Nota de la editora:
La semana del 20 al 26 de julio ha sido hasta ahora la peor que ha debido asumir el Ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, desde que el proyecto de Reforma Educacional comenzó a ser socializado.
El principal gestor de esta crisis fue el propio Ministro, tras sus declaraciones en un nuevo avance que hizo de esta suerte de novela por capítulos de cómo ha difundido las reformas sectoriales y en medio de un clima ya enrarecido por la oposición manifiesta de la ciudadanía a la iniciativa.
¿Se equivocó el Ministro al informar en una entrevista una nueva variable- 4 años de gratuidad y buen rendimiento- considerada en el proyecto?
Creo que no, que el error hay que remitirlo a la presentación inicial al no haber difundido el proyecto en su total contexto, con sus objetivos y metas claramente precisadas. A modo de ejemplo, debió seguir la ruta de la forma en que el Gobierno difundió la política sobre Energía, claramente enunciada e informada a la comunidad.
Más aun tratándose de la Educación que, junto con la Reforma Tributaria, es uno de los cambios más sensibles para la Opinión Pública
Este traspié no fue el peor de la semana, sino la retractación de Eyzaguirre sobre lo anunciado tras la desaprobación que recibió y la confusión que creó en la Opinión Pública.
Pero lo aun más nocivo, a nuestro juicio, es la percepción que ya internalizaron particularmente los grupos movilizados, en cuanto al pauteo que se puede hacer desde la calle a una propuesta que aun no se conoce de forma integral.
Del mismo modo, resulta preocupante el llamado al silencio que se hizo al Ministro desde diversos sectores de los partidos que integran la Nueva Mayoría. No es lo más apropiado en una Democracia y menos en un cambio que nació en la calle y cuya responsabilidad en el Gobierno y los legisladores es consensuar, debatir y establecer las reformas apropiadas para una Educación de Calidad, el objetivo principal a partir del cual se llegará a Igualar Oportunidades.
Y esto último, al parecer no es la prioridad ni el “corazón”de la iniciativa gubernamental, lo que representa una dificultad para avanzar en la Educación como el principal activo conducente al desarrollo del país.
De las pinceladas que se han difundido hasta hoy sobre el proyecto, su acento está en nivelar el acceso a la educación, que a juicio de los expertos- y que compartimos- no es la política más adecuada y apropiada para mejorar en Calidad. Porque además resta capacidad de decisión de las familias para resolver donde estudian sus hijos, a qué proyecto adscriben, generando esto por el contrario un distanciamiento y discriminación con respecto a la clase adinerada que sí gozaría de esa libertad.
Ampliamos con esta nota, aprovechando el mayor espacio, el siguiente artículo- publicado en el Semanario “Tiempo”- que fue escrito en el contexto de la semana “de furia” vivida por el ministro.
Desde diversos sectores han reaccionado ante la soledad en que quedó el titular de educación y han surgido voces de apoyo. En buena hora, particularmente en lo referente a considerar en el proyecto el obvio buen rendimiento en sus estudios que deben demostrar los estudiantes.
(Artículo publicado el viernes 25 de julio de 2014)
Este miércoles hubo colosal atoche en el tráfico de una autopista santiaguina al caerse una retroexcavadora hacia la vía.
Si transferimos este hecho a los últimos sucesos políticos, los comparamos con la retroexcavadora con que un parlamentario y vocero político amenazó hacer sentir el peso del oficialismo. La maquinaria ha quedado arrumbada- se cayó- y para estos siguientes meses habrá un atoche de proyectos estrellas presentados por el Gobierno que no logran aprobación en la ciudadanía y están tardando en “cocinarse”, usando la expresión de otro Honorable.
Esta semana fue el turno de la Reforma Educacional, absolutamente frenada en sus enunciados, en su aceptación, en concordancia y coherencia.
Debí re-escribir esta columna, como consecuencia del zigzagueo del ministro de Educación.
Eyzaguirre hizo su mejor perfomance al estilo Michael Jackson, pasitos atrás y adelante, en su información dosificada y descontextualizada sobre los objetivos de este proyecto.
Pero valoramos la vinculación que hizo de la gratuidad al rendimiento que deberán demostrar los jóvenes en sus estudios.
Aplaudí, porque puso el acento en un elemento clave: que el estudiante sea protagonista de su formación, que sobre los docentes no recaiga la mirada culposa cuando requerimos el rigor en aprender y que el Mineduc no nos exija tasas de aprobación a todo trance.
Pero ese propósito se esfumó tras las presiones que emergieron de algunos sectores que integran la línea enemiga a las proposiciones que emanen de Eyzaguirre. El ministro ha sumado: estudiantes, apoderados, rectores, sostenedores, profesores, gremios, ministros, parlamentarios, la oposición, la Iglesia y analistas.
La mecha que encendió la hoguera fue el planteamiento ministerial para que en el contexto del buen rendimiento, el Estado financie sólo los 4 primeros años universitarios y el quinto sea a crédito futuro. Eso fue lo que dijo y al día siguiente se retractó.
No veo el “pecado” de decir que lo gratuito debe retribuirse con buen rendimiento.
Porque ¿no será tan obvio que el universitario brinde su mejor esfuerzo por convertirse en un profesional idóneo? Un activo que es en beneficio suyo, de su futura familia y del país.
¿Es pedir mucho? Me parece que es lo mínimo.
Grupos de presión se colgaron de la disminución de los años de gratuidad para impugnar esta propuesta y el ministro debió retroceder.
Desde sectores oficialistas le han pedido silencio.
No me parece que opere el secretismo en un proyecto que es de enorme implicancia social, ni que surja la censura.
¿Qué podemos concluir de esta encendida semana que vivió la Reforma Educacional? Que se corrobora que el proyecto no está consensuado en la Nueva Mayoría, que la ciudadanía entiende cada vez menos y que Eyzaguirre está muy solo, después que hasta la Presidenta le quitó el piso en lo expresado.
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