El reconocimiento a esta propuesta va más allá del talento del equipo para elaborar una grandiosa representación
En pleno periodo del mundo en crisis, resulta discordante que una cinta basada en la cruenta Primera Guerra Mundial y que no hace concesiones en escenas descarnadas- la ya famosa “1917”- esté otorgando las señales de situarse tal vez con el mayor número de las codiciadas figuras del Óscar para este verano del 2020. Pero sus méritos la justifican plenamente para estar entre las laureadas.
De hecho ya se ubicó en la antesala de los premios referenciales que conducen a este galardón hollywoodense. Registra 47 nominaciones de 10 asociaciones cinematográficas de las cuales están pendientes aun 23 y de las ya resueltas ha conquistado 8 trofeos.
Llega con 10 nominaciones al Óscar y en dos clasificadoras está incluida entre las 10 mejores películas del año reciente.
No hay dudas que es una película grandiosa, particularmente en su factura técnológica y la decisión del director, Sam Mendes, de construir el relato bajo la técnica del plano secuencia, esto es, largas tomas en que los planos (sucesivas tomas) van unidos a una extensa secuencia (es un continuo temático difícil de filmar).
El guion de “1917” se prestaba para emprender tal titánica tarea, pues el relato transcurre en una única jornada dramática, bajo un solo objetivo que se les había encomendado a los soldados protagonistas y los diálogos son mayoritariamente entre ambos reclutas.
Haré un paréntesis en señalar los méritos técnicos y tecnológicos para precisar que me parece totalmente injusto el desmerecimiento que ha hecho la crítica especializada del guion que ha calificado de reduccionista y simplista.
Tal apreciación da cuenta de críticos que no logran ver los valores existentes en este filme. Es cierto que es una narración sencilla, pero en rigor nos pareció un real y hermoso relato cinematográfico que rinde homenaje a miles de soldados que inmolaron sus vidas y mutilaron sus cuerpos porque los grandes líderes parapetados en trincheras, cuarteles y regimientos les enviaron como carne de cañón a los campos de batalla tras fracasar en lograr un entendimiento que hubiese evitado llegar a la peor acción humana, la guerra, en que la palabra triunfo y fin de las acciones bélicas se pronuncia tras el tremendo costo de vidas humanas y destrucción. (valga lo prolongado del párrafo). En todas las guerras son ineludibles tan trágicos acontecimientos y Sam Mendes en este filme desnuda al soldado en su condición humana, que no tiene cabida en el drama del cumplimiento de su irrectricto deber militar en situación de guerra.
Estos planos secuencia que llevan al espectador a quedar inmerso en la acción, tienen en “1917” a dos jóvenes cuyo horizonte de vida, por la guerra, no es el futuro, ni el amor ni la familia. Es la contingencia frente a la muerte, la destrucción y las armas que portan para asesinar al enemigo si es necesario. Sin embargo, en ese panorama desolador, el relato nos entrega a dos muchachos en una simbiosis de protección mutua, de asistir a un enemigo agónico y de colaboración frente a una joven oculta con una criatura a la que no tiene como asistir en su alimentación. Hay en ellos un espíritu épico en la misión que deben cumplir, que no les deja desprovistos de una gran humanidad y si eso no es un ejemplo para estos tiempos de individualismo y del menor esfuerzo, resulta difícil comprender que no se observen los méritos de este relato.
Sumemos- retornando a la construcción del lenguaje cinematográfico- la grandiosa puesta en escena, la extraordinaria fotografía y la belleza del paisaje a pesar de la guerra, que hacen de esta película una obra sobresaliente.
Diría que lo más débil del relato son las increíbles peripecias del protagonista para cumplir su misión, propias sólo de un constructo de ficción. El cine es magia y puede lo imposible, uno de sus grandes méritos, pues nos abre a las expectativas en la capacidad de soñar con lo utópico en medio de un mundo- decíamos- muy conflictivo.
“1917” es la película con la mayor certeza de estos últimos años de gran sequía en grandes cintas, que con seguridad recibirá varios de los preciados Óscar, lo señalo aun con el sesgo de no haber revisado todos los filmes candidatos a tales premios.
Pero no será la primera vez que Sam Mendes se suba al podio de los triunfadores. “Belleza Americana”- una película de culto y de ocultos códigos en el estilo de vida norteamericana- cosechó 17 premios en 1999 y “Vía Revolucionaria” es otra de sus grandes cintas, muy fiel a la novela de Richard Yates en que se basó y que sugiero leer. Está escrita en un estilo sublime. Los 2 largometrajes y la novela pueden ser un excelente panorama para estas vacaciones.
De momento, recomendamos en pantalla grande a “1917”, sobre la cual apostamos importante presencia en la noche del Óscar.
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