¿Si ya se incorporan actividades más banales, por qué la más importante se pospone?
Se aproxima raudamente el fin de 2020, un año que se inscribirá indeleble en la Historia Mundial y por cierto en Chile. Estamos empeñados en un esfuerzo que debe ser asumido por todos, en controlar la pandemia y donde además pareciera concurrir una vorágine por pretender remover varios pilares que hasta antes de ayer se consideraban inamovibles. La institucionalidad está fuertemente cuestionada, el sistema previsional no es para el futuro sino para el presente,la Constitución no se re-escribe sino que se escribe en hoja en blanco, en tanto asoman comportamientos transgresores que han causado graves daños.
Pero lamentablemente en este torbellino, un proceso vital como el de la educación presencial no guarda relevancia, como si la enseñanza virtual lograra asumir todos los beneficios que reporta a niños y jóvenes en formación las bondades de integrar una comunidad de generaciones que interactúan en la trivialidad del día a día. No necesitamos reflexionar tan profundamente para aceptar que las metodologías virtuales complementan, acompañan, son funcionales a ciertas realidades y emergencias como la que hoy vivimos, pero carecen de todos los beneficios de compartir e integrar en una sociedad.
No obstante, la resistencia a concurrir a una sala de clases ha sido coral y de esa negativa han participado docentes, apoderados y alcaldes.
Por fortuna, ha habido un proceso silente de parte de algunas municipalidades que han acogido el llamado del Ministerio de Educación para la apertura de los colegios, adecuándose a los protocolos necesarios porque, en efecto, la pandemia no ha concluido y el virus sigue circulando de manera persistente.
En septiembre elaboramos para el Semanario “Tiempo” una columna lamentándonos del sepulcral silencio en establecimientos educacionales e hicimos presente que ninguna sofisticada plataforma digital reemplazará la formación presencial que va mucho más allá que sólo ocupar un asiento en una sala de clases.
Particularmente en los sectores de menores recursos, muchos de los cuales han quedado al margen de la avanzada tecnología, ni tampoco sus padres pueden por razones laborales ocuparse de remplazar a un profesor.
A la fecha de la publicación que les invitaré a leer, 37 planteles habían concretado su retorno a las aulas en el país. Hoy hay 152 de carácter municipal en labores directas, además de colegios privados. Es apenas un puñado para el universo total, pero pueden ser la antesala a que este exiguo periodo del año escolar 2020 pueda impulsar a que el año próximo tienda a normalizarse la actividad presencial en escuelas, jardines infantiles y universidades. Y aun así el corto periodo que resta del año tiene gran validez por los beneficios que reporta.
Normalizar en todo el país el sistema presencial de la Educación, dependerá de la responsabilidad ciudadana para continuar en el empeño de controlar la pandemia y pensando en estos alumnos cuya formación tendrá un impacto que aun no sabemos en su marginación de la educación directa.
Les invito a leer la columna sobre una de las actividades más vitales en el desarrollo de un país: la Educación.
El Silencio de las Campanas
Semanario “Tiempo”, Septiembre 11 de 2020
Pareciera que todo este año, las campanas escolares quedarán acalladas tras el paso del huracán sanitario que obligó a relegarse a niños y jóvenes de toda la educación formal.
Bueno, lo cierto es que el talán de campanas hace mucho se ha silenciado, avasallado por unos estereotipados timbres, más funcionales pero menos musicales.
En rigor, 2020 será recordado como el año en que el coronavirus amordazó hasta a los más radicales alumnos secundarios y universitarios que en sus protestas interrumpieron una y otra vez el periodo escolar en periodos anteriores.
Me pregunto si tal realidad no les habrá hecho reflexionar sobre la importancia que tiene en sus vidas integrar en paz una comunidad escolar de carácter presencial, cuya trascendencia resulta vital en la formación social y ciudadana.
El colegio es el centro de encuentro con nuestros pares, nos lleva a la homogeneidad con compañeros de la misma generación con los cuales compartimos día a día en conocimientos, recreación y un sinnúmero de experiencias que atesoraremos durante nuestra vida.
En nuestra salud mental, la socialización de la escuela cumple un importante avance dentro de nuestra naturaleza gregaria.
Por eso, este histórico 2020 será analizado en los siguientes años sobre cuánto ha impactado a niños y jóvenes la actual ausencia de sus pares y el no poder compartir un colegio donde se comienza a construir la comunidad generacional.
Padres, docentes y autoridades han planteado un anticipado negacionismo al retorno presencial. En este país, extenso, heterogéneo con una disparidad inmensa interregional, parece poco válido hacer una generalidad y el caso a caso debiera ser muy plausible.
La Comisión de Educación de la Cámara visualiza un retorno sólo el 2021, sin tener en consideración la diversidad territorial, creo que a consecuencia de la mentalidad centralista donde las regiones son entes invisibles sólo válidas en tiempos electorales.
Hay ya 37 colegios en pleno funcionamiento y otro centenar ha demandado el reinicio, en tanto quedarían en esa posición más de 2.000 situados en comunas de apertura epidemiológica.
Pero la disparidad de opiniones e intervinientes en resolver este importante paso es una Torre de Babel que poco o nada considera la realidad funcional de cada unidad docente, como si Chile fuese un pañuelo de característica homogénea.
¿Alguna vez podría ser beneficioso integrar una comunidad lejana, libre de males centralistas?
Un reciente estudio del Mineduc y el Banco Mundial concluyó que la interrupción de un año sin clases presenciales podría hacer perder el 88% del aprendizaje, que en el caso de los estudiantes más vulnerables podría extenderse en un 95% y en los más pudientes abreviarse a un 64%.
Para que vea, la variedad de matices en la expresión de desigualdad depende hasta del sonido de una campana. Pero quienes deciden son ciegos y sordos y hasta resulta más fácil meter a todos en un solo saco.
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