La Región Metropolitana tiene el privilegio de estar albergando hasta julio próximo una exposición que es un regalo visual y emocional. La muestra reúne la mirada a través del lente de Sergio Larraín Echeñique, uno de los más prestigiados fotógrafos chilenos.
Este artista visual viajó por el mundo con su cámara, y su principal búsqueda fue el alma de las urbes y su gente, particularmente la miseria física de los marginados. Es por tanto un artista que regala al público emociones, realidad, dramatismo; es un lente que capta la pobreza de los años 50 en su más dura realidad: rostros curtidos y pies lacerados y hematosos por la falta de zapatos, es la recurrente temática de Larraín.
Son los “patipelados” de esa década, de los andrajosos- no por una insólita tendencia de la moda- sino porque no tenían más con qué abrigarse.
Los niños, los hombres y las mujeres que perpetuó el lente de Larraín estaban en las antípodas con respecto a la clase social del fotógrafo, quien nació en cuna de oro, y por eso es muy meritoria su sensibilidad frente al desgarro de la privación y miseria física.
Sensibilidad que tal vez le vino de su padre, el arquitecto Sergio Larraín García-Moreno, fundador del Museo de Arte Precolombino, que guarda una excepcional colección de la población aborigen de Chile.
Esta retrospectiva- que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes- reúne más de 150 fotos con la intensidad del blanco-negro, captadas por Larraín en la década de los 50 y 60, cuando transitó por el mundo cubriendo para prestigiosas publicaciones los acontecimientos de la época.
Pero esta muestra responde a su búsqueda personal. La exposición está organizada por lugares y uno de los relevantes es Valparaíso, con sus escaleras rumbo a los cerros o en descenso hacia el llamado “plan”, con sus burdeles, prostitutas y marineros de amplios pantalones, con rostros de niños que a pesar de su pobreza sonríen frente a la cámara.
El artista afirmaba que Valparaíso lo hizo fotógrafo, porque tras recorrer el puerto no quiso abandonar más el lente y renunció a una profesión más formal que tuvo la oportunidad de estudiar en el extranjero.
De hecho, la foto más representativa, tal vez la más elogiada, responde a la titulada “Pasaje Bavestrello”, una de las múltiples conexiones de los cerros con el “plan” de este puerto que despertó en este artista su vocación.
Chiloé, Valparaíso, Santiago, Bolivia, Perú, Francia, Argelia son algunos de los puntos recorridos por el artista en su incansable recorrido en busca de imágenes que le impactaran para perpetuarlas.
Esta retrospectiva inició su periplo en 2013, en Francia, donde se conservan los originales de la muestra, porque Larraín trabajo en la Agencia Magnum vinculada a las principales publicaciones francesas.
Del 28 de marzo, esta selección fotográfica se exhibe en Santiago, en el Museo Nacional de Bellas Artes, y allí permanecerá abierta hasta el 15 de julio.
La visité un día domingo y fue satisfactorio comprobar cómo el público responde a la iniciativa dispuesta hace un par de unos años para liberar de pago el ingreso a museos fiscales en los fines de semana. Pese a ello, los asistentes responden muy bien con los aportes voluntarios.
Desde Santiago, la muestra será llevada a Concepción y luego a Punta Arenas.
A La Serena llegará el 3 de enero de 2015 y permanecerá abierta en el Museo Gabriel González Videla hasta el 15 de marzo.
De allí volará a Alemania y seguidamente a Italia. En este último país, Larraín retrató la pobreza de Sicilia, donde llegó para cubrir un reportaje sobre la mafia. No es el crimen organizado el que está presente en la muestra, coherente con que esta retrospectiva reúne escenas que sensibilizaron al artista y no al reportero.
Cuando la exposición se presente en La Serena será como retornar al artista a su casa. Larraín interrumpió su obra artística en los años 70, cuando optó por el retiro y una vida de asceta en la localidad de Tulahuén, vecina a Ovalle.
De este artista se dice que era un solitario, un anacoreta. Pero, personalmente, lo que su fotografía me transmitió es que Larraín, por el contrario, hablaba- y profusamente- a través de su eterna compañera, la cámara.
Este fotógrafo falleció en Tulahuén en 2012. Perdurará a través de su excepcional obra que eternizó el drama, la pobreza y la instantaneidad de una época.
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