La gran mayoría de los chilenos hemos iniciado este primero de mayo – Día del Trabajo- un agradable fin de semana de prolongado descanso que se extenderá por 4 jornadas.
Pero muchos también lo están pasando muy mal. Son las víctimas de las dos grandes catástrofes del sismo de la zona norte y del incendio en Valparaíso.
Un 45% de los damnificados de nuestro primer puerto no recibe aún una mediagua en la cual proteger a sus familias. Ni siquiera esa precaria vivienda que podría medianamente ampararles de la amenazante lluvia que en las próximas horas se dejará caer sobre la ciudad.
Las precipitaciones- que tanto requerimos en otras zonas del país- no serán bienvenidas en Valparaíso donde quienes perdieron su hogar y la totalidad de sus pertenencias están aun a la intemperie.
En este festivo sus intentos fueron proteger donaciones de ropa y alimento que el agua también podría arrebatarles y además levantar de manera muy rústica unos cuantos latones que dejaron las llamas para usarlos como un indigno refugio del agua, el frío y la humedad.
Se ha hecho entrega de las viviendas, pero faltan manos para armarlas con la rapidez que se precisa.
El gobernador de la Provincia hizo un llamado a voluntarios para que acudan a colaborar con el levantamiento de mediaguas.
Recordamos que en la primera semana se frenó y rechazó la mano de obra ofrecida porque los cerros estaban saturados de ayuda.
¿Por qué no se levantó un registro con esos colaboradores frustrados, y se creó una base de datos que luego permitiera convocarlos?
Conjuntamente, no se aceptó que los universitarios que en los primeros días constituyeron vital ayuda continuaran con este programa y se rechazó la petición de los mismos estudiantes para postergar, en atención a esta enorme emergencia, el retorno a sus aulas. Y los estudiantes debieron abandonar los cerros.
Estoy segura que en razón al próximo Mundial de Fútbol sí se permitirá la suspensión de clases para vivir la pasión de la “Roja”.
Creo que fue una decisión completamente errónea. La labor voluntaria que en diversos frentes y disciplinas prestaban los estudiantes constituía además una valiosa formación como futuros profesionales.
Sumemos que lo acontecido acercaba a los jóvenes a una realidad que no le entrega el aula universitaria y conjuntamente fortalece su formación solidaria y sensibilidad frente a los más necesitados.
Los damnificados han quedado solos, con su tremendo drama, acompañados por una especie de inmovilismo de las autoridades locales que sólo atinan a formular llamados de voluntarios que hoy escasean y a quejarse de la maraña burocrática que focaliza en el nivel central la disposición de recursos, impidiendo la agilidad en la solución de problemas.
Una situación similar se vive en la zona norte del país, donde hay un mayor olvido, porque efectivamente la catástrofe sísmica fue claramente opacada por la tragedia porteña y porque el centralismo vive más de cerca el drama de Valparaíso.
Ambos cataclismos merecen nuestra atención solidaria, desde la lejanía aportando recursos, y los locales con participar en acción voluntaria.
La lluvia traerá un nuevo drama a los damnificados del incendio y en Alto Hospicio también hay familias que aun viven en Plaza O’Higgins esperando una ayuda que no llega.
El siempre ingrato paso del tiempo se ha encargado una vez más de dejar en el olvido a chilenos que lo perdieron todo y que hoy viven en la indefensión por la indiferencia de la ciudadanía y la lentitud de la ayuda oficial.
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