A tres años de su estreno llegó a Chile la película franco-canadiense “Incendies”, así, sin traducción del original.
Ha sido catalogada de excelente, con nota 7 por la crítica, y viene precedida de unos 11 Premios de la cinematografía canadiense, además de un galardón belga (Premios Magritte) y otro australiano (Festival de Adelaide).
No logró persuadir como Mejor Película Extranjera a la Industria hollywoodense, pero fue ampliamente aclamada por la crítica de EE.UU.
A mí me convenció como propuesta cinematográfica, pero coincidimos con el grupo que asistimos que “Incendies” se cae en su historia y particularmente en la credibilidad que aquellos sucesos ocurran.
Y por qué le demandamos credibilidad, si bien sabemos que el cine es meramente ficción, incluidas aquellas producciones sustentadas en hechos reales.
Esta exigencia es porque la propuesta nos sitúa en un escenario real, ocurrido: la Guerra en El Líbano, con el pleno desgarro, crueldad y crudeza que toda acción bélica representa.
Y aunque me aparte de lo que estoy explicando, digamos que la crudeza de las escenas, que nos harán meditar sobre la impiedad de un conflicto, constituye ya un gran mérito de esta cinta, en término de la carga de mensajes que una película pueda traer.
El valor del cine es la gran complicidad que nos otorga una sala a oscuras, frente a una gran pantalla que nos entrega una propuesta que impacta sentidos, sentimientos y emociones.
Retornando a los reparos que planteamos sobre la historia de “Incendies”, agreguemos que además de situarnos en una guerra real, ocurrida, nos enfrenta además a la atrocidad de la tortura, también de lamentable ocurrencia real.
Por tanto, la trama de esta película debiera también aproximarse a lo real.
Pero se hace poco verosímil el nudo principal de esta historia. Si bien es cierto está vinculado a los reales y oscuros caminos a que puede llevar la repulsiva práctica de la tortura, resulta poco creíble su ocurrencia, particularmente en la forma que se enlaza el destino de 2 de los 4 protagonistas principales personajes.
Tampoco compartimos la eventualidad que una madre, aunque muy traumatizada por las experiencias que debió vivir, exija a 2 de sus hijos emprender un cruel viaje a una verdad que les impone descubrir tras su muerte.
Dejemos hasta ahí el anticipo de la historia, que no me gusta relatar.
Simplemente me limito a invitar a los lectores a comprar este filme o bien en Santiago estará por prolongadas semanas en cartelera del Cine Biógrafo.
Esta sala situada en el Barrio Lastarria constituye uno de los escasos refugios del Cine Arte y de quienes optamos más por propuestas europeas, asiáticas, latinas y quienes no compartimos toda la producción- muchas veces poco selectivas y muy comerciales- que provienen de la Industria norteamericana. Con buenas excepciones, por cierto, algunas de las cuales hemos comentado en estas páginas.
Retornando a “Incendies”, digamos que aparte de la poca credibilidad de la historia, Actuación, Dirección, Guión, Fotografía y Recursos Técnicos son soberbios, dignos de apreciar. El raconto está muy bien manejado en un relato pleno de recovecos, lo que da cuenta del gran oficio del director y del equipo de producción.
Asimismo valoramos su manejo para mantener el suspenso hasta las últimas escenas donde enfrenta a los espectadores a un final no esperado. El guionista lo plantea sobre la base de un acertijo, que no lo señalaré, porque uno de los atractivos de “Incendies”, ya dijimos, es su suspenso.
Mi recomendación: si gusta del buen cine, véala. Cómprela, no la piratee, por respeto a la creación de terceros.
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