No puede ser sino Valparaíso la ciudad con que inicie la sección de viajes: allí están mis orígenes, y retorno cada vez que eso es posible.
Un regreso casi ritual es en Año Nuevo, cuyo espectáculo en la magnífica bahía que enfrenta los cerros de Valparaíso es el soberbio marco para uno de los espectáculos pirotécnicos de mayor prestigio a nivel mundial.
El Año Nuevo en el Mar- espectáculo pionero en su tipo en el país- es uno de los rituales que se suma a una serie de peculiaridades que hacen de este primer puerto chileno una ciudad única. Es también la ciudad del “ajusticiamiento” de Judas en Semana Santa, un rito casi desconocido en el resto de Chile, así como lo es en actitud pagana la visita a la tumba de Emile Dubois, que de asesino pasó a santón popular. Ya emprenden su retirada y forman parte del recuerdo los grandes desfiles preparados por los establecimientos escolares- públicos y privados- para el “21 de Mayo” en homenaje a Prat en esa majestuosa Plaza Sotomayor. Esa tradicional y extensísima parada respondía al vínculo de Valparaíso con lo marítimo, con la actividad portuaria, con la bahía que irrumpe en la ciudad misma, donde es imposible no tener presente el mar ya sea del llamado “plan” (término porteño) y desde cualquier punto de los 42 cerros de Valparaíso.
Las luces de los cerros constituyen un espectáculo incomparable desde cualquier punto alto o bajo que se observe, ya que los cerros porteños se funden en un abrazo hacia el mar.
También son característicos de este puerto los vientos huracanados, que van unidos a días muy soleados o de temporales. El mar, embravecido, genera tormentas que erosionan la zona e infraestructura costeras. Allí han zozobrado briosas embarcaciones que han llegado hasta la playa impulsadas por la energía del oleaje. El viento y lo elevado de los cerros también son los que elevan los volantines y cometas a grandes alturas en las Fiestas del “18”.
Valparaíso es la ciudad desde donde cuelgan miles de viviendas de todo pelaje que se atrevieron a desafiar la altura para otear el mar y la majestuosidad de esa bahía. Muchas forradas en calamita para enfrentar el viento, la humedad y los temporales intermitentes de antaño. Junto con las casas proliferaron los ascensores, hoy convertidos en atracción de turistas y otrora transporte de trabajadores, estudiantes y dueñas de casa. Estos elevadores conducen a terrazas y miradores que acogen de día y de noche a visitantes, a enamorados y a quienes también estamos embriagados con la belleza de este puerto.
Valparaíso es la urbe de miles de caprichosos pasajes recónditos por los cuales muchas veces solo los porteños nos atrevemos a internarnos y a cerros que sólo se atreven a “surcar” conductores avezados y dispuestos a enfrentar curvas estrechísimas de empinadas calles en doble dirección.
Este es el puerto donde la distinción de clases, categorías, deciles y quintiles no tienen cabida. Donde la señora del delantal que barre el frontis de su vivienda, el organillero, su loro, el chinchinero- personajes característicos de los cerros- así como el almacenero de la esquina, valen tanto como el más linajudo residente. Eso hace de esta ciudad la mejor a escala humana. Porque además en toda su trayectoria se han mezclado los oriundos con inmigrantes quienes han entregado importante aporte a su desarrollo. Una gran mayoría llegó buscando refugio tras azotes de guerras y conflictos en sus países.
Una potente corriente migratoria la gestionó un poeta enamorado de Valparaíso que fue el puerto del albergue para el “Winnipeg”, arribado tras la exitosa cruzada que emprendió Pablo Neruda . A bordo del carguero llegaron más de 2.000 españoles para configurar una de las tantas colonias extranjeras de inmigrantes que han sido conquistadas por Valparaíso y que han terminado como los más fanáticos porteños.
Tal vez uno de los más representativos es “Lukas”- Renzo Pecchenino Raggi- uno de los profesores que me formó como periodista- que con eficaces trazos con lápices de mina retrató miles de escenas porteñas.
“Lukas” se sensibilizó con el burro que subía escarpados cerros con hatos de leña; con los estibadores del puerto que hoy son reemplazados por voluminosos contenedores; con el Edificio Turri y los señoriales edificios bancarios y de empresas navieras. También retrató al desaparecido Café Riquet; al añorado Café Vienes donde los porteños disfrutábamos de los más exquisitos berlines en el tradicional break de las 11 de la mañana. Este genovés enamorado de Valparaíso se inspiró con los tradicionales “trolleys” que aún hoy surcan las calles porteñas, con los botes maniceros propios de este puerto. Este dibujante trazó como ningún otro el corazón de esta ciudad, a veces con ironía, otras con crítica, pero todas sus caricaturas trasuntan su amor por Valparaíso. Agudo observador, curiosamente Lukas era una persona extremadamente reservada y todo cuánto quería expresar lo hizo a través de sus dibujos, con su más famoso personaje “Don Memorario” y su caricatura editorial que con simpleza decía mil veces más que el mejor columnista. Tuvo la oportunidad de emigrar a Santiago, en el proceso propio de los grandes que son succionados por la metrópolis, pero nunca quiso dejar a Valparaíso, quien ahora le recuerda como uno de sus Hijos Ilustres, a través de la Fundación Renzo Pecchenino, Lukas, que lidera su viuda, y una tienda en el Paseo Gervassoni donde es posible acceder a sus libros.
Este puerto reúne conjuntos arquitectónicos importantes, centenarios.
La Plaza Sotomayor es un espacio amplio que converge desde la costa con bullente actividad portuaria y turística que se expresa en el tradicional Muelle Prat y se extiende hacia el Monumento a Los Héroes y a continuación el soberbio Edificio Sotomayor que hoy ocupa la Armada. En uno de sus flancos está el antiguo Hotel Reina Victoria- arquitectura hermosísima- y el Edificio Grace, hoy ocupado por una naviera que cometió el sacrilegio de insertar en la estructura del centenario edificio de estilo una “caja” de vidrio: es el “punto negro” de ese espacio cívico que invita a pasear. La naviera en cuestión debiera reflexionar sobre esa profanación y simplemente destruir esa unidad para respetar el estilo original del Edificio Grace. Probablemente se quiso mezclar lo antiguo con lo moderno, pero quienes han visitado Plaza Sotomayor coincidirán que quebranta el predominante estilo arquitectónico de ese enclave cívico.
En efecto, este conjunto urbanístico lo completan con gran propiedad otros edificios centenarios de gran hermosura arquitectónica como lo es la ex Estación Ferroviaria, que ahora acoge al Metro Regional, el Edificio Correos, que hoy alberga al Consejo de la Cultura y las Artes, las primeras Compañías de Bomberos. El flanco derecho al Edificio Sotomayor es el inicio de la señorial Calle Esmeralda, que guarda una serie de construcciones de estilo hoy ocupados por bancos. Allí también se sitúa la Primera Bolsa de Comercio del país: hermosísimo edificio en su estructura arquitectónica y en su interior donde es posible visitar la antigua rueda de corredores. En el mismo flanco de Plaza Sotomayor convergiendo ya hacia el cerro está el hermoso Palacio de Justicia. En definitiva, la Plaza Sotomayor es un hermoso conjunto y- lo señalamos muy directamente- las autoridades de la época no debieron haber dado pie a dos nuevas propuestas que son sino cajas de vidrio, una de las cuales es el señalado Edificio Grace.
El sector de Plaza Aníbal Pinto forma otro conjunto interesante de la ciudad. Allí se situaba el Bar Neptuno que animaba la tertulia del atardecer, hoy desaparecido, pero permanece la Fuente Neptuno, el Bar Inglés, el Restaurant Cinzano, donde parroquianos y turistas comparten la noche. Junto al Edificio Valparaíso, Librería Ivens, el lamentablemente desaparecido Café Riquet formaron parte de uno de los sectores más tradicionales del “plan”, término que pocos comprenden cuando los porteños nos referimos al centro de la ciudad.
Valparaíso es también La Sebastiana de Neruda, donde el poeta tenía en el Cerro Florida su atalaya, hoy convertida en Museo en su memoria, y sede de la Fundación Pablo Neruda. Allí es posible internarse en espíritu coleccionista del poeta y donde también destaca el bar donde nuestro Nóbel atendía a sus invitados.
También este puerto es la urbe empobrecida que inspiró desde el exilio a Osvaldo “Gitano” Rodríguez, y cuya letra – ya la publicaremos- y música guarda todo el sentimiento propio del porteño que no logra regresar. Aquí también se incubaron los grupos “Los Jaivas” y “Congreso”, dos propuestas musicales de exportación que hoy triunfan en Chile y en el extranjero.
Valparaíso es mucho más. Mencionaremos en su patrimonio otros edificios emblemáticos que representan la huella histórica de la ciudad: la Biblioteca Severín, los Palacios Baburizza, Polanco, Lyon y Ross, el antiguo Edificio de la Aduana y otra multiplicidad de construcciones que han sufrido el paso del tiempo, sin que alguien evite el deterioro y se preserve estas verdaderas joyas patrimoniales. Es el caso del Teatro Imperio, hoy convertido en feria de artesanía. Pero también lo es el Chalet Picante del Cerro Cordillera, El “J. Cruz” de Calle Condell y sus miles de casas colgantes que buscan espacios en quebradas porque la pobreza llevó a muchas familias a ese sector. Esas son propuestas que también merecen respeto y atención.
Y eso es porque Valparaíso es a escala humana, y como tal guarda luces y sombras. Estas últimas son el abandono que por años registró la ciudad previa a ser declarada Patrimonio de la Ciudad. Hemos mencionado una serie de conjuntos y espacios que son la joya de Valparaíso como primer puerto y como principal ciudad del país. Muchos han desaparecido producto de la indiferencia de las autoridades municipales y culturales, arrasadas por el tiempo y los incendios. Los esfuerzos que se han hecho para recuperar las estructuras de estilo que aún subsisten no han ido a la velocidad deseada y coherente con una ciudad declarada por UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Lamentable como también es encomiable aplaudir la recuperación del otrora llamado Edificio “La Ratonera”. Ese Edificio crucero hoy alberga un bullante Centro Cultural del DUOC-UC
También en estos difíciles años una errada política gubernamental diezmó la actividad ferroviaria, puntal del crecimiento en la actividad económica del puerto. El lado oscuro de Valparaíso es también la difícil reconversión ocupacional que debió vivir, tras el advenimiento de la tecnología en su quehacer portuario así como al avasallador centralismo que hizo de Santiago una voraz metrópolis. Hoy esta gran urbe ha logrado recuperarse con el atractivo turístico, tras el reconocimiento internacional y convergen visitantes de todo el mundo. También está convertida en ciudad universitaria, no en vano alberga a 4 universidades públicas y/o tradicionales: UPLA, UCV, UTFSM y UV.
Un punto negro de Valparaíso es la incultura para preservar la necesaria limpieza. En ese aspecto los ambientes más emblemáticos son la extensa Avenida Pedro Montt: la he recorrido miles de veces y nunca la he visto limpia, al igual que las múltiples quebradas, cuya suciedad es el mejor enemigo en temporales que generan múltiples saturaciones cuando el agua converge hacia el “plan”. A Valparaíso debiera aplicarse una Campaña de Tolerancia Cero para los incultos que ensucian sus calles con desperdicios y grafitos y a quienes también abandonan a sus perros que contribuyen a esta suciedad. Este “antipaisaje” no se observan en otras ciudades que son Patrimonio de la Humanidad
Y no podemos dejar de señalar entre estas luces y sombra la actitud despreciativa que han registrado todas las generaciones de parlamentarios que en todos los periodos han manifestado intenciones y presentado iniciativas para retornar el Congreso a Santiago. No nos extraña, es casi coherente con la política centralista que en todos sus niveles expresa el país. Sabemos que muchos parlamentarios viven en la burbuja de las oficinas del Congreso en Avenida Argentina y no se han dado el espacio para recorrer la ciudad. De otra forma no se explica estas pretensiones por alejarse de una ciudad que efectivamente hay que internarse en ella para conocerla y comprenderle.
Estimada Susana,
Seamos justos y aceptemos que ningún cachorro es feo para su madre. Chile y el mundo está lleno de ciudades encantadoras y bellas.
Sin embargo, como también soy porteño, no nos sacaremos la suerte entre gitanos y debo decir que suscribo íntegramente la completa panorámica que haces de nuestra especial y hermosa ciudad.
Lukas sentenció que en Chile existían dos tipo de ciudades, las que se parecen a Quillota y las que no se parecen a ella. Valparaíso, concluyó, es de las segundas, no se parece a Quillota y a ninguna ciudad de Chile.
Se trata, en definitiva de una ciudad especial y llena de complejidades, imposible de resumir en un solo acto. Por lo mismo, colaboraré a tu descripción del Puerto con un brevísimo resumen de algunos lugares de Valparaíso que nos proveen de lo “mejor” para capear el hambre que una caminata por Valpo. puede generar: Para quienes llegan de Santiago, bajando por Santos Ossa, una parada obligatoria está en calle Victoria, al costado del Congreso, donde se pueden probar las mejores fugazzas de la ciudad que se venden en la Superba, una panadería soberbia de nuestra ciudad.
Continuando por calle Pedro Montt, pasadito de la Scuola Italiana, está La Riviera, pequeño almacén porteño en que es posible encontrar las mejores pizzas. Es un lugar que preserva el sabor de su pizza, su personal de antaño y la sana tradición de cerrar en febrero por “feriado legal”.
A sólo dos cuadras de La Riviera, en calle Simón Bolívar, es posible encontrar un lugar mítico: Zena, desde donde nacen las mejores pastas y salsas de nuestra región. Atravesar su umbral es iniciar una aventura que nos adentra en un pedacito de Italia, comandado por la forza de su dueña, a quién les sugiero no provocar pretendiendo obtener pasta sin efectuar la reserva de rigor.
Llegando a la Plaza de la Victoria, que es un centro social, no pueden dejar de capear la sed probando algunos de los jugos que hace más de 75 años prepara el Bogarín para todos los porteños y visitantes. La tradición, por cierto, no será completa si no lo acompañan de algunos de sus deliciosos sándwich de miga (recomiendo el de jamón alcachofa).
Si todavía tienen energías para adentrarse en el Barrio Puerto, recorrer la Plaza Echaurren y mirar la belleza de la Iglesia La Matriz y su atrio, no pueden dejar de probar las mejores cecinas que nos provee Sethmacher desde los años 40.
Todo es rico en Sethmacher, sin embargo, recomiendo el jamón París, que si quiere llevarlo para el desayuno o la once no estará completo sin no lo prueba junto al mejor pan de Valparaíso. Para lograr esta conjunción es necesario elevarse por el ascensor Artillería, caminar el paseo 21 de mayo y adentrarse a la República Independiente de Playa Ancha. Allí, en la avenida del mismo nombre encontrará la panadería Menta, lejos la que prepara el mejor batido (marraqueta) y colisa de estos lares.
Finalmente, si antes de volver a casa quiere dar un plácido paseo por la bella y señorial avenida Gran Bretaña de Valparaíso, siempre en Playa Ancha, le propongo acompañarla de un helado York, oriundos de ese cerro. Le aseguro que jamás probará un mejor helado, por sólo cien pesos.