Recuerdos de un Censo que nos hizo desaparecer
Hoy Chile está viviendo una jornada censal. Como ha promovido la publicidad gubernamental, “nos contaremos” y es cierto, sabremos ¿por fin? cuántos somos.
Se trata de un Censo “abreviado” y de hecho. Creo que el país hubiese merecido ya un Censo de Derecho, que se ejecuta en un lapso prolongado de meses y considera mayor información. Nos queda la duda si el levantamiento más completo hubiese representado un mayor costo marginal, como para haberlo desestimado.
Eso en comparación al significativo costo que ha significado a las arcas fiscales, este Censo abreviado, que ha generado un gran despliegue de recursos humanos y materiales y a la pérdida de una jornada productiva .
Hay un cálculo inicial que eleva por sobre los $ 50 mil millones sólo el presupuesto destinado a levantar la información.
Requerimos, después del fallido Censo de Derecho de 2012 realizar una radiografía más completa del Chile actual por los enormes cambios en los comportamientos de los chilenos que en una multiplicidad de materias de orden económico, familiar, etario, migración, laboral y recreacional, por nombrar sólo algunas transformaciones culturales experimentadas desde el último censo de 2002.
Son todos antecedentes de interés para el despliegue de las vitales planificaciones en políticas públicas que en los últimos años se están diseñando según dispone “la calle”.
Y eso no distancia del país “serio” con que nos reconocían.
Pareciera que esta consulta estuvo mejor diseñada del malogrado censo de la Era Piñera, aún cuando ayer, en la víspera destinada a ordenar el trabajos de los supervisores, se observaron dificultades, demoras, descoordinaciones.
Del Censo 2012 de la Administración Piñera nos queda el recuerdo de varios de nuestros artículos objetando la calidad de tal trabajo.
Incluso nos anticipamos a la sospecha de un levantamiento deficiente y tempranamente- cuando aún no se alzaban antecedentes concretos de imperfecciones- comenzamos a redactar algunas columnas, a propósito de mi propia experiencia en que no fui censada, a pesar de requerirlo.
Con meses de anticipación empezamos a oler el tufillo en cuanto a que algo del que se publicitó que iba a ser “el mejor censo de la historia”, no fue ni siquiera la mejor experiencia de la década.
Como todo lo que toca la política, este fallido trabajo se instrumentalizó desde las trincheras de Oficialismo- entonces la Derecha- y la Oposición, hoy Gobierno, que se trenzaron en un debate de defensa y crítica del trabajo ejecutado.
Y por tanto, estaba claro que nunca llegaríamos a una verdad absoluta sobre la profundidad de los errores cometidos. Las cifras obtenidas debieron desestimarse y fue in crescendo el número de chilenos no censados.
Desempolvo del recuerdo, cuando aún no existían estas páginas, una de las columnas redactadas en momentos que ya se aportaban antecedentes que el Censo 2012 no tuvo el nivel de perfección que se cacareaba y se estimaban en casi 100.000 los ciudadanos no contados. El actual Gobierno, estimó después esa cifra en casi un 10%. ¿Tanto? Es una cifra no menor: 1 millón 600 mil personas. Quedó la duda, como sucede siempre, en el pimponeo político.
Y yo alegaba aún sobre mi “inexistencia”. Como muchos otros chilenos, me ningunearon y me borraron del mapa. Así, me obsesioné con el espejo, para ver si no aparecía, y cuando caminaba bajo el sol, me venía el alma al cuerpo: allí estaba mi sombra. No era cierto que no existía.
Con esa misma ironía, recurrimos a Hamlet, Shakespeare, por supuesto, a Descartes y el cuestionamiento ontológico sobre mi frágil existencia, borrada por un censista desprolijo.
La batalla política en torno al Censo 2012 fue de mal en peor, porque me dejó junto a tantos ciudadanos en el limbo, luego que una funcionaria del Instituto de Estadísticas, argumentó con documento en mano, que quienes no existíamos, igual tuvimos validez para el INE y nos contaron.
A ningún guionista de cine se le ocurrió elaborar tanta ficción. En esa etapa se inspiró la siguiente columna, cuando la Opinión Pública ya no entendió nada de lo que finalmente ocurrió, aun cuando el maltrecho Censo fue revisado por expertos extranjeros y nacionales.
Crucemos los dedos para que hoy no se repita la historia.
Les invito a leer ese artículo escrito para el Semanario “Tiempo”, medio que lo publicó el 2 de mayo de 2013, en momentos que ya estaban confirmadas mis anticipadas sospechas:
Entre Descartes y Hamlet
Publicado en el Semanario “Tiempo” el 02.05.2013
Tras la denuncia de irregularidad en el conteo del Censo 2012, he quedado perpleja. Ahora sí que no tengo certeza sobre mi existencia. Me siento entre René Descartes _ “Pienso, luego Existo”- que hasta la semana pasaba analogaba “no me encuestaron, ergo no existo”- y Hamlet, quien trágicamente reflexionaba: “Ser o No Ser, he ahí el dilema”.
A una cantidad hoy incierta de chilenos, al parecer importante, nos asalta un cuestionamiento ontológico, todo por culpa de los dilemas que atormentaron, al igual que Hamlet, a los economistas que lideraron el procesamiento del Censo.
Porque hasta la semana pasada, lo señalé en esta columna y cada vez que me he referido a este empadronamiento, la certeza era que un importante número de chilenos habíamos sido excluidos, omitidos, borrados, exiliados del Censo, en una suma mayor a la que el INE oficializó.
Pero tras la acusación de una alta funcionaria participante en el sondeo, la sospecha es más profunda, ya que el universo no encuestado estaríamos en la categoría de censados aunque no fuimos encuestados.
Extraño…. y yo que pensaba que estábamos en el limbo de los definitivamente ninguneados. Es posible también, una vez más parodiando a Hamlet, que seamos fantasmas, que aparecimos para ajustar y explicar cifras. Una suerte de comodín de ciencia ficción, casi rozando con “Un Mundo Feliz” de Huxley.
La investigación deberá dilucidar si se cometió una burda adulteración en los resultados o si el procedimiento se ajustó a los protocolos técnicos.
De confirmarse la imputación, se estaría ante un hecho de la mayor gravedad ya que lesiona la reconocida y prestigiada seriedad de Chile a nivel internacional en el manejo de la información estadística a partir de la cual se deben diseñar las políticas públicas, se distribuyen los fondos fiscales y se estima una diversidad de cálculos en ajustes económicos.
Si hasta sacamos cuentas alegres sobre el mayor ingreso per cápita con la población pre estimada.
Como sea, está dañada seriamente la confianza, el más importante activo intangible en los análisis económicos, al dejar en tela de juicio la labor del organismo público que le corresponde entregar cifras que deben ser levantadas con rigurosidad, seriedad, responsabilidad, precisión y exactitud.
Me parece prudente, al margen de precisar la proyección que tiene esta denuncia, aguardar resultados que deben otorgar las certezas del efectivo y real procedimiento que se hizo a partir del levantamiento del Censo. Y fundamentalmente transparentar si nos encontramos, o no es así, frente a la manipulación de la información eje del sondeo, el universo poblacional.
No es sensato anticipar un juicio concluyente, pero el relato de la fuente denunciante, sustentado en disquisiciones sólo técnicas, otorga una señal que algo ocurrió con el procesamiento de la “cifra madre” del Censo: el universo de chilenos. Lo acontecido con el Censo o es una manipulación de datos o bien hubo una profunda discrepancia en el equipo sobre la metodología para procesar la información.
Hamlet se debatía en la confusión. Por el contrario, Descartes era un filósofo y matemático que se ajustaba al Método. He ahí el dilema, confusión o método, en el Censo 2012.
Lo trascendente será descartar (¿por Descartes?) todo velo de sospecha. Particularmente “preocupa” la industria bancaria que habría mermado sus ganancias por un supuesto IPC mal estimado.
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