París rinde homenaje a Raúl Ruiz
Este ha sido un año en que Chile ha salido a la “cartelera” internacional en materia cinematográfica debido a tres sucesos.
El primero fue el muy meritorio Oscar obtenido por el cortometraje animado “Historia de un Oso” ya comentado a través de estas páginas.
El segundo ha sido el lamentable deceso del director Ricardo Larraín, pionero en lograr galardones para el Cine chileno a nivel internacional.
Y ahora, a 5 años de su fallecimiento, el cineasta Raúl Ruiz, quien inscribió a Chile en la selecta nómina de directores que relatan desde el imaginario y la intelectualización del relato, recibe el homenaje de París, la capital de Francia y también de la cinematografía.
Esta trilogía de sucesos tiene su denominador común, porque en sus experiencias está aún latente la lacerante herida de la historia reciente de Chile: el exilio.
“Historia de un Oso” fue inspirada en el destierro sufrido por el abuelo de uno de sus productores en tanto el primer Oso de Plata ganado por Chile en 1991 lo obtuvo la película de Larraín “La Frontera” cuya narración está centrada en el protagonista confinado por la dictadura en el sur del país.
Raúl Ruiz se autoexilió y se radicó en París, que ganó un director de elite, y donde su fructífera pero compleja filmografía recibió mejor reconocimiento que el que hubiese tenido en Chile.
El de Ruiz es un Cine de Autor, con marca y estilo distintivo, único y difícil de comprender porque no constituye un relato lineal sino sigue una trayectoria entrecruzada de imágenes, símbolos y la imagenería fruto del propio pensamiento ruiziano.
Esa ha sido la principal barrera del director para llegar a público chileno, cuyo mayor acercamiento ha sido uno de sus relatos más simples,“Palomita Blanca”, basada en un libro de Enrique Lafourcade.
Por esas ironías propias de etapas dictatoriales, la inocente “Palomita Blanca” fue censurada y prohibida su exhibición al estimarse que la romántica historia de una juvenil pareja excedía las conservadoras costumbres al mostrar escenas de desnudo.
Decimos que es una ironía porque los excesos-los brutales excesos de la época-no se anidaban en ese amor de ficción, sino en los trágicos sucesos de nuestra historia real.
La cinta lleva la música de los Jaivas cuya difusión, al igual que la película, sólo fue posible en 1992.
La cineteca francesa ahora ha restaurado la prolífera obra de Ruiz y tras la inauguración, con asistencia de destacadas figuras del cine francés que elogiaron su creación, será exhibida hasta el mes de mayo.
Este gran reconocimiento al director chileno tal vez justifica que los franceses le apelen “Raoul” porque Ruiz terminó siendo más de Francia que de Chile.
Francia reúne varios hitos en la historia cinematográfica. Allí nació el Cine con los Hermanos Lumiere y el que éstos no vieran al séptimo arte como un negocio- ellos no persistieron en continuar su desarrollo- y sí prontamente lo hicieron los norteamericanos que de inmediato dieron impulso a la Industria cinematográfica, no hace sino replicar lo que han sido las respectivas trayectorias en el Cine de Francia y el de Estados Unidos.
Francia, si bien ha montado un cine industrial sólido- las realizaciones cinematográficas son de elevado costo- persiste en un Cine-Arte, que no es para una elite, sino para el regocijo de un también de público masivo que busca en el lenguaje cinematográfico la belleza en una expresión conjunta de códigos que dan por resultado una obra magnífica.
Estados Unidos también cuenta con excelentes realizaciones, pero apabulla con sus elocuentes y fructíferas creaciones de menor categoría del cine-industria, así como aquellas destinadas a imponer su modelo, su estilo, sus ideas y sus productos.
Puede ser legítimo, pero también representa transculturización a través de las cadenas cinematográficas provenientes de Gringolandia que llegan a imponer hasta hábitos gastronómicos en sus salas.
Me desvié del tema inicial, pero nunca tanto. Porque si retornamos a la filmografía de Raúl Ruiz y la relacionamos con estos últimos párrafos, habría que señalar que esa es la gran dicotomía entre Ruiz y el Cine-Industria.
Y eso hace que hoy Francia homenajee a nuestro cineasta, que en Estados Unidos es sólo un autor para público de elite y que en Chile seamos indiferentes con sus realizaciones. Eso como resultado de la abrumadora influencia gringa en las carteleras locales.
Este reconocimiento galo será el impulso para que desde la institucionalidad cultural se organice la difusión de la filmografía ruiziana en Chile. Y es de esperar que las salas privadas tengan la iniciativa para reponer en cartelera “La Frontera” de Ricardo Larraín. En la Región Metropolitana ya está siendo exhibida por la cinemateca nacional, pero es necesario llevarla a regiones, que siempre quedan al margen de estas magníficas producciones que además acerca a las nuevas generaciones el Chile que ellos no vivieron y que apenas lo imaginan.
El cine chileno es hoy un pariente pobre en programaciones cinematográficas que sólo dan cabida a comedias nacionales de gusto masivo.
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