Una pugna que tenía los días contados para que detonara
Rusia asegurando disponer ya de una vacuna contra el SARS-Cov-2 desató encontradas reacciones a nivel mundial.
El anuncio hecho por Putin puede ser analizado desde diversos ángulos, tiene muchas lecturas e interpretaciones y un potencial de contenido para escribir una columna. Por lo tanto, me reservo ese análisis aun porque además es una noticia todavía asaz inmadura.
Sin embargo, la intuíamos y sobre la base de ese instinto, la semana pasada colaboramos con el Semanario “Tiempo” con una columna que hace referencia a la desenfrenada competencia por elaborar esta panacea del siglo XXI.
Les invito a leer esta columna publicada el viernes recién pasado
Carrera contra el Tiempo
Semanario “Tiempo” 07/08/2020
Estresante correr contra el tiempo, siempre nos pilla.
Es lo que están haciendo ahora más de 200 laboratorios en el mundo para dar con- como dijo la OMS- la bala de plata, o como señalamos cuando iniciamos este ciclo de artículos vinculados al Sars-Cov-2, el próximo Nobel, y que no es otra que la vacuna que nos protegerá del agresivo virus.
A diario, más de un laboratorio vocea que está próximo a completar los resultados y en diciembre, dijo uno, o a más tardar el 2021, estaríamos todos concurriendo a los vacunatorios a recibir esta panacea, la más codiciada a nivel internacional.
Pero la OMS puso paños fríos a tanta noticia que sin ser fake news corre a raudales por las agencias noticiosas al afirmar que tal vez nunca tendríamos una cura definitiva para esta nueva enfermedad que ya contabiliza más de 19 millones de contagiados.
La posibilidad de contar con una inmunización- a pesar de la vociferación del mundo científico- es tan incierta como desconocido es aun el virus, y por tanto, en esta fase tan prematura, lo razonable es no generar falsas expectativas. Este enemigo aún no se despliega, aunque está clara su mayor versatilidad que otros coronavirus: carece de estacionalidad y genera anticuerpos efímeros. Nada alentador.
Frente a su fortaleza, cabe dudar si es posible que los laboratorios estén próximos a otorgar al mundo millones de dosis del que sería el elixir del siglo XXI. Es una promesa irreal, desajustada de los estrictos protocolos y exigencias que se deben cumplir, particularmente en las fases de ensayos.
Edward Jenner, el Pionero de las vacunas, tardó casi medio siglo desde su primer ensayo en un niño (1796) para combatir la mortal viruela hasta que Inglaterra declaró oficial (1840) y masificó el procedimiento.
Claro, eran otros tiempos. Hoy la tecnología imprime vertiginosidad a los experimentos, pero hasta el año pasado el mundo científico aseguraba que la elaboración tardaba años. El College of Physicians de Filadelfia en su artículo que describe la creación de la vacuna hasta su aceptación, afirma que el proceso demora a lo menos una década. ¿Hoy serán Superman venidos desde Krypton quiénes trabajan en esta arma letal?
Los intereses de este mundo globalizado se entrelazan. En esta carrera contra el tiempo hay involucrados intereses científicos (dar con una cura e insuflarse de gloria profesional); económicos (miles de millones invertidos y billones de retorno) y políticos (Trump, en campaña de re-elección, pretende contrarrestar su desaguisada política pandémica, con Estados Unidos en el podio de ser el primero en aprobar el antídoto). Una mezcla que hace explosiva la presión y la competencia.
Sumemos los intereses mezquinos de laboratorios multimillonarios, países que pueden financiar esta titánica maratón, han sido incapaces de unir sus conocimientos para lograr esta panacea.
Cosas del mundo contemporáneo, su tecnología y sus eternos intereses de elevado egoísmo.
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