidad.
Enfrenta el Congreso, un terminal de buses: modesto para una ciudad tan conectada con el mundo. Por esas arterias circula el porteño modesto, de trabajo, hay muchos puestos de vendedores ambulantes. En su plaza también hicieron “camping”, los damnificados del voraz incendio en los cerros y fueron desalojados porque molestaban aún más el paisaje de sus encumbrados vecinos.
Los parlamentarios llegan a una sede y pasan por medio de la pobreza, pero no la han asimilado, no la ven, no la quieren ver, no se sensibilizan, de otra manera no se explica que una vez más desperdiciaron la oportunidad de disminuir la gran brecha salarial existente entre ellos y los restantes empleados fiscales y de todos los trabajadores de este país.
De eso trata esta columna, porque lo obrado por los parlamentarios y el Gobierno en el reajuste para los asalariados fiscales constituye una brutal evidencia que el discurso en cuanto a “que están por derrotar la inequidad en este país” es sólo eso, un discurso que constituye una bofetada más para los trabajadores humildes y los desempleados que lo están pasando muy mal.
Les invitó entonces a leer este artículo que, por rabioso, le imprimí un estilo irónico, a modo de catarsis.
¡No sea envidioso!
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¿Cómo andaría un billetito extra para estas fiestas? ¡Del uno¡
Pero la gran mayoría terminamos endeudándonos y estrujando las tarjetas de crédito.
Por eso, envidie a congresales, quienes sí recibirán platita adicional sin moverse del escritorio.
Ya este nuevo escándalo pasó piola y la clase política logró acallarlo, pero refresquemos el episodio, que es sabroso.
Porque este sector de empleados públicos se subió- obligado- al carro del reajuste para empleados fiscales y que representará para la Presidenta, siguiendo por Ministros y parlamentarios, obtener sólo por reajuste un mayor ingreso mensual que va desde $ 591.000 para la Mandataria y de $ 507.000 para los congresales.
¿Sabe cuál es el salario promedio del resto de los chilenos?: $489.000, según reciente estadística INE. No necesitamos sumar ni restar para saber que, además de exiguo, es menor al reajuste de la elite política.
El mismo catastro registra personas ganando $ 190.000, inferiores incluso al sueldo mínimo que es de $225.000. Esta última cifra tampoco logra remontar siquiera el 50% de lo que los políticos sólo recibirán sólo como reajuste.
Piense que trabajadores con sueldo mínimo recibirán $ 13.500 por corrección y aquellos que llegan al indigno promedio no superarán los $30.000.
¿Qué haría con el reajuste de la clase dorada? Mucho, pero ¡No sea envidioso!
En el hemiciclo, tras la aprobación, se armó show: un parlamentario desafió a dejar esta diferencia salarial en los escritorios; otros amenazaron con destinarlo a fines benéficos, pero luego recordaron que eso es “ilegal”, no se permite: ¡Qué pena más grande! y la ministra del Trabajo advirtió que el próximo año, sí que sí, presentarán una propuesta escalonada de sueldos fiscales.
Los únicos dignos fueron los diputados Boric y Jackson, quienes recordaron la presentación en abril de un proyecto para rebajar esta “dieta”, iniciativa que nadie escuchó. Un congresal senior dijo algo como: qué se les ocurre, cabros de porquería, proponer tal insensatez, si hasta el año pasado recibían mesada y usaban tarjeta estudiantil.
Pero no se preocupe, esta “dieta” que engorda nos convierte en líderes de América Latina en mayores sueldos parlamentarios y también sobrepasamos a otros más conspicuos: alemanes e ingleses, con todo el pedigrí monetario que ellos tienen.
Sí, porque mientras nuestros congresistas ganan US $ 192.000 al año, el monto germánico llega a los US $ 120.000 y los flemáticos ingleses se conforman con US $ 105.000. Huichipiriche, les ganamos. Debemos sentirnos orgullosos de lo bien que le pagamos a nuestros congresales.
Porque es plata bien invertida: Chile terminará el año como una taza de leche: con todos los conflictos, problemas y desigualdades solucionadas.
Y congresales a tiempo completo elaborando leyes tiqui taca.
Así que no sea envidioso, que bien merecido se lo tienen.
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