Tan enrarecido como el aire que allí se respira se mantiene el conflicto que vive la zona de Quintero/Puchuncaví porque aun no logra establecerse la fuente emisora que está dando lugar a los problemas de salud de la población. Ayer lunes la Central Codelco Ventanas debió paralizar sus faenas al exceder las emisiones de dióxido de azufre, ratificando que la concentración de empresas contaminantes generan una conjugación de elementos en suspensión que la población no debiese inhalar. Así de simple.
Por lo mismo resulta vergonzoso y una desfachatez que los esfuerzos de las empresas allí instaladas estén focalizadas en desligarse de las eventuales responsabilidades y no colaborar en dilucidar las causas de la intoxicación masiva en la denominada Zona de Sacrificio.
Sobre las Zonas de Sacrificio escribimos en el último artículo publicado en el Semanario “Tiempo” y que les invito a leer.
Zonas de Sacrificio
Semanario “Tiempo” 31/08/2018
El concepto de sacrificio se vincula con lo sagrado, significa “hacer sagradas las cosas”- pero la historia, la fe y experiencias extremas lo han derivado hacia acontecimientos negativos.
Abraham estuvo dispuesto a inmolar a su hijo; la Biblia relata que Jesús se sacrificó por los hombres y los mayas ofrendaban vidas humanas para honrar a sus dioses.
También un bebé fue inmolado en una pira porque una secta presumió que había nacido el “anticristo”.
Sin embargo, nadie hoy en medio de la modernidad, de la tecnología, del individualismo y de creernos que hemos experimentado un supremo avance de la civilización, está disponible para el sacrificio.
A no ser que se lo impongan. Varias generaciones fuimos a una zona de sacrificio cuando en Chile las circunstancias políticas, las obcecaciones, la intolerancia y la ambición por el poder dieron curso al quiebre de la democracia.
Muchos perdieron la vida, otros perdieron la patria y quienes enfrentamos el brutal acontecimiento con la bota militar encima de nuestras cabezas y carentes de libertad- todos a quienes nos cambió la vida- fuimos a la zona de sacrificio.
Hoy hay formas más sutiles de zonas de sacrificio. La desigualdad, muy unida a la falta de oportunidades, ha llevado a muchos chilenos a zonas de sacrificio.
Quienes han fallecido en una lista de espera han sucumbido en una zona de sacrificio. 1.600 niños que no encontraron la debida protección del Estado fueron a una zona de sacrificio.
A continuar viviendo en una zona de sacrificio se rebelan los residentes de Quintero y Puchuncaví, una zona que transitar por ella hace algunas décadas- lo hacía cada semana en labor periodística- era sumergirse en un paisaje apocalíptico, diezmado por la contaminación. Nos protegíamos del aire irrespirable aumentando la velocidad e igual nos llegaba algo del polvillo en suspensión.
Escribimos hace 5 años sobre los escolares de La Greda que se desmayaban por el “aire” que respiraban.
Quintero/Puchuncaví es una zona de sacrificio de 50 años, donde se ha continuado instalando industrias emisoras de contaminantes.
Desaparecieron de allí cultivos de exportación.
Todas las regiones de Chile tienen su zona de sacrificio: Coyhaique “lidera” como la ciudad más contaminada del continente; Antofagasta exhibe las playas más sucias del país; Osorno protagoniza recurrentes episodios de alerta ambiental; Andacollo aún no completa su Plan de Descontaminación.
Sumaríamos más para evidenciar que la Región Metropolitana de cuya contaminación los medios se hacen eco cada día, no es la que registra los mayores índices de polución, pero cuenta con múltiples rastreos de toxicidad.
Y desde la ignorancia preguntamos ¿Por qué en Puchuncaví y en tantas otras ciudades, las mediciones se hacen con sus habitantes como muestras que los niveles de toxicidad están excedidos?
La respuesta es una: están destinados a ser inmolados en zonas de sacrificio.
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