Esta cinta argentina toma el nombre de una muñeca, personaje que es una transversalidad para retratar la obsesión del verdadero protagonista: un médico alemán que se instala en la Patagonia argentina y que oculta nada menos a uno de los personajes más siniestros- si es que puede haber una categorización- de la historia nazi: Josef Mengele.
Mengele actuó en los campos de concentración y era uno de los “especialistas”, sino el principal, que determinaba qué prisioneros estaban aptos para el trabajo y cuáles debían dirigirse a las cámaras de gas: el horrible circo romano del periodo nazi que se percibe como un pesado fardo aun en la Alemania actual.
El Mengele de esta película dirigida por Lucía Puenzo, es un hombre apuesto, muy contenido, amable y que logra vincularse en una pequeña comunidad de la aislada Patagonia de los años 60, particularmente con la familia que lo acoge como huésped en su hostería y sobre la cual aplicará su obsesivo interés por la experimentación en cuerpos humanos.
No acostumbro a relatar las tramas de las películas que comento pero en ésta en particular espero hacer un aporte, en cuanto que estimo su título- “Wakolda”- no retrata el argumento que es sino el relato en ficción del paso de este nazi por Argentina, uno de los países sudamericanos donde los criminales de la SS buscaron refugio abusando de la escasa institucionalidad de los gobiernos de la época. Recordemos nuestra propia expresión de la Alemania nazi en Colonia Dignidad.
En mi época universitaria, por un año tuve una extraña compañera alemana, aislada, misteriosa, discriminatoria, cuyo único vínculo con el curso era una monja alemana con quien conversaba en alemán. El curso terminó aislándolas, a pesar que la religiosa hizo sus esfuerzos por conectarse. Años más tarde me expliqué el extraño comportamiento de esa fugaz compañera de un año que tan misteriosa como llegó se fue: era la hija de Klaus Barbie, el criminal nazi que se refugió en Bolivia. Barbie fue uno de los asesinos que logró mayor estabilidad en país sudamericano: por más de 30 años se radicó en el vecino país antes de ser descubierto y deportado en 1983. Tal vez porque, curiosamente, se ocultó con apellido judío: Altman. El resto de los nazis permanecía esporádicos periodos en cada país, a los cuales transitaban buscando, cómo no, regímenes autoritarios que cruzaron la historia política de nuestro continente entre los 60 y los 80.
“Wacolda” es eso, la estela de Mengele por Argentina dejando su huella de drama y dolor antes de huir a Paraguay, para burlar a las agrupaciones judías que le seguían el paso.
Este filme candidato al Oscar a la Mejor Película Extranjera vale la pena ser visto, porque forma parte de nuestra historia continental, es una propuesta de esta zona del mundo con nuestros propios códigos fílmicos y nuestra particular idiosincrasia. Aun cuando creo que al relato le falta rigor e intensidad, tal vez porque siempre el espectador aguardará un clímax.
Esta cinta se desenvuelve en un paisaje de soberbia belleza, excelentemente aprovechado y que actúa como eficaz marco neutral para una trama en que está presente un criminal de guerra de dramática evocación.
El público ha sido veleidoso con este buen filme argentino que ha determinado escasas salas exhibiéndolo. Un amigo me contaba que en el cine de la Serena el número de espectadores a la función que asistió sumaba 5. En Santiago, yo la presencié con otras 10 personas. Aún se exhibe, la recomiendo y vale la pena verla.
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